Mica Viciconte dejó la casa paterna a los diecisiete años buscando su independencia y no paró de trabajar. Fue vendedora de ropa, camarera, recepcionista, guardavidas, promotora y repositora. Una racha negativa (se quedó sin trabajo, entraron a robarle a su casa y terminó con una pareja, todo casi en simultáneo) hizo que decidiera dejar Mar del Plata para probar suerte en Buenos Aires. Vendió su auto, compró un pasaje en micro y recaló en una residencia donde vivió junto a una decena de desconocidos mientras buscaba qué hacer.
¿Qué viniste a buscar a Buenos Aires?
Trabajo. De lo que fuera, no buscaba nada específico. Encontré rápido en promociones. Hice eventos, promos, y empecé a cobrar ahí, pero era un trabajo muy inestable y yo estaba contando el dinero para ver si llegaba a fin de mes. No me alcanzaba y empecé a trabajar en un gimnasio de crossfit, como recepcionista. Al mismo tiempo entré a Combate, donde podía quedar eliminada en la primera semana o seguir los tres meses del reality. Finalmente fueron cuatro años, pero como no podía arriesgarme a entrar y quedar eliminada, seguí trabajando en el gimnasio. Iba de seis de la mañana a una al gimnasio y de una y media a siete de la tarde estaba en Combate. Laburaba todo el día. En un momento, cuando vi que me iba bien en Combate, dejé el trabajo en el gimnasio, no me daba más el cuerpo.
A Combate llegás un poco por casualidad…
Sí, mi viejo vio que había un casting y me lo comentó. Fui porque tenía una onda deportiva, y yo además de ser guardavidas había jugado mucho al waterpolo. Sabía que me iba a sentir cómoda con eso. Si no, no hubiera ido, yo no tenía experiencia en nada relacionado con la tele. Había mucha gente en el casting, y alguien vio algo en mí, por eso quedé. Yo no soñaba con estar en la tele ni mucho menos, no tenía en mente trabajar acá. Pero entré a Combate y me cambió la vida.
Ahora estás trabajando de panelista en el programa de Moria Casán. ¿En qué momento te diste cuenta de que podías seguir por este lado de los medios y dejar lo que hacías antes?
Me costó, porque soy muy de la zona de confort y siempre me quedé donde estaba. Tardé mucho en decidir venirme a vivir a Buenos Aires, y tardé mucho en irme de Combate y experimentar otras cosas. Estuve cuatro años pensando, sobre todo el último, y siempre la estiraba una temporada más. Hasta que un día, sin tener nada fijo, dije “ya no, es momento de irme para crecer”. Sentía que en Combate ya había tocado el techo. Decidí abrirme y las propuestas empezaron a caer solas.
“Yo no soñaba con estar en la tele ni mucho menos. Pero entré a Combate y me cambió la vida”.
¿Te daba vértigo?
Sí, siempre el cambio te da miedo. Me generaba dudas, pensaba “si me voy, ¿tendré trabajo?”. Me fui en buenos términos, súper agradecida, y ellos lo entendieron. Tengo las puertas abiertas del lugar, pero llegó América con una propuesta y está bueno experimentar otros canales también.
Anduviste por muchos trabajos, ¿este es el que más te gusta?
Cien por ciento. La tele me encantó. No conocía este mundo y me encantó. Es complicado, de competencia, de egos, de mucha falsedad, pero también hay gente buena. Primero, porque me dio una posición en la que pude independizarme bien. Después, me gustó el mundo de la tele, encontrarme con que la gente me mandaba mensajes y me quería, con grupos de fans, de gente que lloraba por nosotros. Todo ese grupo de fans me dio mucho trabajo, porque gracias a ellos estuve en un montón de lados. El amor de la gente, que te conozca y te quiera como sos, es lo más lindo. Tenés una exposición mucho mayor.
“El amor de la gente, que te conozca y te quiera como sos, es lo más lindo”.
Con alrededor de 755 mil seguidores en Twitter y más de un millón en Instagram, Mica es una de las figuras más influyentes en las redes sociales. Combate fue una explosión popular, y ella supo relacionarse con los miles de fans que día a día se le acercaron. En su momento, organizaba meriendas por todo el país para que pudieran charlar y conocerse en persona; ahora los invita a verla en Bailando por un sueño.
El fervor por ella es tan grande que una admiradora llegó a ponerle Micaela a su hija en homenaje a ella.
Tuve el placer de conocerla apenas nació la nena, y hace poco me mandó un videíto, ¡está muy grande! Es un flash, pero está bueno, es un amor lindo. Me di cuenta de lo que era Combate un día que hicimos el programa en un polideportivo. Había cinco mil personas en la puerta, esperándonos, y la gente gritaba como si jugaran Boca-River. Vas caminando por la calle y te alientan, eso es lindo. Es estresante en algún punto, también, por las críticas, porque a mucha gente no le caés bien.
Generás odios y amores, muchas veces porque entrás en confrontación, ¿es un personaje buscado, o simplemente te surge?
No, yo no soy actriz ni nada. No es un personaje. Una es humana, tiene sangre y a veces se enoja o no está de acuerdo con alguna situación. A mí en Combate me pasaba de estar compitiendo y enojarme con algún roce. Pero no es un personaje. Es lo que yo opino: a veces a la otra persona le molesta, y a veces lo toma bien. En el medio, no todos hacen de ellos mismos: a veces fingen un personaje, o quieren mostrar algo, y está bien. Pero yo prefiero mostrarme transparente, como soy.
Ver que tus reacciones generan algo, ¿no te llevó nunca a querer ir con más calma en ciertos enfrentamientos?
No, no me arrepiento de nada de lo que hice, pero sí está claro que algunas cosas no las volvería a hacer. Alguna contestación o alguna sacada, más que nada en Combate, donde me calentaba mucho. Arrepentirme no, porque lo que hice fue porque respondí a otra cosa. Soy una mina tranquila y, si no me hacés nada, no te voy a molestar. Pero si me metés el dedo en la llaga, voy a reaccionar siempre, no soy una mina que se queda callada y acumula. Te digo lo que me pasa al toque; si te gusta, bien. Si no, está todo bien también.
La popularidad ganada en Combate la catapultó al programa más visto del país: en Showmatch 2017 fue una de las participantes que más impacto mediático generaron en cada intervención, y ese indudable magnetismo, esa capacidad de atraer la atención del resto, hizo que productores teatrales y de cine se interesaran en ella. El año pasado fue convocada para hacer temporada sobre las tablas, pero prefirió esperar a sentirse más confiada.
Este verano dio sus primeros pasos en cine, en Bañeros 5, que se estrenará en estas vacaciones de invierno.
Nunca antes había actuado y arranqué con una película… Tuve miedo al principio, porque no conocía a nadie ni sabía bien lo que tenía que hacer o cómo hacerlo. Estuvo bueno, fue una experiencia súper linda y el grupo me trató muy bien, fueron todos súper generosos, me dieron lugar y me explicaban todo. No sé el resultado final, pero me sentí cómoda. Espero que a la gente le guste.
¿Ves un campo ahí para crecer?
Ojalá. Siempre trato de ser positiva. Me gustó el cine, es divertido. Es mucho más lento que la tele, hay que parar en todo momento y son muchas horas, pero a pesar de eso la pasé súper bien. Se me pasó rápido la semana de filmación. Este año de nuevo tengo la posibilidad de hacer teatro también, así que seguramente esta vez sí me anime a pisar un escenario.
“Estoy buscando soltarme y lo voy a ir logrando”.
Y también vas a seguir en la tele…
Sí, ahora estoy en el equipo de Moria, y para mí es un desafío muy lindo estar con alguien con tanta experiencia y trayectoria. Ya había trabajado de panelista, pero ahora es algo distinto, más descontracturado, el programa no es tan serio. Es más libre. El día de mañana me gustaría conducir. Me imagino en algo de entretenimientos, más para la familia. Pero falta tiempo, experiencia, práctica; y aspiro a que de acá a algunos años lo pueda hacer. Me lo imagino en el futuro, pero por miedo a decir alguna burrada me controlo y sé que falta tiempo. Me falta relajarme más, a veces me quedo estática, sin hablar, por miedo a lo que digan. Cuando me termine de soltar ciento por ciento, lo voy a disfrutar todavía más. Estoy buscando soltarme y lo voy a ir logrando.