Destacado

Carina Morillo y Soledad Zangroniz

crearon la Fundación Brincar, que trabaja por la calidad de vida de personas con autismo.

Carina Morillo y Soledad Zangroniz

“Amigarse con lo que duele hace posible el cambio”

crearon la Fundación Brincar, que trabaja por la calidad de vida de personas con autismo.

Todo empezó hace diez años, cuando dos mujeres se sentaron a compartir un café que duró unas cuatro horas. Carina Morillo y Soledad Zangroniz apenas se conocían. Solo sabían que eran la mamá de Iván (hoy de 19) y de Ramiro (hoy de 16) y que ambas participaban de las reuniones de padres y madres que organizaba el centro de estimulación al que llevaban a sus niños con trastornos del espectro autista (TEA).

Algo poderoso pasó entre ellas. No fue la típica charla catártica sino la puesta en marcha de una fundación que luego bautizaron como Brincar, por un autismo feliz. Había otro punto de unión: ambas tenían hijas mayores, Alexia (hoy de 23) y Cloé (hoy de 18). “Nos dimos cuenta de que teníamos que trabajar por dos cosas: para que Iván y Ramiro fueran independientes y para que sus hermanas no tuvieran que cargar con las mochilas de ellos”, dice Soledad. Desde entonces, sostienen y desarrollan ese inmenso desafío de empoderamiento y libertad.

Bautismo

“¿Cómo te das cuenta de que Ramiro está contento?”, le preguntó Carina a Soledad. “Porque salta”, respondió ella. “¿Sabés que con Iván también?”, dijo Carina. Saltar. Ir hacia arriba, elevarse, alcanzar objetivos, expresar la alegría. La organización se llamaría Brincar y tendría el mayor nivel profesional. Soledad, filósofa, traía conocimientos del mundo de la educación. Carina, economista, del de la organización social y de lo sustentable. Armaron una estructura profesionalizada, con un comité ejecutivo y un equipo de gestión organizado en áreas.

“Tenemos mucho trabajo de voluntarios y fuimos aprendiendo a organizar eventos para recaudar dinero. También a aplicar a fondos del Estado para proyectos puntuales. Hoy están en marcha programas muy grandes”, explica Soledad. Hay uno de Personas con TEA, con talleres de arte, recreación y prelaboral; de Familias, donde brindan contención y formación; de Profesionales, con cursos de capacitación y formación; de Comunidad, para difundir y concientizar acerca del TEA y un proyecto por delante de vida adulta, organizado en talleres de oficios y una casa donde se pueda ensayar la vida autónoma. Tanto el de Familias como el de Personas con TEA son gratuitos en el 90 por ciento de sus actividades.

Crecer

Brincar maduró al ritmo de Iván y Ramiro: si al principio estaba enfocada en detección temprana, talleres de juego, estimulación y primera infancia; luego fue en pensar cómo contener e integrar a los adolescentes y, después, cómo darles autovalía a los adultos. “Hicimos el ejercicio de ir refrescando la organización sin perder el objetivo ni la mirada primera. Las familias agradecen que cuando una persona con autismo viene a un taller, siempre sea aceptada más allá de su edad y de su perfil. Nuestro propósito es generar un lugar calentito y cómodo donde cada uno pueda sentarse y ser lo que es”, explica Carina.

Encuentro en el Congreso por el Día Mundial de concientización sobre el Autismo en 2019.

La organización logra, por ejemplo, que cada sábado se junten 14 adolescentes con autismo y vayan a comer una pizza o a un museo. “Lo hacemos con voluntarios y mucho trabajo pero los ponemos en la vida, están en el mundo. Además, habilitamos a todas las emociones que nos pasan a las familias, porque el autismo te pone en jaque, cambia tu mirada y manera de vivir y tu relación con los otros. El autismo te duele y te demanda todo el tiempo”, cuenta Soledad. Después de llorar, de negar, de enojarse, ella se dio cuenta de que la realidad no iba a modificarse, salvo que se pusiera de su lado: “Si el enemigo es muy grande, unite. Las familias somos protagonistas de la transformación de los hijos, tenemos de que hacernos cargo y perdonarnos también, porque por momentos es mucho el cansancio y agotamiento. Amigarse con lo que duele hace posible el cambio”.

¿Qué tiene que hacer y aprender la sociedad para alivianar la carga? “Es que cuando tenés un adulto con conductas disruptivas en la vía pública y no sabés qué le pasa, da miedo. Porque dentro del autismo hay chicos diversos, unos que leen y escriben y otros con dificultades cognitivas severas y autismos mucho más desafiantes”, dice Soledad. “Pero para incluir al otro no se necesita tener un máster sino una mirada un poco más amable, mayor empatía, ser curioso y preguntar qué le pasa a esa persona y cómo se puede ayudar. La información y el conocimiento te sacan el miedo y te dan herramientas”, afirma Carina.

A diez años de aquel café, Soledad y Carina acompañaron a 1.500 familias, dieron talleres a 2.350 niños y jóvenes, formaron a 21.500 profesionales y atendieron 3.800 consultas al año de parte de la comunidad. Ellas, y tantos más, siguen saltando y van por más.

¿Cómo ayudar?                                                 

Quien quiera colaborar con Brincar puede hacerlo mediante una donación mensual o apoyando puntualmente alguno de sus proyectos. También aceptan voluntarios para ayudar en distintas áreas. Más información: www.brincar.org.ar

seguí leyendo: Destacado