Destacado

Sebastián Wainraich

Agudo observador de lo que pasa dentro suyo y a su alrededor, nutre las ficciones con la realidad. Paternidad, felicidad, roles y pandemia, aquí.

Sebastián Wainraich

Todos tenemos un personaje en la vida

Agudo observador de lo que pasa dentro suyo y a su alrededor, nutre las ficciones con la realidad. Paternidad, felicidad, roles y pandemia, aquí.

Casi todos los días de su vida, desde hace 13 años, Sebastián Wainraich conduce Metro y medio, el programa que siempre quiso hacer, el lugar seguro donde hace base y pisa firme para lanzarse a múltiples proyectos: cine, tele, teatro, libros, y una serie, Casi feliz, estrenada en mayo en Netflix en 190 países en simultáneo. Todas las plataformas son terreno fértil para el desarrollo de historias y personajes, con el humor como vehículo principal.

A la hora de escribir, ¿cambia algo que sea para tantos países?

La verdad que no. No es que lo desconozca, sino que me concentro en contar la historia que quiero contar. Me parece que, cuanto más sincero y más transparente es eso, mejor sirve para llegar a todo el mundo. No estaría bueno querer forzar una historia para convencer a alguien que está en Tailandia. Me parece más interesante que puedan conocer lo nuestro. Me parece que es como la famosa frase: “Pinta tu aldea y pintarás el mundo”.

El título es algo que recorre bastantes cosas que hiciste: eso de estar bien, con todo lo necesario cubierto, pero al mismo tiempo con una sensación de inconformidad.

Sí, justamente es de un infeliz eso. Es de alguien que tiene todo para lograr cosas que le hagan bien y, sin embargo, la realidad lo aturde, los vínculos lo aturden, y sus propios fantasmas, como problemas inventados. El título es un juego, obviamente, pero describe la situación de este personaje.

¿Eso se da por una falla en la persona o porque la búsqueda de la felicidad está mal planteada?

Me parece que la felicidad es como una imposición últimamente: muchos te obligan a ser feliz, a disfrutar. Entonces, te ponen tanta presión y hay tan poca relajación con el tema, que es muy difícil. Ya no sabés si cuando estás feliz, estás feliz o si en realidad estás siendo feliz con lo que los otros te dicen que seas feliz. Entonces, es un poco cursi, pero hay que volver a lo simple, a lo chiquito. Me parece que la felicidad anda por ahí, en el autoconocimiento, en buscar qué cosas le hacen bien a uno, qué cosas te hacen disfrutar, tener satisfacciones y no estar tan pendiente de lo que te pidan los demás.

Lo que se suele exaltar como el máximo de la felicidad son los hijos. ¿Cómo te pegó a vos la paternidad, en qué momento te llegó?

Ya han pasado los años, mi hija tiene doce y mi hijo cumplió ocho. No voy a decir ninguna frase muy novedosa: sin dudas son lo más importante que tengo, y eso lo sentí desde el primer día. Lo más importante, lo más destacado y una montaña rusa de sentimientos, porque es un amor extremo. Un amor desigual, porque por suerte los hijos no nos quieren tanto como nosotros los queremos a ellos, generalmente. Los queremos extremadamente y ellos nos quieren, pero no tanto, y un día van a volar, van a salir, van a hacer su vida como nosotros también la hicimos, y me parece sensacional. Generan de todo: alegría, angustia, bronca, preocupación, satisfacción. A veces generan impotencia en nosotros, que no sabemos cómo ayudarlos, cómo podemos colaborar. Generan miedo. Al ser lo más importante y lo que más amamos en la vida, generan un montón de cosas.

Me parece que la felicidad anda por ahí, en el autoconocimiento, en buscar qué cosas le hacen bien a uno.

¿Esa intensidad se mantiene con el paso del tiempo?

Algunas cosas las vas soltando de a poquito, les vas soltando la mano para que hagan su propio camino. Son chicos todavía, pero mi hija está en séptimo grado, entonces de a poquito vas soltando la mano y tratás de darle independencia. Y todo el tiempo estás aprendiendo. Es un quilombo ser padre. Sos padre por primera vez, siempre. A pesar de tener dos hijos, son dos personas distintas. Estoy viendo cómo ayudar a uno, cómo ayudar a otro, cuándo soltarle la mano, cuándo acompañarlo, cuándo hablarle. La intensidad no baja nunca. Tal vez sí el cuidado: a un bebé tenés que estarle encima todo el tiempo, casi no dormís. Ahora ya duermen todos, tienen sus vidas, sus amigos, pero hay que estar ahí, porque son menores.

Una vez dijiste que cuando ponés límites en ocasiones no sabés si lo hacés porque sentís que tenía que estar ese límite, o si es porque es un rol que tenés que jugar…

Sí, sigo de acuerdo con eso. A medida que va pasando el tiempo, me cuestiono las cosas. A partir de ahí, voy encontrando respuestas y digo “No, pará, este grito estuvo de más, esta preocupación también, tengo que ajustar acá”. Y a veces intento también estar despreocupado, dejar que se equivoquen, que hagan cosas mal, porque si no, los voy a volver locos.

En el súper…

Nos turnamos con Dalia. En la cuarentena aprovechamos para salir un rato. Si hay mucha gente, me estreso un poco, pero es una salida que le sirve a la familia. Voy con lista, porque me olvido todo.

Se extiende lo que decías sobre ser feliz: las cosas que hacemos tienen algo de genuinas y algo del personaje que representamos.

Claro, totalmente. Me parece que todos tenemos un personaje en la vida. No digo que seamos falsos, ni caretas, ni hipócritas, sino que son roles que se empiezan a desarrollar. Vos seguramente con tu familia tendrás un rol, con tus amigos, con tu pareja, en el trabajo… Uno va ejerciendo un rol, que se da muchas veces naturalmente, por las distintas personalidades de la gente que integra esos grupos. Aflora una posición y es una especie de personaje que cada uno tiene en un grupo. Es lo más parecido a una ficción. De hecho, cuando vemos una ficción, vemos a personas que están vinculadas, unidas por algo, pero cada una tiene su personalidad. Tal vez en la ficción está un poquito marcado, un poquito exagerado, pero si te ponés a pensar, en los grupos de gente en los que te movés, están esas personalidades.

Es un quilombo ser padre. Sos padre por primera vez, siempre.

Hablando de ficciones, los mismos temas están en la mayoría y lo que cambia es el tono. Vos elegiste siempre recorrerlo por el lado de la comedia.

Sí, totalmente. Esta serie, Casi feliz, es comedia, pero tiene algunos matices de otras cuestiones, como melancolía; aparece el cinismo también, aparecen otras cuestiones. La base es la comedia. Los temas son los mismos: el amor, las relaciones entre las personas, el poder, el sexo, la muerte. Son los grandes temas. Los únicos que tenemos, en realidad.

¿Y por qué elegiste la comedia como camino?

No tengo idea. Desde chico, cuando empecé a hacer radio o empecé a escribir, siempre me fui para el lado de la comedia, naturalmente. Supongo que es una especie de refugio y que desde ahí se me facilita decir las cosas, o es la manera que encontré. Hay algo de refugio, tal vez, o de cobardía. No lo sé, pero me gusta hacerlo desde ahí. Es algo aliviador poder reírse de un montón de cuestiones que duelen. Así que me parece que tiene que ver con eso.

Acerca bastante, ¿no? La gente se siente más amiga del comediante que del actor dramático…

Es probable, también. Obviamente, si alguien te hace reír, se lo agradecés. Pero es probable que haya algo de lo que te decía: es aliviador. Cuando ves que alguien en la ficción se hace los mismos problemas que vos, decís “Ah, bueno, no estoy solo en este drama, en esta tragedia, hay otro que también se ríe de esto”. Y te alivia.

Es algo aliviador poder reírse de un montón de cuestiones que duelen.

¿En qué sos experto?

En pensar cosas que no tienen demasiada importancia ni mucho sentido. Son como un motor, terminan generándome trabajos muchas veces.

¿De qué manera te pega que la serie se haya estrenado en un momento tan particular?

Primero, me pega desde el lado de la incredulidad y de la incertidumbre total de la vida, del universo y de todo. La serie la terminamos de rodar el 30 de abril del año pasado y era impensada esta situación. Mirá que soy paranoico, tengo conspiraciones, pienso de todo, pero jamás pensé que podría pasar una pandemia y que estemos todos encerrados, que haya que salir a la calle con permiso, con barbijo. Me parece impensado. Todo el mundo me decía “¡Qué bueno que sale ahora que estamos encerrados!”. Yo creo que la serie no necesitaba de eso, pero ojalá que haya ayudado y ayude a los espectadores, a los que la vean, porque como cuenta una historia que no tiene que ver con todo esto, te distrae, te divierte. Desde ahí, está buenísimo.

Estabas con la segunda parte de Una noche de amor, la película que protagonizaste con Carla Peterson, ¿cómo sigue eso?

Está el guion, pero ahora no me convence. Lo releí la otra vez y no me convenció. Hay varios frentes abiertos. Está esta posibilidad; veremos qué pasa con la serie, si hacemos una segunda temporada, para la que tengo un montón de anotaciones. Cuando empezó la cuarentena, además, iba a hacer una gira nacional con Frágil, la obra de teatro, pero veremos cómo se rearma el mundo. Hoy parece todo muy lejano: hacer teatro, que la gente vaya a una sala y estemos todos encerrados viendo una obra. Parece lejano un rodaje, también, porque incluye a muchas personas, y porque una ficción también pide que haya abrazos, besos. Yo estoy seguro de que esto va a pasar, porque todo va a pasar, y veremos cómo sigue el mundo después.

seguí leyendo: Destacado