Cuando era niña y veía El Chavo del 8, Paola Florio sufría: todos los personajes maltrataban, culpaban y despreciaban a un niño que vivía solo, en un barril. Paola es fuerte, decidida y envalentonada, tanto como empática y extremadamente sensible. Por eso, en abril de 2011 pudo darle forma a una idea que venía persiguiéndola: hacer una labor social sostenida en el tiempo. Acababa de publicar un libro y, como ahora, era periodista free lance. Se le ocurrió sumarse a un proyecto que ya estuviera en marcha sin sospechar que sería ella misma la que se pondría al frente de una iniciativa. Entró en contacto con Red Solidaria para ver cómo podía ayudar en su zona, Bernal. Como no había nadie trabajando allí, le dijeron: “¿Te animás a abrir una sede?”. “¿Qué necesito?”, preguntó. “Ganas”, le contestaron. Fue el comienzo de un camino sin retorno.
Desde una cuenta en Facebook, hizo una campaña para juntar ropa de abrigo para un jardín de infantes de Francisco Solano en el que una amiga suya era maestra. Después siguió con otras campañas y los voluntarios no tardaron en llegar; ese fue el germen de Construyendo Puentes. La forma que encontraron para materializar la acción fue acercarse a comedores de la zona, y hoy trabajan con cinco de ellos, lo que implica unos mil chicos. El compromiso de Paola se redobló cuando, al año de empezar, quedó embarazada. Violeta ya tiene 5 años y siempre acompaña a su mamá. “Para mí es fundamental transmitirle valores a mi hija. Si queremos que la sociedad cambie y sea mejor, tenemos que trabajar desde los chicos, dándoles el ejemplo con buenas acciones y haciendo que conozcan otras realidades”.
Bisagra
En el invierno de 2012, repartían sopa caliente a personas que vivían en situación de calle del centro de Quilmes. Allí se encontraron con Nico, un nene que estaba solo en medio de la noche helada. Sin saber bien qué hacer, lograron que fuera trasladado a un hogar unos días antes de que cumpliera 9 años. El día de su cumple le hicieron un festejo y eso dio origen a que comenzaran a celebrarles el cumpleaños al resto de los chicos del hogar. “Nico fue un antes y un después. Terminó siendo adoptado por una de las voluntarias de Construyendo Puentes. Hoy tiene 15 años y él agradece haber tenido la oportunidad de una familia y estudios y le dice a quien quiera escuchar que todos los chicos que están en la calle quieren ser rescatados. Imaginate el orgullo que sentimos por él”.
Las líneas de trabajo que lleva adelante Construyendo Puentes son muchas: encuentros de tejedoras para hacer gorritos, bufandas y guantes; entrega de útiles escolares en marzo, de huevos de chocolate en Pascua; el festival del Día del Niño; las jornadas de salud para controlar el estado general de los niños y niñas, siempre de la mano de destacados profesionales que ejercen el voluntariado. A ello se sumaron las charlas sobre noviazgos violentos, de ayuda previsional, de RCP y de huerta saludable. Y cada Navidad es una enorme aventura: “Al principio conseguíamos juguetes y los repartíamos, pero veíamos la cara de desilusión de algunos cuando les tocaba algo que no les interesaba. Era verdad, no les habíamos preguntado qué querían. Ahora todos los años vamos a los comedores y le sacamos una foto a cada uno con un cartel en el que dice su nombre y lo que le gustaría recibir. Las subimos a Facebook y allí aparece gente que se compromete a hacernos llegar los regalos. Incluso nos hacen transferencias de dinero desde otros países o nos llegan encomiendas de distintas provincias”. Noviembre y diciembre son un caos en la vida de Paola, pero nada se compara a la sensación que tiene cuando Papá Noel –encarnado por su papá– entrega el último regalo. “Aprendí mucho de los referentes de los comedores. Por eso somos un puente entre ellos – que ya están organizados y que conocen las necesidades y cómo manejar a los padres de los chicos– y gente que quiera ayudar. Yo me niego a ser una asociación civil, no quiero estatuto ni nada de eso. Prefiero esta transparencia de mostrarle el ticket a quien hace una donación de dinero, por ejemplo. Queremos conectar a gente de buena voluntad con necesidades reales”.
Jura que trabajar para los niños es fascinante. “No es caridad, sino crear un momento feliz para que sepan que alguien los mira, los escucha y les pregunta qué quieren. Tenemos chicos que crecieron y ahora colaboran con los comedores y recuerdan cuando les festejábamos los cumpleaños a ellos. No nos sobra el tiempo ni el dinero, pero hacer lo que cada uno pueda es asumir un compromiso e ir de menor a mayor. No se trata de lo ideal, sino de lo posible”.
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