La piel es un gran tejido que necesita cuidados especiales, no solo para que luzca mejor, sino también para que pueda cumplir sus funciones específicas en forma eficiente. Protege al organismo de agresiones externas como el viento, el polvo y la radiación, y también es un enorme órgano sensorial.
Hay cuatro tipos de piel que se determinan genéticamente, tal como un cabello lacio o enrulado, y puede variar por la exposición a diversos factores internos y externos:
✓ Piel normal o eudérmica: no es ni demasiado grasa ni demasiado seca. Tiene poros finos, buena circulación sanguínea, textura suave y lisa. Su tono es de un color uniforme, rosado y fresco.
✓ Piel seca o xerosis: es la que produce menos sebo que la piel normal. Por ello carece de los lípidos necesarios para retener humedad y formar un escudo protector frente a aspectos externos. Suele encontrarse en especial en las manos, pies, codos y rodillas. A la vista luce tirante, áspera, con aspecto ajado y poco elástico. Es más común en las mujeres, aunque a medida que se envejece, tanto la piel de los hombres como la de las mujeres tiende a volverse más seca. Cuando la piel es muy seca y no se trata puede presentar una leve descamación, manchas, picazón, enrojecimiento, grietas, riesgos de infección y sensación de tirantez.
✓ Piel grasa: a la vista es brillosa, gruesa, con impurezas y poros dilatados. Tiene una abundante producción de sebo,que puede producir puntos negros y acné en el rostro, cuello, hombros, espalda o pecho. La seborrea puede aparecer por causas genéticas, por el consumo de alguna medicación, por situaciones de estrés o debido al uso de cosméticos que produzcan irritación cutánea.
✓ Piel mixta: tiene algunas zonas grasas con poros dilatados y otras zonas secas. Esta variación se debe a una mayor o menor producción de sebo, respectivamente. Independientemente del tipo de piel que cada uno tenga, su estado puede variar en el curso de la vida por cuestiones como el clima, la contaminación ambiental, factores hereditarios o los cuidados que se le realicen. A medida que la persona envejece, la piel pierde volumen y densidad, aparecen líneas de expresión y arrugas, y hay cambios de pigmentación.
Un cuidado específico
La estructura de la piel y su respuesta difieren según cada zona del cuerpo. Por lo tanto, no debe recibir el mismo tratamiento en todas partes, ya que, por ejemplo, las manos, los pies y la cara están más expuestos al sol, la abrasión o los productos de limpieza, por lo que requieren cuidados más intensivos.
En la vida diaria, las manos están expuestas a factores externos que pueden provocar deshidratación. Estos son el contacto frecuente con agua, agentes limpiadores, disolventes, cambios térmicos y fricción, entre otros. Por eso es importante mantenerlas bien hidratadas con una crema espesa y de buena calidad. Esto evita que la piel resulte agrietada o reseca y desarrolle dermatitis o inflamación. Se debe evitar el uso de productos abrasivos o de agua muy caliente y, en lo posible, utilizar guantes para realizar las tareas del hogar.
En el caso de los pies, estos están sometidos a presiones como el roce del calzado o la exigencia de caminatas o actividades deportivas. Esto hace que la piel se vuelva gruesa y dura, con grietas en talones y dedos e incluso callosidades. Se puede aliviar con el uso de calzado cómodo y productos farmacológicos para evitar la transpiración excesiva en la zona. Por la noche, antes de acostarse, conviene aplicar una crema espesa en toda la superficie de los pies y cubrirlos con un par de medias de algodón. El producto actuará mientras dormimos para devolver la suavidad y humectación a la piel.
En las zonas de los brazos y piernas, la piel puede volverse muy seca, áspera o descamada. En general, se debe a la acción del clima frío y seco, a la calefacción excesiva, al uso de agua demasiado caliente en la ducha, al contacto asiduo con cloro, al uso jabones o detergentes de mala calidad o a la exposición al sol sin aplicarse un filtro solar.
Su suavidad se puede recuperar con un jabón suave y guante de baño o esponja vegetal. Se pasa por estas zonas con movimientos circulares para remover las células muertas. Luego se enjuaga bien, se seca con una toalla suave para no irritar la piel y se aplica una crema humectante, con énfasis en rodillas y codos.
Tipos de crema
Hay varios tipos de cremas humectantes: las emolientes son ligeras e ideales para piel normal. Contienen aceites derivados de plantas, animales o minerales como la manteca de karité, la vaselina o el aceite de coco. Las cremas con ceramidas son para pieles normales o mixtas levemente secas. Las selladoras de humedad están indicadas para personas maduras o con piel muy seca y suelen tener aceite de rosa mosqueta, palta o frutos secos.
Se utilizan solo en el cuerpo y no son adecuadas para personas con piel grasa o tendencia al acné. Una última variedad la conforman las cremas absorbentes de humedad, ideales para piel seca y gruesa. En su fórmula incluyen ácido hialurónico o glicerina.
Hidratar desde adentro
Para combatir la piel seca conviene seguir una dieta que incluya grasas, omega 3, frutas y verduras de color rojo, naranja y amarillo, y verduras verdes. También, consumir abundante cantidad de agua durante el día y evitar la cafeína y el alcohol.
Productos Bonté
Bonté tiene una línea de cremas humectantes que son ideales para nutrir y embellecer la piel:
• Crema corporal para la ducha con manteca de karité: la forma práctica de humectar la piel evitando la sensación de grasitud.
• Crema reafirmante para piernas: mejora visiblemente el aspecto de las piernas ya que les otorga firmeza y tonicidad.
• Crema de manos con extracto de melón y pepino: devuelve la suavidad a las manos y las deja perfumadas.
• Crema reparadora y nutritiva de uso diario con glicerina y aloe vera: aporta a la piel suavidad, hidratación y un suave aroma.