El puerperio es el período que atraviesa la mujer luego del parto, durante el cual acontecen cambios físicos, emocionales, hormonales y metabólicos muy intensos. Por un lado, estas transformaciones son necesarias para que el cuerpo recupere el estado previo al embarazo y se predisponga de manera propicia para atravesar el periodo de lactancia. Comienza inmediatamente después del parto y se extiende durante los primeros 40-50 días posteriores a él. También puede considerarse puerperio tardío todo el tiempo que dure la lactancia. Una de sus características principales está dada por los altibajos emocionales.
Sin embargo, la llegada de un hijo impacta no solo en el cuerpo y las emociones de la mujer, sino también en todas y cada una de las actividades de la vida diaria de la madre y del padre.
“En el pasado, el hombre se encontraba en un rol pasivo durante todo el proceso del embarazo, parto y posparto; las costumbres y fuertes tradiciones socioculturales le adjudicaron un rol de ‘proveedor-protector’. Pero en los últimos tiempos, esto está cambiando y hoy es habitual que el hombre concurra y participe activamente de las consultas prenatales, asista a los cursos de preparación para el parto y se involucre en los cuidados del recién nacido”, explica la doctora Fernanda Lage, médica del servicio de Obstetricia del Hospital Italiano.
El huracán
Los procesos que tienen lugar después de este momento especial dejan entonces de afectar exclusivamente a las mujeres y pasan a afectar a la pareja. El puerperio es uno de ellos y, aunque en una lógica menor medida, también lo pueden padecer los hombres.
¿Qué pasa con los padres? Según la especialista, algunos hombres pueden aumentar de peso y padecer trastornos del sueño debido al estrés que conlleva este período: “Las emociones fluctúan y esto produce incertidumbre y los hombres −al no estar acostumbrados, en algunos casos, a manifestar abiertamente sus sentimientos− pueden padecer depresión posparto al igual que las mujeres. No debemos olvidarnos del rol social que se le asigna al hombre, de proveedor material y, por lo tanto, la obligación que tiene de retornar al trabajo a las 48 horas de nacido su hijo. Este es otro factor que influye en el estrés que viven ellos durante el posparto, sumado a la falta de sueño y a los cuidados del bebé y su mamá”.
“Las emociones fluctúan y esto produce incertidumbre y los hombres pueden padecer también depresión posparto.”
El rol del padre
“Cuando nació mi primer hijo estaba nervioso y sobre todo muy ansioso, quería estar todo el tiempo con él. Me involucré mucho desde el embarazo, fui a todas las consultas médicas, al curso de preparto, pero lo que más me angustiaba era pensar que a los dos días de su nacimiento tenía que volver a trabajar. No me dejaban tomarme las vacaciones, tenía que regresar sí o sí. Así que, a mi angustia le sumé las pocas horas de sueño, el descubrimiento de este nuevo rol y contener a mi mujer. Exploté, me dolía el cuerpo, lloraba todo el día, comía sin parar, engordé varios kilos, nunca había estado tan sensible en mi vida”, cuenta Rodrigo, un papá primerizo que trabaja en un estudio contable.
Existen diferentes factores que aumentan el riesgo de depresión masculina antes o después del parto:
• tener un comportamiento depresivo previo;
• una relación problemática entre el padre y la madre;
• falta de apoyo social;
• escasa información sobre el embarazo;
• estrés de género;
• la sensación de ser controlado por la pareja en cada interacción con el bebé;
• una caída en la sexualidad en términos de placer y regularidad.
Este último factor muchas veces se viene arrastrando desde el embarazo, por temor o inseguridad, y se extiende la abstinencia aún más en el posparto por la falta de sueño y los cuidados del bebé. “Los resultados de los estudios contemporáneos indican que la depresión paterna puede ser un problema importante. Según la evidencia reportada, oscila entre el 5 y el 25 por ciento. Y por lo general, existe una fuerte asociación entre la depresión de uno de los miembros de la pareja y el desarrollo de depresión en el otro”, asegura Lage.
Un gran equipo
Lo mejor que le puede pasar a esa pareja es unirse y avanzar en dupla. Si bien hay determinadas tareas que no se pueden compartir −como el amamantamiento− el padre puede tener una actividad que sea solo suya como, por ejemplo, el baño del bebé. O en el caso de que el recién nacido tome mamadera, encargarse de la esterilización de las mamaderas o de la preparación de la leche.
Otro punto fuerte es el diálogo, brindarse mutuamente espacios de escucha, confesar temores y dudas y poder expresar el cansancio ya que, después de todo, ambos están transitando por lo mismo. La charla fluida entre ambos permitirá aliviar tensiones y brindará contención mutua. Conversar acerca de lo que sienten, de las expectativas y necesidades de cada uno es la base esencial para poder negociar y entablar acuerdos en los que ambos se sientan tenidos en cuenta.
Y, sobre todo, desarrollar la paciencia. “Es un proceso que lleva tiempo, los roles son una construcción y se irán definiendo: qué hace la mamá y qué hace el papá en torno a la crianza. Sí es fundamental que ambos tengan un rol protagónico, no es que ‘te ayuda’ o ‘te da una mano’: es su responsabilidad. Hay que ir buscando y encontrando la propia manera de paternar a esa criatura. Recomiendo a las parejas en consultas prenatales ir generando acuerdos previos en cada punto. Esto sería: nace el bebé, negociamos que solo lo visitan los abuelos, ni tíos ni primos ni amigos, para preservar a la criatura de los estímulos y centrarse en sus necesidades básicas. Definir algunas cosas en la previa evitará inconvenientes posteriores”, sugiere Julieta Saulo, coordinadora del Servicio de Puericultura de la Maternidad Estela de Carlotto.
Formar un súper equipo de amor y contención es la mejor salida familiar.