Historia de amor

Protagonizaron un pasional romance, que traspasó el set y se convirtió en uno de los más recordados.

Monzón y Susana: la diva y el campeón

Protagonizaron un pasional romance, que traspasó el set y se convirtió en uno de los más recordados.

Ella, una modelo reconocida y actriz en ascenso. Él, un boxeador consagrado con proyección internacional. Ella, portadora de una imagen fina y educada, con tan solo 29 años, buscaba nuevos desafíos. Él, morocho y rudo, disparaba golpes desde el ring, mientras compartía la vida con su mujer, Mercedes “Pelusa” García. Pero, como dicen, los opuestos se atraen, y cuando la pasión llama, poco se puede hacer. Aunque luego la vida los llevara por caminos distintos, se atrajeron. El amor golpeó a su puerta, lo dejaron pasar y vivieron una historia rodeada de flashes y misterio.

LA PELÍCULA

Dicen que Carlos Monzón no fue la primera opción para protagonizar al humilde Evaristo en La Mary. Que llegaron a él porque el actor rubio y atlético que buscaban pidió una fortuna. Cosas del destino, quizás. Lo cierto es que el ídolo popular contó en su autobiografía Mi verdadera vida que la primera vez que se encontró con Susana ante la presencia de los periodistas sintió vergüenza, pero que le pareció fantástica, y que se empezaron a conocer entre escena y escena. Ya en la intimidad, afirma que le confesó: “Siempre me pareciste una mujer sensacional, pero ahora que te veo todos los días me parecés más linda. No sos tan flaca como salís en la televisión”. La versión de la estrella es que de entrada, cuando la cruzó en un cóctel, ya le estampó un beso en la boca.

Así, con ese cruce de miradas y tensiones, comenzó el rodaje del film, que se transformaría en uno de los clásicos de la época. Las escenas de los protagonistas arrasados por el deseo sexual fueron, aseguran los rumores, más reales de lo esperado, a tal punto que cuando el director gritaba “¡Corte!” los besos seguían y seguían. En una oportunidad, el boxeador habría echado a todos los que estaban en el estudio para quedarse a solas con la actriz. Dicen, también, que llegaban en autos separados y que se iban juntos cuando terminaba la jornada. Todo esto, claro, a espaldas de la esposa de Monzón (a quien veía en la provincia de Santa Fe los fines de semana) y del novio de la diva, el productor Héctor Caballero (que, ajeno a las habladurías, visitaba el set de la pasión).

EL ROMANCE

Concluidos los tres meses de rodaje, Carlos y Susana ya sabían que había entre ellos algo digno de continuar. “A medida que avanzaba la filmación, me iba gustando cada vez más. Pero no fue su físico y su porte fabuloso lo que me atrajo en una primera instancia. Fue su carisma, su desfachatez. Nosotros éramos como el agua y el aceite. Teníamos mundos diferentes, pero como hombre, era una bestia de buen mozo. Era una cosa increíble”, describió Giménez. Fue así que ella decidió poner fin a su pareja, mientras que Pelusa tuvo que enterarse… por las tapas de las revistas. Protagonizó escenas de furia contra la actriz, como pedirle explicaciones en la puerta del teatro.

Finalmente, los tortolitos formalizaron la relación. Un vínculo que duraría cuatro años, en los que se conocieron y se disfrutaron pero también se padecieron. Eran muy distintos. Dos estrellas con personalidades y orígenes diferentes, a lo que se sumaban las actitudes machistas por parte de él (como cuestionarle las polleras cortas o los vestidos ajustados) y sus problemas con el alcohol. Sin embargo, Susana no perdía la fe y trataba de guiarlo. Hasta llegó a ponerle una profesora particular para que le enseñara modales y cultura general. “Por ella estoy empezando a leer. Me persigue para que termine el sexto grado. No fuma ni toma vino para no tentarme. Me trató con ternura, me supo comprender”, aseguró el ídolo. Giménez, por su parte, dijo que con Monzón conoció el sexo.

EL DECLIVE

Compartían un departamento en O’Higgins y Sucre, pero eran permanentes los viajes, tanto por placer como por los trabajos de uno y otro. Se acompañaban, se querían y, sobre todo, se atraían. “Para la casa es una inútil. Los días que hace frío, no sabe ni hacer un guisito. Pero no importa, me la banco porque ella se pone unas botas, unos pantalones como de tigre que tiene, se mete perfume que trae de afuera, y qué se yo. Ya no tengo más bronca», justificaba él. Las escenas de violencia, como la que se vivió en Italia (a donde Monzón la visitó tras una victoria mientras filmaba), Susana las niega hasta el día de hoy; aunque se la vio con un ojo negro, que ella justificó como un golpe con una cómoda.

“Me pegó una vez sola, la de Nápoles, y parece que a algunos no les alcanza. Estoy harta de que quieran buscar sangre y que no respeten lo que digo», recalcó este año la diva, echando por tierra lo que hasta Mirtha Legrand asegura que llegó a confesarle. Giménez insiste en que los golpes eran de los dos lados y que ella también era violenta con él. Quizás abrió los ojos para proteger a su hija y su carrera, y decidió terminar la relación. Monzón quedó destrozado. De nada valieron sus visitas e intentos por volver, cuando Susana tuvo que evitar que se cruzara con sus nuevas conquistas, como Cacho Castaña. El tiempo pasó y sus caminos se separaron: la actriz llegó a ser la estrella que hoy conocemos, mientras que el boxeador terminaría en prisión y perdería la vida en un accidente automovilístico, con tan solo 52 años. Luces y sombras de un romance que aún hoy sigue siendo noticia.

Estrenada en 1974, La Mary causó polémica en aquella época por sus escenas de alto contenido erótico. Hace unos años tuvo su regreso en versión remasterizada y en 2019, ante el éxito de la serie Monzón, se pudo ver por la pantalla chica. Incluso, la película fue tan significativa para la diva argentina que bautizó su mansión de Punta del Este con ese nombre.

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