Estar bien

En algún momento de nuestras vidas pareciera que dejamos de jugar. Sin embargo, en la adultez, el juego es parte importante en la creatividad.

Los grandes también juegan

En algún momento de nuestras vidas pareciera que dejamos de jugar. Sin embargo, en la adultez, el juego es parte importante en la creatividad.

¿A quién no se le ilumina la cara o el corazón cuando le proponen jugar a algo motivante? Jugar es una de las acciones más gratificantes con las que cuenta el ser humano para disfrutar momentos individuales o compartidos. Es más: si vamos al diccionario, la palabra “jugar” tiene ¡por lo menos 22 entradas con distinto significado! Esto nos hace pensar que lo lúdico atraviesa nuestras vidas mucho más de lo que parece a simple vista.

Sin embargo, en algún momento de nuestro proceso de crecimiento y maduración, empezamos a postergar e incluso a olvidar permitirnos espacios y momentos de juego. Las obligaciones y responsabilidades; los horarios y compromisos de los que ocuparnos se convierten en la rutina de “cosas impostergables” que, a la larga, puede hacer que dejemos olvidado al personaje principal: uno mismo.

De todas formas, ese niñito interior que nos habita se las arregla para hacerse oír. No es raro que nos sorprenda cuando, durante una llamada telefónica, hacemos un bollo de papel para embocarlo en el cesto de basura o cuando pateamos una piedrita mientras caminamos. Casi sin darnos cuenta, estamos jugando.

QUE SEPA ABRIR LA PUERTA …

La primera puerta que hay que abrir “para ir a jugar”, tal como recita la ronda infantil popular “Arroz con leche”, somos nosotros mismos. Inés Moreno es docente, autora de El libro de los permisos y fundadora del Estudio Inés Moreno, un centro especializado en la aplicación del juego y técnicas no convencionales para la formación y entrenamiento de personas. La profesora hace hincapié en que el permiso –por ejemplo, para concretar proyectos e ideas, o para jugar− no viene desde afuera sino desde adentro; el permiso nos lo tenemos que dar nosotros mismos, algo así como lograr una autoconquista.

A través de la andragogía –un conjunto de técnicas de enseñanza para educar a adultos− se puede ayudar a que los grandes se animen a descontracturarse a través de una experiencia lúdica. Muchos adultos han descubierto que los talleres de juego son una oportunidad atípica y efi caz de encontrarse a sí mismos y a otros a través del juego.

“Es común que tengamos un deseo de salir de la rutina. El adulto tiene la necesidad de jugar, pero las distintas responsabilidades lo llevan a que resigne su niño interior. En los talleres de juego lo hacemos afl orar”, cuenta Patricio Verdino, licenciado en Educación Física y Deporte, especializado en la utilización del juego como herramienta para trabajar en equipo, ejercer liderazgo, o lograr la cooperación tanto en el ámbito educativo como en el empresarial, entre tantos otros beneficios. Hasta las cosas negativas de la vida pueden ser disparadoras de “Basura emocional”, el juego que creó Verdino para gestionar experiencias o situaciones que nos agobian.

IMAGINACIÓN E INTELIGENCIA, DOS LLAVES MAESTRAS

Un trozo de papel, una caja, una tapita… ¡todo sirve! porque el juego, la inteligencia y la creatividad van de la mano. A través de cualquier objeto o material, incluso solo con nuestro cuerpo, podemos generar una experiencia lúdica afín a nuestros talentos, habilidades y capacidades mentales que, integrados, conforman las “inteligencias múltiples” –así definidas por el psicólogo e investigador estadounidense Howard Gardner−. Estas nos permiten crear soluciones en todos los ámbitos de nuestra vida y más aún si estamos en un contexto distendido como el del juego.

Gardner definió ocho inteligencias: la lingüística, la musical, la lógico-matemática, la espacial, la corporal-kinestésica, la intrapersonal, la interpersonal y la naturalista. Todos tenemos estas inteligencias; según el autor, la clave está en detectar en cuáles nos destacamos más para poder potenciarnos dondequiera que sea.

Muchos recordamos la película La vida es bella, la historia de una familia judía que es deportada a los campos de concentración. El padre –que permanece con su pequeño hijo durante todo el cautiverio− le presenta al niño la cruda realidad como un juego con reglas que hay cumplir para obtener puntos, ganar la batalla e intentar subsistir.

Los mundos de la ciencia, de la empresa y el ámbito educativo se valen de los recursos lúdicos con distintos fi nes. El cerebro que juega y genera la posibilidad de descontracturarse optimiza su funcionamiento y potencia su creatividad para vivir mejor. Así lo demuestra con sus estudios teóricos y ejercicios prácticos el doctor en Biología Molecular Estanislao Bachrach.

Airearse, oxigenarse, jugar con algo sencillo que nos distraiga, puede ayudar a renovar los puntos de vista, a encontrar una mirada nueva para, incluso, tomar buenas decisiones. “El juego nos desenmascara: allí somos nosotros mismos, por eso, los facilitadores del juego debemos abordar esos momentos lúdicos de una manera respetuosa, gradual, contenedora. Además, el juego es liberador y permite lograr objetivos de modo agradable y llevadero”, destaca Verdino.

Juegos individuales o compartidos, de mesa o en movimiento, con material reciclable, con objetos domésticos o con accesorios deportivos. Juegos eran los de antes –las canicas, la soga, el trompo, la rayuela− y también los de ahora, incluyendo los que nos facilita la tecnología. En el mundo lúdico hay espacio ilimitado para la imaginación.

El juego agrupa, conecta, ayuda a consensuar, a establecer pautas, a pactar con otros o con uno mismo, a lograr objetivos. Si jugamos, nos permitimos disfrutar y reír. En este mundo, absolutamente todos somos bienvenidos: es cuestión de destinarle tiempo al niño interior, esa porción esencial de nosotros mismos que está lista para abrir la puerta… y salir a jugar.

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