Los gatos encierran un misterio. Se ganaron la fama de tener siete vidas. Pasean tranquilos con una plasticidad tal que pueden saltar varios metros más que su propia altura o zigzaguear entre copas de cristal sin siquiera mover una. Duermen horas, y durante muchas otras quedan en un estado de meditación, con los ojos entrecerrados, plácidos pero atentos a cualquier movimiento de su alrededor. En uno de sus poemas, Pablo Neruda dice que si el hombre quiere ser pescado y pájaro, o la serpiente tener alas, el gato quiere ser solo gato, “y todo gato es gato, desde bigote a cola, desde presentimiento a rata viva, desde la noche hasta sus ojos de oro”. Así de inspiradores resultan. Osvaldo Soriano, otro de los escritores amantes e intrigados por los felinos, escribe en uno de sus libros: “Los gatos nos traen a domicilio el misterio de la creación”. Ahora bien, ¿qué pasa cuando estos animalitos deciden salir a pasear por la cornisa de un departamento o trepar un muro e irse de su casa durante horas? Las ciudades están llenas de carteles con fotos de gatos perdidos, con sus dueños rogando información. ¿Qué se debe hacer para que no se escape?
Engatusar
Todas las teorías sobre por qué los gatos salen de las casas rondan alrededor de una gran idea y es que el gato es un ani-mal parcialmente domesticado que sigue teniendo sus hábitos felinos muy marcados. “Ese instinto animal y sus hábitos de cacería, de depredador, lo llevan a que explore. Además, es muy territorial, por lo que siempre va a intentar marcar y ampliar su terreno de dominio”, explica el médico veterinario Germán Andrés (Mat. 9525).
¿Esto significa que hay que resignarse a que se irá y volverá (o no)? El veterinario Rubén Gatti (Mat. 3624), especialista en medicina felina, dice que de ninguna manera debe ser así, y va aún más lejos: “Por una cuestión de sanidad pública, los gatos que tienen una familia humana deberían tener prohibido salir solos a la calle, porque entrar en contacto con el medio urbano les implica una serie de peligros que pueden ser mortales”, asegura.
Los riesgos son muchos, van desde lesiones traumatológicas –porque los atropelle un auto, se caigan de una altura demasiado importante, se peleen con otro animal o un humano los golpee–, intoxicaciones que podrían ser mortales, infecciones –existe al virus de inmunodefi ciencia felina, que se transmite de gato a gato–, adquirir toxoplasmosis si comen una presa viva, o llenarse de hongos, tiñas o parásitos internos, por ejemplo. “Hay una creencia muy instalada de que la vida de los gatos es andar por los techos y que eso no se puede evitar. No es así, los gatos que viven con humanos no deben salir”, reitera Gatti.
Qué Hacer
El primer consejo es castrarlos, porque eso hará que ya no tengan actividad hormonal y no intenten buscar pareja, se peleen con otros o vayan a marcar el territorio por zonas vecinas. “Pero un gato castrado se puede escapar igual, el hábito de ser curioso disminuye, pero no se pierde”, advierte Andrés. El otro punto fundamental es poner barreras físicas que lo mantengan a resguardo: redes o rejas en balcones y ventanas, alambrados o muros más altos en los patios.
Además, hay que garantizarles que sus necesidades más instintivas puedan ser satisfechas en su propio espacio, lo que se denomina “enriquecimiento ambiental”. Rubén Gatti brinda algunas pautas a seguir. Por lo pronto, el agua y la comida tienen que estar en distintos lugares, porque el gato en hábitat natural no tiene a la rata al lado de un cuenco con agua, sino que caza a una y consigue lo otro. En lo posible, hay que distribuir dos o tres bebederos por la casa, y también es positivo poner la comida en distintos recipientes y a distintas alturas, lo que va a estimular la actividad física y mental. Por otro lado, es vital darles juguetes para que ellos simulen cazar. Para eso se pueden colgar bolitas, jugarles con palitos que tengan en un extremo plumas u objetos que simulen ser presas.
Bien cuidado y respetando su naturaleza, el gato seguirá siendo el
pequeño rey de nuestra selva.
Los rascadores les permiten afilar las uñas; estos pueden ser de diferentes materiales y es conveniente poner varios, en distintos lugares de la casa. También hay que asegurarse de que dispongan de algún lugar para esconderse y de espacios para treparse y ver la zona desde arriba o refugiarse en altura. Incluso hay estanterías y camas colgantes u otras que se pueden situar en las ventanas para que tengan el estímulo de ver lo que pasa afuera. Bien cuidado y respetando su propia naturaleza, él seguirá siendo el pequeño rey de nuestra selva.