Para conocer

San Telmo

Tango, nostalgia y enorme historia, en uno de los barrios porteños más antiguos y más visitados por los turistas locales y de todo el mundo.

San Telmo

El Barrio Sur también existe

Tango, nostalgia y enorme historia, en uno de los barrios porteños más antiguos y más visitados por los turistas locales y de todo el mundo.

Pocos barrios en el mundo tienen la diversidad, los atractivos, la nostalgia y la historia de esa decena de manzanas que suele estar atestada de turistas locales y extranjeros, todos muy curiosos y ansiosos. San Telmo debe su nombre a San Pedro González Telmo, aunque también se lo conoció como Barrio Sur, sede inigualablemente original del tango y el candombe, a escasas cuadras del obelisco y la Plaza de Mayo.

Por caso, en El Viejo Almacén, justo en la esquina de Independencia y Balcarce, que fuera un antiguo almacén de campaña es, de un lado de la calle, un afamado restaurante de cocina internacional a la carta, con su prestigiosa colección de vinos, y enfrente, un local que es el epicentro tanguero de la ciudad: construido en 1769, en la época del Virreinato, exactamente dos siglos después, el cantante Edmundo Rivero lo adquirió para transformarlo en el tradicional reducto que atesora secretos del arrabal porteño y que es famoso en el mundo entero.

Claro que para conocer íntimamente al barrio, siempre es recomendable empezar por el Mercado de San Telmo, inaugurado en febrero de 1897 para abastecer de víveres a los inmigrantes, con su fachada italiana y sus amplios interiores, atestado de boliches gastronómicos, puestos de antigüedades y todo lo que atrape al visitante. Se encuentra en Carlos Calvo y Bolívar, a solo 200 metros de la Plaza Dorrego (Defensa y Humberto 1°), donde cada domingo funciona la feria más concurrida por los propios porteños y los turistas, rodeada de dos callejas, Don Anselmo Arieta y Bethlem, frente a varios caserones del siglo XIX, reciclados y transformados en negocios de antigüedades, atelieres, boliches, cafés e incluso restaurantes de categoría. Entrado el siglo XXI, es otra de las características de la zona, que se reproduce en calles como Humberto 1°, Defensa, Balcarce, y los pasajes Giuffra y San Lorenzo, que los fines de semana de todo el año desbordan de puestos, visitantes y artistas callejeros y que albergan talleres, como en la galería Los Patios.

Frente a la plaza está el tradicional Bar Plaza Dorrego, clásico cafetín porteño con el original mostrador de estaño con base de madera en forma de L, mesas y sillas de madera y piso de mosaicos por donde supieron transitar y encontrarse, por caso, Jorge Luis Borges y Ernesto Sábato, entre tantos intelectuales de todas las épocas. Es una costumbre que en todas las mesas haya buena provisión de maní, cuyas cáscaras al final del día se diseminan por todo el bar… Compite en prestigio con otros bares de la zona, como el Sur, también conocido como Unión (EEUU y Balcarce), y dos que se encuentran en una misma esquina (Brasil y Defensa, frente al Lezama) el Británico y el Hipopótamo.

Justamente el Parque Lezama es, en sí mismo, una atracción. El lugar en que Pedro de Mendoza realizara la primera fundación de la ciudad, en 1857 fue comprado por el hacendado salteño Gregorio Lezama, quien importó árboles y plantas exóticas y contrató a paisajistas europeos para que lo diseñaran. Tiene varias esculturas y monumentos, un anfiteatro, un mirador y una fuente. En sus alrededores se encuentra, sobre la calle Defensa, el Museo Histórico Nacional, otro de los lugares imperdibles de San Telmo. Como el Museo de Arte Moderno (alberga más de 7000 obras), el Palacio Lezama (donde funcionó la fábrica de Bizcochos Canale), la sede Paseo Colón de la Facultad de Ingeniería, la Casa Mínima (con apenas 2,50 metros de frente), la Galería del Viejo Hotel (convertida en atelier), la Antigua Tasca de Cuchilleros, o la Casa de Juan Carlos Castagnino, entre otras.

San Telmo es uno de los barrios más antiguos: de 1748 data el comienzo de la construcción de la Iglesia de Nuestra Señora de Belén (luego la de San Pedro Telmo) en un terreno donado por el vecino Don Ignacio Bustillo y Zeballos, en Belgrano y Defensa, que mantiene su estructura original y fue declarada Monumento Histórico en 1942. Otras dos iglesias marcan un particular circuito religioso. Por un lado, la Dinamarquesa, de confesión luterana, inaugurada en 1931 en Carlos Calvo y Balcarce, con aportes de la organización Iglesia Danesa en el Exterior: la escalera del frente es una alegoría del sueño de Jacob. Y frente al Parque Lezama, la Ortodoxa Rusa de la Santísima Trinidad –de estilo moscovita del siglo XVII– fue inaugurada en 1904; de cada una de las cúpulas azules se eleva una cruz orientada hacia el Este, una costumbre de Rusia.

El Paseo de la Historieta

Se inicia en Defensa y Chile con Mafalda, Susanita y Manolito (Quino); continúa por Chile hasta Balcarce con Isidoro Cañones (Quinterno); 100 metros a la izquierda están Larguirucho y Súper Hijitus (García Ferré). En el camino a Belgrano se ubican sucesivamente Matías (Sendra), unos metros más allá, Don Fulgencio (Lino Palacio), Clemente (Caloi), y luego las Chicas de Divito. Doblaremos hacia Paseo Colón para ver a Patoruzú (Quinterno) y, siguiendo hacia Azopardo, Patoruzito e Isidorito. La imagen de Gaturro (Nik), llegando al Bajo, y ya en Puerto Madero, Don Nicola (Héctor Torino). Sobre Juana Manso nos encontramos con Negrazón y Chaveta (Cognigni), y en Marta Lynch surgen los bronces de Diógenes y el Linyera (Tabaré) y Langostino y Corina (Eduardo Ferro). En la penúltima detención esperan Inodoro Pereyra y su perro Mendieta (Fontanarrosa), y al llegar al Museo del Humor, en Av. de los Italianos podremos individualizar a La Jirafa (Mordillo).

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