En una cultura en la que predomina el mirar y ser mirado, en la que se comparten a través de las redes sociales los logros, las alegrías y virtudes, nadie quiere hacer notar sus desdichas o incertidumbres. Más bien, los errores se esconden bajo la alfombra, para hacer de cuenta que no existen, pero están, y tarde o temprano vuelven a aparecer. Sin embargo, la capacidad para alcanzar la tan ansiada felicidad está estrechamente relacionada con la manera en que reaccionamos ante el éxito y el fracaso.
No hay rosas sin espinas
La doctora en Psicología Carol Dweck estudió la influencia de dos tipos de mentalidades en la vida de la gente: una “mentalidad fija” asume que nuestras capacidades y personalidad no pueden ser cambiados de manera significativa; mientras que la “de crecimiento” cree en la ampliación y la modificación. De modo que, mientras para algunos, el fracaso tendría que ver con limitaciones innatas; otros verían en el esfuerzo una posibilidad de crecimiento y, en vez de competir, se inspirarían en el éxito de los demás. Según la especialista, se puede trabajar sobre una mentalidad fija y convertirla en una de crecimiento, que se centre en el proceso y no en el resultado final.
En la vida cotidiana, estamos constantemente tomando decisiones, y desde las más simples hasta las más complejas guardan la posibilidad de equivocarnos. ¿Qué pasa, entonces, cuando no triunfamos? ¿Cada derrota debe verse como un tropezón? Laura Siniscalchi, psicóloga especialista en adultos, explica que éxito y fracaso son dos conceptos efímeros, internos de cada persona y difíciles de manejar. “Es importante permitir la equivocación, porque de ella es de donde más aprendemos, haciendo una especie de ensayo y error. Es algo que nos toca a todos los seres humanos”, analiza Siniscalchi.
“Lo que se pierde de vista con una mirada resultadista es la posibilidad de disfrutar de los procesos”.
En el mismo sentido, el psicólogo Enrique Grandolini entiende que el éxito está sobrevalorado, y el fracaso, devaluado, cuando los errores son un componente estructural de la vida, porque nos aportan información fundamental sobre nuestras fortalezas, puntos débiles y deseos. El psicólogo manifi esta: “Lo que se pierde de vista con esta mirada resultadista y, en cierta forma, superficial, es la posibilidad de disfrutar de los procesos, del recorrido, de lo que puede surgir inesperadamente en él y de todo lo que podemos aprender de nosotros mismos”.
Quien se compara, pierde
Hay otro punto clave, que es la comparación, y elproblema es que, en muchos casos, el éxito viene definidopor otros y no por uno mismo. En ese contexto,el consumismo y la competitividad que reinan en la sociedadactual no contribuyen. ¿Es posible redefinir quésignifica ser una persona exitosa? “Es una condición humanadesear lo que tiene o es el otro. A través de la terapia,eso se modifica y empezamos a ver qué queremosser. El que no lo hace queda vulnerable a todo lo externo.Si logramos transformar esto en preguntas, entonces podemosllegar al punto de decir ‘lo que yo quiero es esto’”,reflexiona Siniscalchi.
Querer conformar a otros genera, a la larga, insatisfacción.Del mismo modo, no arriesgar para no errar impidecapitalizar el aprendizaje. El consejo de Gandolinies estar atentos a los condicionamientos: “Muchas veces,nos proponemos objetivos que no tienen que vercon nuestros deseos, sino con valores de otras personas,o con ciertas ‘programaciones’ familiares que nos hancondicionado a valorar ciertos logros sin escucharnos anosotros mismos. Cuando vamos detrás de eso, no estamosbuscando algo que nos llene, sino que alguien nosapruebe o nos quiera”, resume.
De todos modos, sí existen algunas maneras de sobrellevar mejor los errores. Una de ellas es reconocerlos ante la persona que corresponda, sin necesidad de hacerlos públicos; así como tener en cuenta que el estrés y la presión contribuyen a equivocarse, por eso es importante reflexionar para encontrar la mejor solución. Asimismo, hay que registrar que la alegría del triunfo también es pasajera. Refiere Gandolini: “Quizá sentimos cierta euforia un rato, yal poco tiempo ya estamos deseando otra cosa”.