Es una tarde calurosa de verano y Milva Castellini llega con una sonrisa fresca. Viene de conducir El noticiero de la gente por Telefe, junto a Nicolás Repetto y Érica Fontana, pero tiene la energía y la predisposición de quien recién comienza el día.
Nació en Santa Fe, y de niña quería ser pediatra, hasta que le ganó su capacidad de comunicar y se abrió camino en la radio y la televisión. En 2000, le ofrecieron radicarse en Buenos Aires para ser parte de Telefe, e hizo de ese canal su casa. Tanto, que allí conoció a su marido, Sebastián Lugones, director de cámaras del noticiero. La bisagra profesional (y personal) fue cuando, a mediados de 2012, mostró públicamente el video del momento en el que, después de cuatro tratamientos de fertilización, se enteraba de que al realizarse el quinto finalmente estaba embarazada. Hoy redobla su compromiso con quienes atraviesan lo que ella ya recorrió desde un programa en vivo por FaceLive. Lo expresa de manera simple: “Me parece que estamos necesitando escucharnos y vernos reflejados”.
Pareciera que tu maternidad te refundó profesionalmente, ¿no?
Absolutamente. Te juro que es un quiebre. Pasaron cinco años y sigue con la misma vigencia. ¡No pasa una semana sin que alguien en la calle me pare y me diga: “¡Sabés lo que lloré con tu video!”. O, lo más fuerte, cuando te cruzás embarazadas o que ya tienen a sus bebés y te dicen: “Yo no podía más, te escuché, volví a intentarlo y salió”. Cuando grabamos ese momento tan especial, lo hicimos porque Sebastián me dijo: “Yo creo que con esto podemos dar una mano”, pero no sabíamos que iba a tener tanto impacto. Y ahora, por otro lado, buscamos otra manera de seguir en conexión y estamos empezando a desandar el camino del FaceLive con un programa en vivo los viernes a la noche. Me conmueve profundamente cuántos del otro lado están esperando ese ratito, lo entiendo porque estuve ahí, yo sé lo que duele.
Es muy interesante que la tecnología te permita ser hoy tu propio canal, estar en la cocina de tu casa y materializar un proyecto así.
Sí, es verdad. Tratamos de ponernos en el lugar del otro. La contamos porque nos dimos cuenta de que nos pasaba a muchos y estábamos resolos. Después de que vivís determinadas cosas, y a lo mejor también por tener exposición pública, sentís que quedás con un compromiso. Lo que hacemos es absolutamente auténtico, altruista; incluso, invertimos en tecnología para poder hacer cosas más lindas progresivamente. Tampoco es arengar, es decirles que las que lo logramos pasamos por esos momentos que están pasando. Necesito hacerlo, no me lo puedo dejar adentro, me constituye.
Hoy te debés de sentir más útil profesionalmente.
Y completa. Sí, con un compromiso, habiendo trascendido con algo que es tremendamente personal. Yo hice cinco intentos (para quedar embarazada) pero hay otros que hacen quince, y digo: “¡Qué entereza!”. Hay gente mucho más valiente que yo, pero yo les habilito el encontrarnos los viernes y darles ánimo a otros.
Llegar a la maternidad fue un enorme desafío, pero ¿cuáles son los que te trajo después?
[Se ríe mientras habla.] Después decís: “¿Cómo fue que me metí en esto?”. Dos cosas fuertes me vienen primero: una paciencia eterna que te lleva a tu propio límite; y entender por primera vez que hay alguien que está antes que vos, un sentimiento que únicamente experimentás con un hijo. Es una instancia de amor puro e intransferible. Me siento en el momento más pleno de mi vida; lo veo a Martiniano crecer, lo veo lindo, lo veo libre, me vuelve loca y yo, como mujer y mamá, me siento en un momento de mucho equilibrio. Igual, cuando estoy desbordada, vuelvo sobre algunas lecturas o charlo con otras amigas mamás. Uno de los libros que estoy leyendo es Criar sin miedo, o sea, con seguridad, con confi anza y entendiendo que la concesión permanente no les termina haciendo bien; en lo inmediato está buenísimo, pero sabés que tenés que construir un ser humano que no se frustre enseguida, que a los 12 años, cuando una nena le diga “no me gustás más”, se le va a romper el corazón igual, pero bueno… que sea un chico fuerte.
Me siento en el momento más pleno de mi vida.
¿Se te rompió a vos el corazón por amor?
Sí, sí, he tenido muchos novios, me casé muy joven, me separé.
¿Te casaste joven?
Sí, a los 24 años, era rechica.
Antes de dejar Santa Fe y de radicarte en Buenos Aires, ¿verdad?…
Sí, me casé y al año me vine. Me separé a los 30 y después tuve algunas historias lindas, muy intensas, de las que tengo lindos recuerdos en general, obviando alguna, pero sí, cuando comencé una relación, siempre estuve entera y convencida de lo que pasaba, así que sí, he sufrido por amor.
Hablás amorosamente de que con Sebastián armaron una familia ensamblada, ¿fue algo que se dio simple y naturalmente o tuvieron que trabajarlo?
Es una construcción grande, un recontradesafío. Hoy sí siento que la construimos y que ya es nuestra, y que ya nos asimilamos y aceptamos todos con las locuras y las virtudes de cada uno, tanto con Abril ‒a quien conocí cuando tenía 5 años y medio y hoy ya tiene 13‒ como con la mamá de Abril, Carla, a la que quiero con todo mi corazón. Pero al principio se construye. Me encanta cuando hablamos ahora con Abril y me dice: “Ay, Mil, ¿te acordás cuando te peleaba, o cuando te hice tal cosa?”. Nos reímos las dos de los ataques de celos mutuos.
¿Sentías celos?
No es lo mismo cuando venís con hijos que cuando venís todavía soltera. Tenés una cosa ahí de celos que son absolutamente absurdos, pero los celos son absurdos. Hay momentos en los que tironeás, hay veces que sale mejor. Y lleva esfuerzo y lleva tiempo. Hasta que en un momento te das cuenta de que la cosa es tan grande que va solita. Pero depende mucho de la buena voluntad de todas las partes, por eso te la nombré a Carla. Ella permitió que esto fl uyera, con una gran generosidad compartió a su hija, ayudó a que su hija pudiera entender que su papá estaba de novio, muy pocas veces pasa eso.
Te pusiste a pensar qué te pasaría a vos teniendo que “compartir” a tu hijo con la nueva pareja de tu ex…
Ay, ay, ay, creo que tendría que llamar a Carla y pedirle que me cuente cómo hizo. Me lo decís así en frío y yo digo: “Me muero muerta”, tenés que tener una seguridad muy grande, el corazón muy grande, una entrega grande, aprender a confiar…por eso, cuando hablo de familia, la incluyo. Y te digo una cosa, Abril me pudo haber hecho escenas de celos, ni te digo cuando quedé embarazada, pero a su hermano lo amó del minuto cero, y él a ella, intensamente.
¿Qué deseás para 2018?
Ay, cómo no caer en lugares comunes, pero necesitamos todavía seguir pidiendo convivencia social, respeto por la diferencia, integración, un poco más de oportunidades parejas para todos, de laburo para todos, de buenas escuelas para nuestros chicos, de hospitales en condiciones. Me gustaría que no sea tanto para un lado y tan poco para el otro. Que aprendamos a escucharnos sin tener necesariamente la actitud de decirte que pienso distinto, porque puedo pensar distinto, pero no tengo por qué salir a opacar lo que estás diciendo. No tenemos que gritarnos ni imponernos nada; tenemos que ver si con dos ideas distintas hacemos una que está buenísima y, si no las podemos aunar, bueno, a ver qué hacemos con estas dos ideas para que puedan ir juntas sin restar, sino que sumen.
Aprendí que somos más fuertes de lo que creemos; que tenemos que ser más humanos y menos prejuiciosos.
Querés más respeto…
Exacto. Quiero que no estacionen más en las bajadas de discapacitados, que no nos gritemos más desde los autos, que seamos respetuosos con el peatón que va a cruzar, porque me parece que son las pequeñas cositas que nos constituyen mejor. Quiero que pensemos un minuto en el otro, que no estoy yo primero para pasar, para pagar, para entrar. Quiero un poco más de seguridad para todos; si educamos, si contenemos, si abrimos espacios de cultura y sociales, si acercamos oportunidades, si distribuimos mejor, podemos empezar a laburar desde antes.
Todos tenemos nuestros propios dramas. ¿Qué le dirías a quien atraviesa uno y necesita sobreponerse?
Yo aprendí que ninguno tiene encima más de lo que puede bancar; que somos mucho más fuertes de lo que creemos y que hay algo que tiene que suceder, y eso va a ocurrir en su mejor momento, pero mientras tanto, tenemos que ser más humanos, menos prejuiciosos, más solidarios. Y en el caso puntual de quienes buscan un hijo, que el deseo es mucho más fuerte que cualquier miedo, frustración, estudio negativo o enojo. Hay que abrazarse al deseo, por ahí es el camino.
Para el 2018, necesitamos todavía seguir pidiendo convivencia social, respeto por la diferencia e integración.