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Josefina Espigares

Ceramista y alfarera, armó la fundación Los Naranjos, donde trabaja con adolescentes transmitiendo sus conocimientos y pasión.

Josefina Espigares

“Enseñar un oficio ES FORMAR PARA LA VIDA”

Ceramista y alfarera, armó la fundación Los Naranjos, donde trabaja con adolescentes transmitiendo sus conocimientos y pasión.

Hace 17 años que Josefina Espigares decidió poner manos a la masa. En realidad, esa frase hecha era una buena descripción de su profesión: ella es ceramista y alfarera y hacía años que venía dándoles forma a piezas de arcilla. Pero, habiendo criado cinco hijos, quiso comprometerse con lo que la rodeaba y hacer por los otros. “Siempre había tenido en la cabeza crear algo con lo que hacía y los chicos. Quería que aprendieran un oficio y la cultura del trabajo. Porque enseñar un oficio es mucho más que enseñar a usar un torno, es formar para la vida”. Así puso en marcha Los Naranjos.

Postas

La primera etapa del recorrido la hizo en Moreno, con chicos de un hogar que estaban por cumplir 18 años y tenían que dejar el lugar. Traían historias complicadas en lo afectivo-familiar, con situaciones de abandono y de violencia. “Si bien no tenían referentes, ellos veían su realidad y decían:No quiero esto para mi vida’. Eso es lo más valiente que vi en mi vida. No era algo que pusieran en palabras, pero sí que demostraban en los hechos. Tenían ganas de aprender, constancia, perseverancia y voluntad”. Así que el taller de Josefina empezó a llenarse de adolescentes que hacían la formación y luego pasaban a la empresa social, donde producían piezas que luego se vendían, lo que permitía la autosustentación.

A todas las organizaciones nos cuesta mucho trabajo mantenernos solas, así que hacer alianzas es una muy buena estrategia.

En la segunda etapa, Los Naranjos se mudó a un lugar enorme en Don Torcuato. Empezaron a trabajar también con organizaciones del barrio y chicos en situación de calle. “Soy ceramista y madre. Hacía las cosas con muchas ganas pero nos fuimos equivocando. Teníamos una estructura muy grande en la empresa social, imposible de sostener. Fueron años duros”.

Fue entonces cuando, a fines de 2017, la unión hizo la fuerza: Los Naranjos se vinculó con Grano de Mostaza, otra organización dedicada a acompañar a adolescentes para que terminen el secundario y en programas de empleabilidad por medio del arte y las habilidades blandas. “A todas las organizaciones nos cuesta mucho trabajo mantenernos solas, así que formar red y hacer alianzas es una muy buena estrategia”. En 2018 hicieron una prueba piloto para redefinir la identidad de la fundación: decidieron seguir trabajando con adolescentes y jóvenes socialmente vulnerables pero escolarizados. Fueron a visitar las escuelas de la zona y armaron un curso de una vez a la semana.

En marcha

En 2019 tuvieron un gran año porque, con el apoyo del Ministerio de Desarrollo Social, dieron instrucción una vez por semana a cien chicos de escuelas de la zona. Hubo 70 egresados. “Nos interesa mucho la inclusión, así que trabajamos con chicos con discapacidad, ya hemos tenido chicos con síndrome de Down y con retraso madurativo”. Hoy Los Naranjos creó el programa de frecuencia semanal “Artesano de mi vida”, que dura dos años y consta de una formación integral técnica en cerámica, valores y herramientas para el trabajo. Al año siguiente, dos veces por semana, los egresados pueden hacer una práctica profesionalizante en cerámica con formación en habilidades sociales y comunicacionales para el trabajo. La tercera etapa es la oportunidad de pasar al área productiva y quedarse otro año trabajando media jornada en la empresa social. “Allí armamos un programa puente para conectar a cada uno con la pregunta de qué quiere hacer de su vida y ponerlo en contacto con un tutor que los siga acompañando”. Cuatro exalumnos de Los Naranjos pudieron abrir sus propios talleres y cada tanto la fundación les pide piezas para abastecer la demanda de la empresa social, ahora con una estructura más pequeña.

Josefina ya no se imagina con otra vida. “Te vas fortaleciendo y aprendiendo, se sufre, pero empezás a vivir desde otro lugar, te enriquece mucho. En un punto pienso que es un poco egoísta porque uno da mucho menos de lo que recibe. Esta es una de las maneras más lindas de vivir, pensando en el otro y dándole al otro; no me imagino de otro modo. Además, en este último tiempo también estoy pudiendo transmitir a otros y formando un equipo y eso es lindísimo, ver cómo los otros lo toman y lo dan a su vez. Sentís que la tarea va multiplicándose”.

El poder de la arcilla es mágico: hacer del barro una pieza artística o utilitaria, levantar de la nada las paredes de esas vasijas, tornearlas, darles forma. Y después el orgullo de decir: “Yo hice esto”. “Tiene propiedades curativas; es una sensación muy linda, te concentrás en el material, que es muy noble, y esa conexión emocional con el material genera una especie de meditación activa. La arcilla tiene una riqueza increíble”, dice Josefina, y sabe de qué habla.

¿Cómo colaborar?

Los Naranjos se sustenta con la venta de su producción. Para comprar sus piezas, hay que hacerlo a través de su Instagram, @fundacion_losnaranjos. También reciben donaciones y buscan padrinazgos para los jóvenes del programa.

Más información en: www.fundacionlosnaranjos.org

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