La pasaron más de cuarenta y cinco años desde que una productora la descubriera en un boliche y la convocara para ser la tapa de revista Gente. Aquella puerta que se abrió la conectó con una vocación que ya tenía, pero que aún no había despertado. Hoy Adriana Salgueiro continúa el camino que comenzó a los dieciséis con la misma pasión y entrega. O quizá más.
En todo este tiempo, fue modelo, condujo en radio y televisión, fue panelista, y actuó en cine, teatro y televisión. “Soy polirrubro. Yo creo que hay que reinventarse y no quedarse en lo que uno a lo mejor fue en una época brillante, sino ir adaptándose. Y eso es lo que yo hago. Pude ser protagonista de una tira, y después ser segunda o hacer un bolo. Puedo ser panelista o lo que venga, y está bien, es trabajo”, afirma.
De todos esos roles, ¿cuál es el que más disfrutaste?
En la conducción disfruto mucho porque soy yo. La gente acepta o no un poco a la persona. Pero lo que más disfruto es la actuación, porque me permite hacer diferentes tipos de personajes y me da más posibilidades de juego.
¿Sos de ver cosas que hiciste?
Maso. Me divierte mirarlas porque me causa gracia la estética, pero soy muy brava conmigo misma, muy criticona. Soy muy mala conmigo. Entonces, no sé si me gusta mucho verme, pero no por el paso del tiempo, sino por el estilo y la forma de trabajo. Sí me gusta el recuerdo. Me encanta saber que lo hice, saber los lugares por los que pasé, las películas, con quién trabajé y todo eso.
¿Qué es lo que recordás con más cariño?
Todo. Trabajé con Olmedo y Porcel, con Francella, con Moria, con todos los grandes de Mesa de noticias, con todos los grandes de Matrimonios y algo más.… Tendría que nombrarte la carrera entera, porque tuve la suerte de trabajar con todos los grandes de mi época. Con cariño y admiración recuerdo a todos, porque fueron mis maestros.
“Tuve la suerte de trabajar con todos los grandes de mi época. Con cariño y admiración recuerdo a todos, porque fueron mis maestros”.
Hablabas del paso del tiempo. Si bien te sostuviste por muchas otras cosas, al comienzo hay una fuerte base de la imagen, ¿cómo te llevaste con eso?
Tenía bien en claro que, obviamente, al principio, tenía que ver con un tema de imagen. La persistencia en el tiempo, saber que todavía duro en el medio, significa que trascendí eso. Trato de verme lo mejor posible, pero soy una persona que acepta la edad que tiene. Tengo sesenta y tres años, trato de verme lo mejor que puedo, pero consciente de mi edad y del lugar que puedo ocupar con esta edad. No me preocupa demasiado.
No siempre hiciste de la linda, tampoco. Tuviste personajes cómicos que se salían por completo de ese rol…
Totalmente. Lo hacía cuando me divertía, y estaba bárbaro. Pero, por ejemplo, hacía un personaje en lo de Moria que más fea no podía ser. Incluso en las obras de teatro, cuando me dan un papel de mujer glamorosa, rica, yo siempre le agrego una rosca más, que tiene que ver con que esté loca o sea de otro país, o que esté empastillada, o lo que sea, para darle un condimento que la saque solamente de la imagen. Para que sea más graciosa. Siempre con la anuencia del director y del autor.
“Lo que más disfruto es la actuación, porque me da más posibilidades de juego”.
¿Dónde suelen comenzar tus composiciones de personajes?
Primero, cuando leo el libro me doy cuenta dónde estoy parada, para qué me llamaron. De ahí, empiezo a pensar qué le podría agregar sin cambiar el libro, porque si lo tengo que cambiar quiere decir que no me gustó y entonces no lo haría. Pienso “A este personaje, a esta persona, ¿qué le podría pasar?”, y ahí es donde se me ocurre que se le da por la bebida o algo así. Porque a mí, fundamentalmente cuando hago comedias, me gusta que la gente se ría, y me gusta que se ría conmigo. Con mis compañeros, también, obviamente. Soy muy buena compañera, no es que soy ladrona de chistes ni de situaciones, ni de hacer escenas paralelas. Pero busco que el personaje, además de agradable, sea gracioso.
Actualmente, Adriana conduce el programa Espléndidos e infidentes en AM 990, junto a Daniel Ambrosino. Antes de que comenzara el período de aislamiento social obligatorio por la pandemia del virus COVID-19, protagonizaba en teatro la obra Atrapalo si podés. Este y otros proyectos quedaron stand by, y solo la radio se mantuvo en pie en estos meses. Sobre la vuelta a las tablas conversa asiduamente con el productor de la obra, Aldo Funes, aunque no se anima a aventurar demasiado: Tenemos esperanzas de que esto se va a poder resolver para todo el mundo, no solamente para nosotros, la gente del mundo del espectáculo. Ojalá sea lo más pronto posible. Es complicadísimo, porque hay que ver si la gente, una vez que se abran los teatros, va a querer ir. Porque va a tener miedo. Yo pienso en el futuro, hablo de qué hacer cuando todo esto se termine para no deprimirme, pero voy viendo y viviendo el día a día.
Te tocó cumplir años en medio de la cuarentena, ¿cómo lo viviste?
Hicimos una charla por Zoom… Sí, está todo bárbaro, ves a tu familia, les ves las caras y todo lo demás, pero nada más que eso. Nosotros somos muy familieros, y el hecho de no poder reunirnos para vernos las caras fue feo. Tengo una sobrina nieta que tiene dos años, y me estoy perdiendo el crecimiento. Hay gente que la pasa mucho peor que yo, me escucho decir esto y me parece que es una pavada. Pero bueno, mi realidad es esa.
En la radio, ¿notaste una respuesta diferente del público?
Sí, absolutamente, un agradecimiento. Hacemos un programa para divertir a la gente, para entretenerla. Si hay una información importante, por supuesto que se da, pero por sobre todas las cosas, la idea es que la gente se olvide un poco del mal momento que estamos pasando para poder seguir adelante. Y a mí me hizo muy bien seguir haciendo el programa, que fue también una salida diaria a tomar aire. Al no poder continuar con el teatro, se me hizo más necesaria, también. Algunos actores pueden y tienen espalda como para bancarse no trabajar hasta que esto se solucione, y otros que no. La mayoría, no. Yo soy una privilegiada al tener la radio. Si no, no sé qué hubiera hecho.
El año pasado, Adriana se fracturó la cadera luego de una caída normal. Pero la mala suerte no terminó ahí, ya que una vez internada, sufrió un shock anafiláctico, una reacción alérgica aguda provocada por uno de los medicamentos que le suministraron y que casi le provoca la muerte.
¿Sentís que una experiencia así te cambia de alguna manera definitiva? ¿O te cambia por un tiempo y volvés al estado previo?
Es un proceso extraño. Al principio es como que no podés creer que estuviste tan cerca de partir. Después, al tener algunas revelaciones, que la gente puede creer o no, te hace sentir que algo especial pasó en tu vida para tener que quedarte acá todavía. Sentís que tenés que cumplir con una misión. Y después te relajás, decís “Ya está, ya pasó”, y seguís con tu vida lo mejor que podés, sin pensar en eso. A veces me vienen unos flashbacks de locos y me agarra una angustia… Pero cada tanto, nada más.
¿Qué revelaciones tuviste?
Uso en el cuello un ala de ángel de plata. Cuando te hacen radiografías te hacen sacarte todo lo que sea metálico. Yo me saqué todo, se lo di a mi marido y lo trajo para casa. Pasó todo lo que pasó y, cuando estaba nuevamente en mi casa, busqué las radiografías y, mirándolas, veo el ala en tamaño real, sin la cadena, a la altura del corazón. Obviamente, cuando vi eso, me quedé muy impresionada. Hablé con el radiólogo y el médico, que no me pudieron dar ninguna explicación. Una persona cercana habló con un cura, y le dijeron que fue la presencia de un ángel que me protegió para que yo no partiera.
Hablabas de una misión, de que por algo te quedaste, ¿sabés cuál es?
Sí, la sé, pero no la tengo que decir, porque no estaría cumpliendo con ella. Es un alivio tener una misión, se lleva con liviandad. No es un peso. Tenés que estar agradecido de saber que todavía tenés algo por cumplir acá. Está bueno.
¿En qué sos exparta?
En arreglar cosas de la casa: electricidad, albañilería, pintura. Me gustan las herramientas más que los maquillajes.
En el súper…
Sí. En una época iba tirando adentro del carrito todo lo que me parecía. Desde hace unos años, me fui volviendo más cuidadosa y me fijo de acuerdo a mi economía qué es lo que me conviene. No puedo comprar sin saber lo que estoy pagando.