En el inicio de todo estuvo la música. Antes de los cuarenta años de carrera en la actuación, antes de ser María Eugenia en Para vestir santos, antes de ser Amparo Guzmán en Verano del 98, antes de ser Evelyn en La banda del Golden Rocket, antes de ser Meche en Señorita maestra e incluso antes de los primeros comerciales, estuvo la música.
Yo lo que hacía era cantar y bailar todo el tiempo. Armaba shows en las fiestas familiares, cantaba y bailaba. Un día, mi abuela le dijo a mi mamá “Llevala a algún lado”, y me empezó a llevar a publicidades. Y empecé a quedar como actriz.
Fue donde empezó todo, pero quedó guardado…
Sí, me inhibía mucho cantar, siempre me dio miedo cantar en público. Y eso que de chica lo hacía…
¿Por qué?
Por algunas situaciones que tuve, medio traumáticas, con mi madre. Me sentí expuesta.
¿Cómo te desbloqueaste?
No sé, pero la primera vez que armé un espectáculo de canciones y canté en público, mi mamá había muerto. Siempre lo relacioné un poco. No fue tan consciente, pero fue cuando empecé a armar ¿Qué será de ti?, el espectáculo de canciones que hice con Javier Daulte en el Maipo. No es que dije “Ahora que murió mi mamá, lo hago”. Leyendo, vi que dicen que cuando uno tiene problemas de voz, eso está muy relacionado emocionalmente con la madre. Yo siempre tuve nódulos y todos los fines de semana me quedaba disfónica. Ahora no me pasa más, hace mucho tiempo.
En esos años sin cantar en público, ¿qué relación tenías con la música?
Siempre fui muy musical. Siempre en mi casa y en mi auto hubo mucha música. La guitarra me la habré comprado recién a los treinta. Apenas me la compré, comencé a componer, naturalmente.
Se abrió una puerta y salió todo…
Sí, pienso que estaba en mí eso, y tenía que salir sí o sí. Si no salía, no sé qué hubiera pasado. Pero tenía que salir, porque compré la guitarra y empecé a componer. Estudié un tiempo con un profe, tomé una clase y en la siguiente le dije “Hice una canción”. Fue una de las canciones que sale en el primer disco, aunque modificada. Se llama “El vestido”.
Empecé a sentir que podía decir lo que quería con la música, que ya no me escribían un texto y yo hacía el personaje.
Una vez dijiste que cuando comenzaste a componer te cambió el mundo…
Por suerte, para bien. No fue de un día para el otro, pero sí empecé a sentir una comunión más fuerte con la música. Empecé a sentir que podía decir lo que quería con la música, que ya no me escribían un texto y yo hacía el personaje. Eso lo hice gozosa mucho tiempo, y lo sigo haciendo, pero siempre soy el títere de alguien para comunicar, aunque use mis emociones. Acá es “Yo quiero hablar de esto y voy a hablar de esto”. Y me parece mucho más directo con la gente, también, tener esa relación.
¿Da más vértigo?
Al principio, sí. Sigo teniendo nervios cada vez que voy a tocar, pero el placer que me da es increíble. Me da muchísimo más placer que actuar. Me gusta mucho actuar, pero la música es otra vibración, otra cosa. El placer para mí no está solo en la música, sino en poder contar lo que me pasa.
Guitarra en mano, canciones en papeles y una avidez que crecía, Gloria se decidió a darles forma a sus composiciones. Para eso, llamó al músico Jano Seitún, con quien comenzó a construir lo que hoy es Coronados de Gloria, el proyecto musical que lidera desde 2013. Fue sumando integrantes de diversos lugares: el baterista, el Colo Belmonte, ya la había acompañado en el Maipo y fue uno de los primeros en escuchar sus temas; Peter Jozami, el guitarrista, es primo de su hija, Ángela Torres; Cristian Terán, el vientista, llegó de la mano de Seitún; como él luego se fue, en su reemplazo se sumó Lisandro Etala para tocar el bajo. Todos, además, tocan junto a otras bandas o solistas.
“Glo, ¿te venís el 1 de agosto a tocar tus temas?”, preguntó un día Belmonte.
Ni lo pensé. Lo leí y me dio dolor de panza, así que le puse que sí al toque, porque si lo pensaba dos veces no me iba a animar nunca.
El placer para mí no está solo en la música, sino en poder contar lo que me pasa.
¿Sentiste al principio que jugabas de visitante en la música?
No, no me pasó. Sí me acuerdo que la primera vez que ensayamos todos juntos quedé muy contracturada. Fuimos a un estudio, empezamos a ensayar los temas y yo estaba muy pendiente de todo, que era nuevo para mí: tenía que escuchar al viento y a la otra guitarra, al bajo, entrar donde tenía que entrar y tocar con ellos. Quedé dura del cuello. Pero creo que no me sentía afuera porque yo era la que hacía las canciones. No es que llamé una banda y me puse a cantar, sino que era “Che, tengo esta música”, y todos se recopaban. Entonces, era parte. Sí me ha pasado de decir que no soy música, hasta que el Colo un día me dijo “Flaca, yo te veo con la viola y con temas. Bancátela, sos música”. Y tiene razón.
Por estos días, la banda no está tocando todo lo que Gloria quisiera (“hace dos meses tocamos juntos por última vez, y extraño un montón”), por los demás compromisos laborales de todos. Los fines de semana, por ejemplo, están vedados para shows por el momento, ya que ella hoy integra el amplísimo elenco de Sex, la jugada propuesta que montó José María Muscari. A pesar de las décadas que lleva en esta profesión, se trata de una experiencia nueva para Gloria.
Muscari ya me había llamado varias veces para diferentes obras y no se daba, no habíamos podido. Cuando me llama para esta obra, me cuenta un poco la idea, que era una obra sobre sexo, y me pareció que yo tenía que hacer algo con respecto a eso. Enseguida me entusiasmó. Me parecía que era el momento para que yo hiciera algo así, era un trabajo para mí poder indagar un poco en la sexualidad y ver qué prejuicios tenía. También me permitió hacer un trabajo mío, personal, de desinhibición. Es muy diferente a lo que vengo haciendo.
¿En qué sos experta?
En manejar el auto. Desde chica me interesó. Mis amigas estaban pensando en otra cosa, y yo solo en manejar. Aprendí a los catorce. Me gustan mucho los autos.
También cantás.
Sí, canto “Sagrado”, un tema de mi primer disco; y dos que son inéditos. Una de las canciones la hago en la zona roja, que es un baño, mientras está pasando una cosa sexual conmigo y yo empiezo a cantar pasando entre la gente. En otro cuadro toco el ukelele en un lugar con el público ahí. Después, las situaciones son completamente diferentes a las que venía viviendo, todas son sexuales y con la gente ahí: te tocan, los tocás. Por ahí estás fingiendo tener un orgasmo y estás agarrada a alguien del público.
¿Qué onda con eso?
Está buenísimo, a mí me divierte. Me parece que me suma por todos lados, aprendo mucho. Además de tener experiencia y llevar mi experiencia a Sex, también aprendo, porque todos los días es diferente. La dinámica es distinta, porque somos veinticinco personas. Es una troupe. Y las situaciones pasan en muchos lugares diferentes, no solo en el escenario. Hay gente que va siete, ocho veces a verla, porque no termina de ver todo lo que hay.
Aprender a la vista de todos, crecer siendo observada, fue una constante en su vida. Desde muy chica entró a la televisión, por decisión de su madre, sin haberlo pedido.
Lo hice y me gustaba, pero no fue mi decisión. No era una nena que le decía a mi mamá “Llevame a trabajar a la tele”. No era un momento en que los padres, o por lo menos mi madre, se detenía a preguntarme si me gustaba y quería seguir o no. Medio que ignoraban un poco lo que pensara. Pero una vez que entré y lo hice, se ve que me gustó. De hecho, me gusta.
No era una nena que le decía a mi mamá ‘Llevame a trabajar a la tele’. Pero una vez que entré y lo hice, me gustó.
¿De entrada lo tomaste como un trabajo?
Sí, siempre fui muy consciente de que era un trabajo. Al mismo tiempo, me divertía, era un juego también. Por suerte, en el primer programa en el que quedé con continuidad fue Señorita maestra, que era un programa de chicos. Tuve esa suerte, porque salía del colegio al mediodía, me iba a la grabación y tenía amigos. Mis amigos eran mis compañeros, que tenían mi edad, entonces me divertía mucho. Pero yo sabía que era un trabajo, era súper responsable.
En el súper…
No es algo que me guste demasiado… Es una tarea, así que igual voy. No miro ofertas, la verdad: agarro lo que ya sé que me gusta.
¿Identificás cuándo se volvió una decisión tuya?
En un momento un amigo me lo empezó a plantear. Yo tenía veintipico de años, y fue la primera vez que lo pensé… Es como algo que me tocó y que hice naturalmente. Evidentemente, me gusta.
¿El comienzo de Ángela fue distinto?
Sí, a la inversa de lo que hizo mi mamá conmigo, yo traté de frenarla un tiempo. No quería que ella empezara y descuidara los estudios, porque finalmente pasa eso. Es inevitable. Ella empezó a pedirme a los seis años, y hasta los doce la frené. Después ya no podía. Ella hizo el casting de La novicia rebelde y quedó, y se apasionó por el teatro. Ya no estaba en mis manos. Desde ahí, la acompaño hasta donde quiere, siempre.