Imaginemos un malabarista de esos que despliegan las pelotas de colores en los semáforos y dibujan un triángulo casi perfecto (si las pelotas son tres) que se mueve, también, en perfecta sincronía. Una pelota sube, mientras la otra baja a la vez que la tercera pasa de mano. No es que el malabarista necesite algún objeto costoso para lograr semejante destreza; con un poco de práctica, cualquiera podría hacerlo. Eso sí, si hay algún movimiento fuera de lo esperado o si una de las pelotas es más pesada o más grande que las restantes, el espectáculo se terminará enseguida.
Ahora pensemos en nuestra vida diaria. ¿No tenemos algo de malabaristas? Seguimos una rutina tan organizada que parece que estuviéramos haciendo malabares todos los días. Por un lado, están las cuestiones del trabajo, con sus horarios y preocupaciones; por el otro la agenda de los chicos con sus necesidades, también las tareas de la casa… Si uno de todos estos elementos se complica, esta organización se desmoronará. Hasta que logremos reemplazar (aunque sea por un tiempo) ese elemento y empecemos nuevamente a hacer malabares.
Cada vez que algo se sale de lugar dentro de esta rutina nos sentimos agotados y, si no hacemos algún cambio, es muy probable que terminemos con un cuadro de estrés. Según define la Fundación Favaloro, “el estrés agudo es el resultado de la forma en que un individuo, según su personalidad y sus recursos de adaptación, reacciona ante un hecho externo o interno que siente como una amenaza o peligro. Desde tiempos ancestrales, ha sido la respuesta natural del cuerpo para promover un estado de alerta o atención que lo prepare para la acción y le permita restablecer el equilibrio luego de que el peligro ha pasado”.
Sin embargo, si esta reacción natural del organismo se perpetúa en el tiempo, puede sobrevenir el estrés crónico que, como algunas de sus consecuencias más frecuentes, presenta ansiedad, ataques de pánico, irritabilidad, ataques de ira, falta de energía. También puede afectar al sistema nervioso, el hormonal, el respiratorio, el cardiovascular, el inmunitario y el muscular, señala el mismo artículo de la Fundación Favaloro.
¿Cómo evitar el peso de la cotidianidad?
Para la licenciada Claudia Pires, secretaria científica de la Asociación Gestáltica de Buenos Aires, “la rutina nos resulta útil si es una organización diaria que nos permite un ahorro de energía para el desenvolvimiento fluido de todas las actividades del día. Si nos estresa, tenemos que revisar esta configuración que nosotros mismos armamos para re-armarla y que así nos resulte funcional”.
Algunas tareas son difíciles de reprogramar, como la hora de entrada o salida de la escuela o de nuestro trabajo, pero hay otros compromisos que seguramente puedan modificarse. Tal es el caso de Solange, mamá de Agustín, que después de llevar durante un año todos los jueves a su hijo a fútbol a la salida de la escuela, esperarlo y recién ahí llegar a su casa, luego de un agobiante día de trabajo optó, este año, por cambiar el día de fútbol a los sábados. De esta manera, van juntos los fines de semana y ella puede disfrutar mucho más del programa.
Según la licenciada Pires, la rutina es como el piloto automático: “Cuando la vida diaria se transforma en algo agobiante, podemos poner en práctica algunos tips, como cambiar las acciones del día u organizarlas de otra manera. También, podemos tomar unas vacaciones, pero de verdad”. Esto significa desconectar por completo de la rutina. Algunos de los consejos que nos ofrece son: salir a un lugar nuevo o simplemente destinar un sábado para uno mismo, que incluya levantarse tarde y consentirse. Un día dedicado por completo a uno mismo puede ser más beneficioso a veces que unas vacaciones, donde tenemos que seguir manteniendo la casa en orden, pensando en el almuerzo o la cena. Otra cosa que también ayuda es aprender algo que nos interese, estudiar algo que tenemos pendiente desde hace tiempo… “Si siempre quisimos aprender un idioma o tomar clases de canto, este es el momento. Igual que pasar tiempo con amigos, encontrar motivos para reír y saber que tenemos un soporte emocional”, explicó.
Para algunos hombres, la explicación de por qué las mujeres vivimos estresadas se resume en una sola línea: porque nos preocupamos de más. Pero si en cambio, le hacemos la misma pregunta a una mujer, posiblemente responda: porque hacemos de más. Quizá ambos tengamos la razón.
“Muchas mujeres excedemos nuestros propios límites. Nos cuesta decir ‘no’ y admitir que no podemos con todo. No queremos decepcionar a nadie y nos olvidamos de pensar en nosotras mismas”, señala la licenciada Claudia Viviana Szmirewicz, psicóloga clínica y analista jungiana de la Asociación Internacional de Psicología Analítica (IAPP por sus siglas en inglés).
La competencia con el hombre no es un tema menor. “Somos hijas del patriarcado y a veces la reacción compensatoria contra esta condición es ser más independientes y autosuficientes que cualquier hombre, nos llenamos con más actividades y al final terminamos exhaustas”, especifica la licenciada Szmirewicz. “Sin embargo, vivimos en una época en que el empoderamiento de la mujer no pasa por compararse con el género opuesto, sino al contrario, en hacer valer las diferencias, eso que nos lleva a conseguir cambios que no benefician a una sola sino a todas las mujeres”, agrega.
Existe una trampa: la de sentir que podemos con todo, que somos “la mujer maravilla”, que podemos trabajar, después buscar a los chicos, preparar la cena, ocuparnos de la ropa… Así lo explica la licenciada Szmirewicz: “Creo que hay un culto a la súper mujer que puede con todo y con tenerlo todo. Este modelo de perfección y de esfuerzo heroico nos hace creer que vale más lo que hacemos que lo que somos y sentimos. Necesitamos delegar tareas y confiar. Creo que cuando una mujer puede reconocerse en sus limitaciones y darse cuenta de que es suficiente ser tal como es, sin necesidad de controlar y serlo todo, se vuelve más real, auténtica, abierta y receptiva”.
7 consejos para mujeres que sienten que nunca tienen tiempo para ellas
Por Lic. Claudia Viviana Szmirewicz
✓ Aprender a decir “no”.
✓ Decir “sí” cuando lo deseamos verdaderamente.
✓ Hacer más cosas que nos complazcan.
✓ Pedir lo que necesitamos.
✓ Conectarnos más con nuestro mundo interno y escuchar nuestra propia voz.
✓ Ser más auténticas con nosotras mismas y respetar nuestros deseos.
✓ Animarnos a ir detrás de nuestros sueños.