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Para los hombres que transitan la “segunda mitad de la vida”, volver a ser padres representa un estímulo y trae cambios en los vínculos.

Padres +50: más tiempo para compartir

Para los hombres que transitan la “segunda mitad de la vida”, volver a ser padres representa un estímulo y trae cambios en los vínculos.

La señora se agachó frente al nene en la vereda y le dijo: “hacele caso al abuelo”. “No es mi abuelo, es mi papá”, le aclaró mientras seguía pateando su mochila como si fuera una pelota. Esta anécdota es real y frecuente hoy, que cada vez hay más hombres que apuestan por la paternidad pasados los 50.

La cuestión es si transitar esta nueva etapa es igual, mejor o peor que cuando se era más joven. Y si hay riesgos desde el punto de vista de la salud. Para averiguarlo, conversamos con tres padres reincidentes y con una experta en reproducción.

Nuevas parejas, nuevos padres

Según datos del Instituto de Estadística y Censo del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, el mayor número de divorcios se concentra en edades extremas: entre los 20 y los 29 años y de los 45 en adelante. Cada vez son menos las parejas que llegan a celebrar sus bodas de plata y mucho menos las de oro… Y con las crisis matrimoniales llegan las nuevas parejas, a veces de mujeres jóvenes con hombres maduros que traen la paternidad “en segunda vuelta”.

Reincidir en la paternidad le llega a un varón de más serenidad emocional, a quien le es más fácil demostrar afecto. También lo suele encontrar en una mejor posición económica, con menos presiones y más tiempo. Algunos tienen la posibilidad de enmendar lo que no hicieron con los primeros hijos, por no haber sabido o por no haber podido. Otros no cambian nada y son igual que con los hijos mayores.

Raúl I. tiene 58 años y dos hijos: Fabrizio, de 20, de su primer matrimonio; y Santino, de 4, a quien tuvo con su segunda mujer. Al tiempo de conocer a quien hoy es su pareja, ella quiso armar una familia y, si bien no lo entusiasmaba la idea de tener otro hijo, “Tuve que ceder”, admite. La llegada del bebé lo encontró con más tiempo que la primera vez para dedicarle, para hacerle la comida y bañarlo cuando la jornada laboral se lo permite.

Alejandro P. es otro entrevistado, tiene 69 años y cinco hijos de edades diversas: 36, 34 y 30 años los de su primer matrimonio; y 25 y 14 los del segundo, Florencia y Benjamín respectivamente. A diferencia de Raúl, cuando formó una nueva pareja, su mujer rondaba los 30 años, por eso ni se cuestionó el tema de la nueva paternidad. No forma parte de los que descubren las bondades de cambiar pañales, dar mamaderas o bañar a sus hijos. Directamente no lo hizo antes ni después. “Eso sí, si mi mujer se sentía mal o estaba cansada, lo hacía”, aclara.

Jorge H., nuestro último testimonio, tiene 59 años, es hijo único y siempre soñó con una familia grande como la que vivió en la casa de sus abuelos, con primas de varios hermanos, un poco las madres de los más chiquitos. Con el tiempo formó su propia familia, y tuvo tres hijos con su primera mujer; un cuarto fruto de otra relación, y a Lucía (9), la “frutilla del postre” con su pareja actual. “A los cinco chicos les cambié los pañales, los bañé, les di la mamadera y la comida. También fui a los médicos, a los actos del colegio y jugué con ellos”, relata.

Límites y paciencia

A los padres mayores con frecuencia se los cataloga como “blandos” para poner límites. Pero los psicólogos coinciden en que depende de cada persona: quien se siente seguro tiene mejor manejo de los límites. Y no es cuestión de edad, sino del proceso de afianzamiento de la personalidad.

La paciencia es otra de las cuestiones clave en esta etapa, junto con algo que a todos les preocupa: el porvenir. Raúl siente que la edad le juega en contra porque se ve entre desbordado e intolerante con la enorme energía de su hijo, y dice: “Se cansa rápido de lo que le propongo y hay que buscarle otra cosa… que le va a durar poco. Algo que disfrutamos mucho juntos es la escuelita de rugby, donde puede correr y descargar toda su vitalidad. Y a mí me encanta la idea de que practique un deporte grupal”.

Alejandro admite que se perdió el paso a paso del crecimiento de sus cuatro hijos mayores. “Volvía a casa a las 8 o 10 de la noche”, recuerda. Pero hace seis años que está retirado y hoy tiene más tiempo para su hijo menor, a quien puede llevar o ir a buscar al colegio. También disfruta de compartir el escritorio, donde cada uno tiene su computadora, y espera las vacaciones para poder esquiar juntos y solos, como lo hizo con los otros. Respecto de la exigencia, asegura que es la misma que con los demás hijos; ahí se pone “inflexible” en lo relacionado con el estudio.

Jorge H. siempre fue muy activo y se define como el padre que juega al rugby y al fútbol con sus hijos en la playa. “Por eso Lucía no vino a resucitar algo muerto en mí, sino que fue una inyección de energía y ganas. Puedo dibujar o jugar con ella aunque esté cansado. Antes resignaba todo por una reunión importante del trabajo, hoy lo más probable es que me quede jugando con ella”. Sus hijos lo notan más tolerante que antes: “Si yo llegaba a hacer eso…”, comentan.

Paternidad tardía y riesgos

Stella Lancuba, presidenta de la Sociedad Argentina de Medicina Reproductiva y directora del Centro de Investigaciones en Medicina Reproductiva (CIMER), explica que a partir de los 40 años los varones comienzan a sufrir mutaciones en el ADN del esperma. Estas pueden provocar principalmente abortos espontáneos, nacimientos prematuros y patologías psiquiátricas como el autismo.

El futuro

La edad suele preocupar a estos padres maduros cuando piensan en que no van a poder acompañar a sus hijos tantos años como quisieran. A Raúl le preocupa la incertidumbre del mundo violento que se viene. Por eso se propuso ayudar a su hijo para que pueda encarar el porvenir lo mejor posible. “Mi mayor ilusión es que Santino me siga escuchando y respetando a pesar del paso del tiempo. Y espero poder ayudarlo y contribuir para que pueda alcanzar sus metas”.

Alejandro se esfuerza en que Benjamín reciba la mejor educación posible, ya que es lo único valioso que puede darle para siempre, que no puede desaparecer, como el dinero o una empresa.

Jorge comenta que ve a sus otros hijos encaminados. Pero con Lucía se siente triste, con miedo o impotencia: no le gusta pensar en que tal vez no pueda estar para ayudarla, acompañarla y ver qué le pasa.

Si este texto dejó a alguno con una sensación amarga, nada mejor que terminar con el optimismo del remate de Karl Troller en su nota “Papá primerizo después de los 50” publicada en la revista SoHo: “Lo mejor de tener una hija después de los 50 es que cuando te creías muerto, no mueres. Renaces con ella”.

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