Una fiesta a la que no queremos ir, una persona a la que no nos gustaría ver, algo que no deseamos prestar… ¿A quién no le pasó alguna vez? Constantemente, la vida plantea situaciones incómodas o que no se desea afrontar y, aunque estas no sean obligatorias, muchas personas sienten que no pueden desligarse o escapar de ellas. Ser amables y generosos con los demás está muy bien; de hecho, permite sentirse útiles, solidarios y queridos pero… ¿qué ocurre cuando se pierde la libertad en pos de las necesidades de los otros? ¿Qué pasa cuando el “Sí” se convierte en norma y el “No” aparece solo como excepción? “¿Me llevás?”, “¿me prestás?”, “¿me ayudás?” son claros ejemplos de una lista interminable en la que alguien pide, solicita, demanda, y otro cumple con esos requerimientos ajenos, aunque sean contrarios a sus propios deseos. “Para algunas personas resulta casi imposible enunciar, actuar y sostener un no. En esos casos, debemos revisar si esto se debe a una dificultad para poner límites claros o a qué motivos responde. A veces, el precio que se paga por intentar agradar a todos todo el tiempo es tan alto que hace que nos olvidemos de nuestros propios intereses”, explica la psicóloga Mariana Kersz. Y si bien es cierto que culturalmente el “No” tiene mala prensa, es importante tratar de entender que no es sinónimo de mezquindad o de egocentrismo, sino que está relacionado con el autoconocimiento, con la posibilidad de afirmar, valorar y defender nuestros deseos, necesidades e intereses frente a la demanda de los otros.
¿Por qué nos cuesta tanto?
Según la especialista, hay diversos factores que infl uyen en nuestra capacidad para poner límites o para negarnos a las peticiones de los demás:
✓ Afán de ayudar: pareciera que negarse a hacer algo es considerado una actitud egoísta, mientras que aceptar hacerlo es un acto de amabilidad, generosidad y empatía.
✓ Temor al rechazo: la mayoría de nosotros desea ser agradable, caer bien, y por eso, busca constantemente la aprobación de los demás. Pero se debe recordar que aquellos que realmente aprecian y valoran al otro también entienden sus decisiones.
✓ Respeto: a veces se considera que esa persona no se merece un “No” como respuesta. Se puede ser empáticos y respetuosos, pero también se deben escuchar los deseos propios.
✓ Evitar confrontaciones: no se quiere generar conflictos o enfrentamientos innecesarios. Muchas veces asusta la posibilidad de perder un vínculo como consecuencia de una respuesta negativa. ✓ Sentimiento de culpa: cuando se dice “No” y aunque la decisión sea totalmente lógica, suele aparecer el autocastigo, en la forma de pensamientos del tipo “soy una mala persona” o “soy un egoísta”. Está muy bien ser generoso y solidario, siempre y cuando esa decisión no nos complique la vida.
✓ Miedo a perder oportunidades: se piensa que si se dice que no ahora, en el futuro no se ofrecerán otras cosas que sí podrían interesar. Cuando estos temores aparecen en escena, surge el “Sí” como respuesta automática para evitar una situación que podría poner en juego emociones y sentimientos negativos. Sin embargo, Kersz aclara que no saber poner límites puede ser más peligroso aún, ya que “ese ‘Sí’ –asociado al riesgo de perder beneficios– disminuye el verdadero valor de la aceptación y de decir lo que realmente pensamos y/o sentimos”.
Para aprender a decir “no”
Mientras que el “Sí” es fácil de soltar, el “No” requiere de un entrenamiento mayor. A continuación, algunas sugerencias para ponerlo en práctica sin sentir culpa:
• Ejercitar a diario: la clave es poner todos los días un pequeño límite ante el pedido de un favor. “Hoy no voy a poder, pero mañana podría hacerlo de 17 a 19, ¿te parece bien?”.
• Argumentar las decisiones: esto servirá para entender y explicar por qué se responde que no, con motivos valederos.
Un “No” oportuno pemite disponer de más tiempo para hacer lo que realmente gusta e interesa.
• Priorizar los propios intereses: tener en claro los propios deseos, necesidades y objetivos y actuar en consecuencia también es poner un límite sano. Si lo que proponen no tiene nada que ver con ellos, rechazarlo.
• Demorar las respuestas: tomarse tiempo para pensar ayudará a encontrar argumentos sólidos en los que basar la decisión. Nada se alterará demasiado si la respuesta queda en suspenso por unos días.
• Valorar el tiempo: decir que no a algo permite decir que sí a otras cosas que de verdad interesan. Recordá que el tiempo que se pierde ya no se recupera.
• Analizar las consecuencias: antes de aceptar, estudiar cuánto tiempo demandará el asunto. Se puede ser generoso, pero si lo que se pide es abusivo, existe el derecho a negarse, o al menos a negociar condiciones más justas.
• No inventar excusas: si no se actúa de frente, la situación se repetirá constantemente.
• Expresar la decisión con fi rmeza: cuando se dice “No”, hacerlo de forma segura y educada. Así, se demuestra que se valoran sentimientos y opiniones y se gana el respeto de los demás desde un principio.