Llevan casi treinta años juntos y son una de las parejas más queridas del ambiente artístico. Carismáticos, con gran sentido del humor y una sensibilidad que se manifiesta en cada trabajo que realizan, durante un tiempo esquivaron las entrevistas juntos y ese halo de pareja ideal que proyectan. Convocados por EXPERTAS, sin embargo, Carola Reyna y Boy Olmi se animaron a hablar del amor en general y del suyo en particular.
C: Ahora no tanto, pero en una época me pesaba un poco esa mochila de representar algo del ideal, porque creo que el ideal no existe, todo es una proyección. Por supuesto, es precioso proyectar una onda amorosa, pero generar esa creencia de que entre nosotros todo era perfecto me pesaba. La vida no es perfecta. Con todo lo que hemos vivido y seguimos viviendo, me gusta cierta bandera de “El amor dura”. Ahora me parece muy moderno esto de quererse tanto tiempo, me parece casi como una revolución, medio punk. Me parece que está bueno confiar en que también se puede cultivar el amor.
B: Creo que lo anterior tenía que ver con el cuidado de algo que para nosotros es muy valioso, que tiene que ver con la intimidad y con todo lo que nos ocurre cuando estamos juntos. No nos gusta que eso se transforme en un objeto de consumo.
Eso del ideal desconoce el trabajo que hay detrás de una pareja, ¿no?
C: Claro, y me parece que estamos todos en esta época queriendo comprar el ideal de algo: de las fotos, de lo que vive el otro, de Instagram. Hay como una idealización, y eso a mí me parece un poco peligroso. Uno a veces también idealiza a la propia pareja cuando se junta, creyendo que el otro te va a solucionar la vida. Y no, los agujeros los seguís teniendo.
B: Eso habla de que, en realidad, el trabajo, más que con la pareja, es con uno mismo. Yo creo que uno trabaja para ser mejor y, a partir de ahí, algunas cosas pueden funcionar mejor: la pareja, la creatividad, el trabajo, los vínculos, la salud. Si uno se ocupa de uno mismo, tratando de estar atento, algunas cosas funcionan.
Están en pareja hace 27 años, más o menos. Imagino que en este tiempo tuvieron que enamorarse muchas veces para volver a elegirse…
C: Sí, algo volvió a suceder de distintas maneras. También la pasamos mal y peleamos mucho, fuerte, nos pasan cosas difíciles, pero en la mayor parte del tiempo la pasamos muy bien juntos. Tenemos muchas cosas en común. Con eso también hay que tener cuidado, porque a veces se necesita un poco de distancia.
A veces las peleas fuertes terminan siendo como mojones, porque se evalúa si vale la pena o no seguir…
C: Sí, es como un upgrade del teléfono. ¿Qué opinás, Boy? ¿Se crece, se avanza?
B: Y, es inevitable. Son como las manifestaciones meteorológicas: de golpe hay una densidad que se va juntando, hay algo que tiene que estallar para que se recomponga un equilibrio. Forma parte de la dinámica.
C: Recuerdo peleas en los que uno dice una gran verdad o tira una que nunca tiró y el otro queda recepcionando. Te abrís o te cerrás según lo que escuchás, pero siento que después de eso hay un avance, una concientización de algo y hay como una renovación interna de contrato.
B: Hay que ver si uno tiene la capacidad de poder leer sobre eso y no quedar lastimado, resentido. Después de una pelea podés quedar herido o podés quedar enriquecido y más iluminado.
“ Uno ve o siente algo en esa sincronía, que es muy profunda. Yo sentí, cuando lo conocí a Boy, ‘Encontré a mi compañero’”.
Después de tanto tiempo en pareja, se debe producir cierto acostumbramiento, ¿eso es bueno o malo?
B: Yo creo que cualquier clasificación de estas es limitante. Es un riesgo y no es un riesgo. Es un riesgo la violencia y también cierta violencia es necesaria, no en el sentido de dañarse, sino de que algunas formas sean más abruptas, más filosas. Me parece que tiene que haber lugar para todo. Está bueno estar acostumbrado a algo, depende a qué.
C: Claro. Mi hijo vive en Madrid, por ejemplo y, cuando voy a visitarlo, me encuentro haciendo lo mismo: repito el mismo bar al que ya fui, entro a la misma librería, busco el mismo té. Hay algo que me da placer, no sé si es acostumbramiento o me siento cómoda y lo vuelvo a elegir porque hay algo ahí. El acostumbramiento dicho como un perro al que retás está malo, pero hay partes de costumbres que son cosas felices.
B: Es que viene de costumbre, y las costumbres son parte de los hábitos humanos. Las costumbres están buenas para poder romperlas de vez en cuando.
¿Eso está en construcción permanente? Porque ninguno de los dos es la misma persona que hace 27 años…
C: A veces te desencontrás en el camino. Uno evoluciona de una manera, el otro no; antes te divertía una cosa y ya no. No hay una fórmula. Es timba, suerte de con quién te tocó jugar, con quién compartís el carrito de la montaña rusa. Creo que hay cosas que uno ve en el otro muy rápidamente. Uno ve o siente algo en esa sincronía, que es muy profunda. Yo sentí, cuando lo conocí a Boy, “Encontré a mi compañero”. Claramente. Fue una sensación diferente a todo lo anterior.
B: Tiene mucha magia, porque la verdad es que en la vida todos estamos intentando encontrar felicidad, un objetivo que tiene miles de accesos, de maneras. En los vínculos hay muchas posibilidades de felicidad, y también hay muchas posibilidades de dolor y de otras cosas. Tenemos referencias de otras personas que no tienen parejas, o cuyas parejas son muy turbulentas y viven padeciendo; entonces, cuando ocurre, yo siento mucha gratitud. Se da algo que me permite encontrar parte de esa felicidad buscada ahí. Después, tengo que seguir trabajando sobre mí.
¿En qué se consideran expertos?
Boy: En la curiosidad. Me acompaña siempre el deseo de descubrir, aprender y ver cosas nuevas que me sorprendan.
Carola: Soy muy experta en descubrir música nueva. También en té, me encanta: el tiempo, la temperatura, qué unir con qué.
Aunque se sabe que una pareja podría terminar, ¿es necesario tener la idea o ilusión del “para siempre”?
B: Si esto que me está ocurriendo me gusta, tengo la necesidad de que continúe. Es más eso que lo otro. Creo que hay un deseo de perpetuar lo que a uno le funciona. Lo cual no excluye que, cuando no funcione, uno se pregunte si es el momento de terminarlo. El “para siempre” tiene que ver con la ilusión, con la expectativa de que las cosas funcionen.
C: Es raro. No sé cómo es el “para siempre”. Lo que sí creo es que está bueno que no sea una pareja tortuosa, en el sentido de que en cualquier momento parece que se termina. Hay parejas en las que pasa más por la amenaza, el morbo, los celos, hacerse cosas. Eso de “En cualquier momento me deja”, que genera una cosa de estar más pendiente. Un rato está bueno, qué sé yo, pero eso prolongado a lo largo del tiempo me parece agotador, se va mucha energía ahí en querer retener. Es cansador, pero hay gente a la que le funciona.
“En la vida todos estamos intentando encontrar felicidad, un objetivo que tiene miles de accesos. En los vínculos hay muchas posibilidades de felicidad, pero también de otras cosas”(Boy).
¿Lo que sirve en su caso es estar tranquilos porque no está en juego esto todo el tiempo?
C: Claro, no se está desmoronando. Eso también tiene que ver con cómo se arman las parejas, que no se arman siempre igual.
B: Para mí las parejas se arman en función de esos que somos como consecuencia de los modelos que hemos tenido, de las experiencias que hemos tenido, de lo que hemos visto en la formación de nuestra identidad.
¿Está bueno el ejercicio de pensar sobre algo que se trata de sentir?
B: No resuelve todo, pero es una manera de abordaje. Es como el hablar.
C: Es lindo porque es filosofar.
B: Sí, el uso de la palabra y el uso de la inteligencia con la palabra. Creo que el sentir no es reemplazable, entonces hay cosas que se intelectualizan, cosas que pasan por las emociones. Me parece que una idea que tenemos que perseguir es ser íntegros: integrar los pensamientos, las emociones, el espíritu. Tener integradas nuestras partes y que no sea una la que mande sobre las otras. A veces funcionamos de una manera y a veces de otra.
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