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Laura Fidalgo

Trabaja desde los quince años y es una máquina de generarse proyectos.

Laura Fidalgo

“Me siento libre cuando estoy en un escenario”

Trabaja desde los quince años y es una máquina de generarse proyectos.

Luego de una cirugía  pequeña, que requería de un reposo mínimo, Laura Fidalgo no se detuvo: fue al súper, se dedicó a sus escuelas de danza, grabó canciones para El show de los cuernos, la obra que protagoniza este verano en Mar del Plata y se quedó sin voz. En medio de todo esto, recibió a Expertas.

Estar de un lado para el otro constantemente no es una novedad para ella. Eléctrica, es una usina de proyectos y una fuente de energía que se muestra inagotable, aunque por dentro se va erosionando. Ya en sus inicios la cosa era así, frenética:

A los diecinueve, ingresé en el teatro Roma de Avellaneda como bailarina clásica. Estuve cuatro años a full: me levantaba a las cinco y media de la mañana, me tomaba el 76 hasta Pompeya y, de ahí, el 178 hasta Avellaneda; salía a las tres de la tarde y a las cuatro y media llegaba a Carabobo y Alberdi para dar clases de danza; a las ocho me iba, para estar a las nueve en Cabildo y Juramento, donde trabajaba ofreciendo el servicio de Emergencias SA como telemarketer; eran dos horas, salía a las once de la noche y volvía a mi casa, en Flores. A las doce y media cenaba, me bañaba y me iba a dormir. Al otro día, todo de nuevo. Y los fines de semana hacía desfiles para Pancho Dotto y pruebas de calce para una empresa que tenía varias marcas de ropa.

Lleva un ritmo similar desde hace casi treinta años, y no piensa parar. Hace tiempo, su condición de bailarina entró en una nebulosa por la rotura de ligamentos cruzados en sus dos rodillas que le impidió seguir bailando. Sin embargo, antes que bailarina, antes que artista o cualquier otra cosa, siempre se consideró una laburante.

De chica siempre pensaba en mi casa “¿Cómo hago para salir adelante?”. Es mi frase, aunque mi psicóloga me dijo que la cambie. Siempre me pregunto cómo hacer, cómo generar. El trabajo es el motor de mi vida.

¿Cómo fue para vos tener que frenar por las lesiones?

Muy difícil. Los que me pueden llegar a entender son los bailarines que pasaron por la misma lesión, o un deportista de alto rendimiento, de elite, porque lo mío siempre fue muy físico. Y mental, porque para bailar tenés que pensar mucho. Es un montón el desgaste. Muy emocional, también. Me armé un nombre de la nada, no tuve nunca un padrino ni familiares que estuvieran metidos en el medio. Siempre fue una búsqueda mía.

¿Por eso mismo no podés frenar?

Claro, imaginate que la vida me frenó. Me rompió las dos piernas, me dijo “Pará”. Ni así aprendo a frenar y a tener paciencia, que lo retrabajo en terapia. Me cuesta la paciencia. Soy hiperactiva. Mi mamá dice que de chica yo todo el tiempo decía “Me aburro”. Amo lo que hago y en la próxima vida voy a elegir lo mismo. Voy a elegir el arte, ser bailarina, porque es mi pasión. Yo realmente me siento libre cuando estoy arriba de un escenario. Siento que ahí sano, me conecto realmente con quien soy. Sé que vine a esta vida con una misión: que, por medio de la danza, del arte, curo.

“Me armé un nombre de la nada, no tuve nunca un padrino ni familiares en el medio”.

Por un lado está bueno tener una misión, porque encontraste un propósito, lo que tenés que hacer; pero también es una mochila, porque no podés evadirla…

Es verdad, es una remochila. Desde chica me pongo mochilas ajenas, y no está bueno porque no me deja avanzar todo lo que podría avanzar. Pero tengo esta parte, siempre fui con lo social. A los quince años me iba al Bajo Flores, reunía a todos los pibes de zonas carenciadas y les daba clases. Los diez años que estuve en el Bailando cumplí los sueños sin haber ganado. Porque el nombre, ¿para qué es? Ser famosa es para eso, para generar algo, no para quedarme con el brillo y la purpurina. A la vez, siento que estoy agotada porque me hago cargo de mochilas ajenas todo el tiempo. Mi psicóloga me dijo que primero me salve yo para poder salvar al resto. Me nace, es natural: si me pedís el corazón, te lo doy. Ahora, cuando veo que me lastimás, corto. Es automático, no hablo más con vos. Es blanco o negro, no tengo grises.

¿En qué sos experta?

En saltar los obstáculos de la vida. Trato de manejar la inteligencia emocional. Y salto.

¿Te queda espacio para disfrutar?

Me cuesta, es algo que tengo que trabajar. A mí me genera angustia no poder lograr todo lo que deseo y que mi entorno a veces no pueda lograr lo que desea porque yo no le puedo dar más. Tengo mucha exigencia, busco siempre lo máximo, y eso a veces no me permite disfrutar lo que logro. Me esfuerzo, pero no me gusta cuando los famosos dicen que esto es un sacrificio. Es un esfuerzo, porque gracias a Dios pude encontrar en esta vida lo que amo y trabajar de eso. Me duele todo, me quedo hasta las cuatro, cinco de la mañana, pero es un esfuerzo placentero. En ese dolor está el disfrute, porque es lo que elegí.

Aparece, entonces…

Sí, aparece. El disfrute aparece cuando estoy arriba de un escenario o cuando estoy en lo mío al cien por cien. Yo estoy acá, dando una nota, y disfruto, porque me apasiono. Esta es mi burbuja. Pero termino y ya sé que salgo a la calle y está la rutina: pagar cosas, tener reuniones, hacer trámites. Todo eso me aburre. En el escenario me abstraigo de la vida, es como que levito. Estoy conectada con mis seres, con mi locura linda, y soy.

¿Por qué comenzaste a bailar?

Por inquieta.

Te impactó Flashdance, ¿no?

Sí, Flashdance, Rocky Balboa y Madonna eran mis musas inspiradoras. Iba a tomar clases al Centro Cultural Rojas y al San Martín, porque eran municipales y no pagaba. Donde había, tomaba clases. Iba en bici. Después, mi papá me hacía las bolsitas de arena en mi casa, yo me sentaba en la mesa del patio y le daba a la mesa y hacía abdominales. Era pum, pum, pum, voy a salir adelante. Siempre fui muy inquieta, escuchaba música y bailaba. Mi mamá es una tana muy divertida, le pone onda a la vida, tarantela y pandereta. Siempre me inculcó alegría. Igual, yo soy más nostálgica, como mi viejo. Vuelvo a Flores, a la casa donde siguen viviendo mis papás, y me agarra una nostalgia… Paso por mi cuarto y le esquivo un poquito, porque entro y lloro.

“En el escenario me abstraigo de la vida, es como que levito”.

¿Por qué?

Porque viví muchas cosas de esfuerzo. Me veo… esa nena que estaba dale y dale, y hoy sigo igual. A veces me digo “Ya está, loca, disfrutá”, pero me cuesta. El paso del tiempo me angustia, ver a mi mamá y mi papá grandes. Es algo que todavía trabajo en terapia. No me gusta, me da tristeza. Me gustaría volver a los catorce, trece, que los tenía vitales. Los veo viejos y no lo banco. Mi papá tiene cáncer, pero igual está activo, y mi mamá está atrás de todo. Pero el paso del tiempo me angustia, me gustaría que se queden en una cápsula. Cuando voy a Flores, veo todo eso. Esa época fue hermosa para mí. De mucho esfuerzo, es como que viví trescientas vidas. Acá, en este medio, somos todos iguales porque salimos de un mismo lado y vamos a parar a un mismo lado. Pero mi camino no es igual que el tuyo. Acá hay que hacer el camino de la dignidad, de la prolijidad. Siempre intachable. Mi carrera se conoce por mi trabajo.

¿Te importa mucho cómo te ven?

No es que me importa cómo me ven; no me gusta lo injusto. Soy muy justiciera. Libra. Veme como vos quieras, pero en el medio, cuando veo alguien, me pregunto “¿Qué hizo para que tenga tanta magnitud, tanta parafernalia, tanta tapa? ¿Cuál es su carrera?”. Hay que premiar a la gente que hace carrera y por cómo la hizo, cómo genera, no premiar por algo mediático. No me molesta, pero me jode, porque educo a mis alumnos para que estudien y tengan herramientas. Si me preguntan cómo hacer para ser famosos, les digo que tienen que estudiar y que, cuando les llegue el momento, tienen que estar preparados, tener herramientas. Yo digo eso, pero después… Ahí me hace ruido, porque hay gente que ocupa lugares que podría ocupar gente estudiosa y talentosa.

Después de la temporada de teatro en Mar del Plata, Laura vuelve a Buenos Aires para un año intenso: continúa con sus escuelas, con la posibilidad de abrir nuevas sedes en el interior y en el exterior; sigue en Bailando por un sueño, esta vez como jurado; y mantiene su programa Cualquiera puede bailar, que estuvo al aire en los canales KZO y NET.

«Mi carrera se conoce por mi trabajo»

¿Cuándo descansás?

A la noche, poco. No me gusta dormir mucho, me aburre la cama. Antes, con todo lo que bailaba, gastaba energías. Ahora no gasto. Rehabilito, que es retedioso, y me sobra mucha energía. Me acuesto dos, tres de la mañana, y a las ocho ya estoy arriba. Ojo, ahora me separé, pero cuando estaba con mi pareja me encantaba disfrutar de una peli. Cuando estoy en pareja calmo un montón, porque tengo el amor. El mejor estado para hacer todo, para mí, es estar enamorada. Me aliviana todas las mochilas.

En el súper…

Soy de ir bastante. Soy más de resolver, no doy vueltas. Me fastidio. Veo, dice “Oferta”, y listo. Pero ofertas con calidad, porque trato de buscar la calidad, siempre. En todo: en los movimientos, en las relaciones, en las compras.

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