Enfrentar un divorcio conflictivo, una ruptura dolorosa o una viudez inesperada puede llevarnos a decidir que nunca más nos volveremos a enamorar. Pero un día surge un vínculo que nos invita a darnos otra chance. Animarse, de eso se trata el segundo amor.
Quién no ha pasado por el final de una relación o una decepción amorosa; son tiempos difíciles, de introspección y de replanteos sobre nuestras creencias y sentimientos. Se ponen en juego la autoestima y las cosas que nos decimos a nosotros mismos: “El amor no es para mí”, “mejor solo que mal acompañado”, “no me quiero volver a enamorar porque no quiero sufrir otra vez”. Sin embargo, todo suma como experiencia de vida y es parte de un aprendizaje que nos invita a superar esos malos momentos y seguir adelante.
El amor después del amor
Marta Pires trabajó durante 20 años como asesora matrimonial o casamentera y logró unir a más de 150 parejas. Para ella, el segundo amor puede volverse más importante y profundo una vez superada la intensidad del primero. “Algunas experiencias en el amor, sobre todo las primeras, son muy fuertes y te pueden marcar de por vida. Por eso, es importante atravesar lo mejor posible las decepciones, que en muchos casos son como duelos. Una vez que los pasamos, estamos listos para vivir experiencias nuevas”.
Pero para empezar de nuevo de una forma sana es importante. “Tener claro que todo es cuestión de tiempo y que seguramente una mala etapa va a llegar a su fin. Hay que evitar reprimir los sentimientos; si estamos tristes, estamos tristes y no hay que tratar de aparentar otra cosa. Otro tema clave es cómo nos hablamos: tratemos de no juzgarnos y de ser buenos con nosotros mismos; si no nos queremos, va a ser difícil ver y valorar a alguien que nos quiera una vez que se dé la posibilidad de una nueva relación”. Según Pires, estas cuestiones nos van a permitir estar mejor para la llegada de un nuevo amor. “En mi experiencia, las parejas formadas por personas que estuvieron previamente casadas suelen lograr un vínculo más sincero y maduro. Hay otro recorrido: el objetivo ya no es formar una familia, porque ya tuvieron hijos con parejas anteriores; la idea es tener un compañero de vida y una relación más adulta”.
Tener la cabeza y el corazón abiertos
Como muchas cosas de la vida, todo depende del cristal con que se mire y de la actitud que le pongamos a lo que se nos presente. El amor no es un aspecto que quede fuera de este concepto, y como estamos continuamente aprendiendo, lo que vivimos como un fracaso puede tomarse como un aprendizaje. “En el coaching tenemos una concepción general de que hay que darse continuamente oportunidades porque tenemos la posibilidad de elegir y cambiar. Tal vez ahora estás siendo una persona distinta gracias a la experiencia de esa pareja que tuviste en algún momento y con la que no te fue bien porque llegaste a una separación dolorosa, por ejemplo”, explica Verónica Jurschan, coach ontológica.
Pero cuidado: hay personas que se victimizan, y quedarse en ese lugar puede complicarlo todo. “Muchas veces nos encontramos con gente que tiene una mirada de víctima frente a la vida. Alguien que se divorció, pero no fue él o ella quien tomó la decisión, por ejemplo, decide adoptar una actitud en la que va a decir ‘pobre de mí, estoy divorciada y ahora qué hago’. A esa persona probablemente le va a costar un poco más abrirse a la posibilidad de tener una oportunidad para encontrar una pareja. En cambio, la que se divorció, ya sea por su decisión o la de otro, pero tiene la capacidad de aprovechar todo ese aprendizaje y decir ‘llegué hasta acá, con todo lo que me pasó, soy protagonista de mi vida, yo decido lo que hago y me abro a conocer a otras personas’. Ella o él probablemente tengan mayor facilidad para volver a encontrar el amor”.
“Abrirse a nuevas oportunidades es una decisión propia”.
Abrirse a nuevas oportunidades es una decisión propia. “Hay personas que tienen la creencia de que nadie las quiere o de que no son lo suficientemente buenas para estar en pareja. Y, aunque aparezcan posibilidades para encontrar un compañero, es difícil que esas personas se entreguen a vivir una nueva experiencia. El estado anímico y la actitud frente a lo vivido van a influir en la capacidad que cada uno tenga para lograr un nuevo vínculo”, dice Jurschan.
La historia de Luisa y Jorge
Luisa Martínez acaba de cumplir 74 años y hace seis conoció a Jorge, su pareja, mientras ambos tomaban un curso para mayores de 65 sobre historia del arte, en el Centro Cultural Ricardo Rojas. “Hacía más de diez años que era viuda y nunca había pensado en volver a formar una pareja. Ya tenía hijos grandes y estaba contenta con mi vida de ama de casa. A una de mis hijas se le ocurrió que tomara algún curso con gente de mi edad, para salir un poco y estar entretenida; lo hice y la vida me sorprendió”, cuenta. Luisa y Jorge se hicieron muy amigos, él se había separado de su esposa hacía un par de años y hasta ese momento no se había planteado la posibilidad de volver a enamorarse. “Cuando el curso terminó, recuerda Luisa, no quisimos dejar de vernos y nuestra relación se afianzó, mucho más de lo que yo esperaba. Desde ese momento estamos juntos y, aunque no vivimos en la misma casa, nos vemos casi todos los días y nos acompañamos en las buenas y en las malas”.
El amor según la edad
Jóvenes y adultos tienen concepciones distintas sobre el amor. Aunque estén hablando de lo mismo, cada uno lo vive diferente y se ve cómo varían los niveles de intensidad y compromiso a la hora de los vínculos. Lo que para unos puede ser algo liviano y divertido, para otros puede ser algo de mucha profundidad.