La vida está marcada por ciclos que anuncian el inicio de algo nuevo y el cierre de aquello que concluye. Es un hecho que el 31 de diciembre finaliza un año, y que se trata de un tiempo tanto de balances como de celebraciones.
Hay quienes sienten, entonces, que se termina una etapa sin haber llegado a hacer todo lo que se propusieron. También están los que disfrutan al juntarse a compartir y lo perciben como una nueva oportunidad para alcanzar todos sus objetivos. En el medio, otros cumplen con los compromisos familiares, sin darles mayor trascendencia a las Fiestas.
ENTRE LA FELICIDAD Y LA ANGUSTIA
Diciembre es un mes caracterizado por una mezcla de sensaciones: la mirada melancólica ante el año que se va convive con el entusiasmo por lo que está por comenzar, como si se tratara de una hoja en blanco lista para empezar a escribir otra historia. “El final del año suele ser una época reflexiva, en la que todos nos preguntamos qué hicimos y qué nos espera. Además, se caracteriza por el exceso de estrés, y la cercanía de las vacaciones hace que este último tramo sea más largo, por lo que la visión que uno tiene sobre las cosas puede estar algo nublada por el cansancio. Es lógico que surjan sensaciones de angustia, sobre todo ligadas a la ansiedad”, explica Melisa Rosenstein, psicóloga especialista en terapia cognitiva-conductual.
Mientras se suceden las reuniones con familiares, amigos y compañeros para despedir el 2017, en la intimidad, todos los aspectos de la vida parecen ponerse bajo la lupa. El psicólogo Diego Herrera, coordinador del Equipo Interdisciplinario Cognitivo Comportamental, reconoce que en esta época del año se da un aumento de las consultas sobre temas relacionados con el ánimo e identifica, al respecto, dos causas:
• Refiere que las fiestas quedan asociadas a emociones específicas y con pensamientos que se activan al acercarse la fecha.
• Entiende que también habría una variable cultural en la necesidad de realizar un balance. “Pensamientos del tipo ‘mejor que empiece el próximo año porque este fue un desastre o hacia fin de año debí haber cumplido X objetivos’ suelen activar emociones displacenteras como angustia, enojo o frustración”, describe.
BALANCE… ¿SÍ O NO?
Saber que algo se termina nos conecta con lo que nos queda pendiente, al mismo tiempo que el inicio nos da la posibilidad de plantearnos nuevos planes y propósitos. También es cierto que no es posible hacer en un mes todo lo que no se realizó en los once que pasaron. Será momento de asumir que bajar esos kilos de más, tomar el curso de cocina que tanto nos entusiasmaba, retapizar los sillones, cambiar los muebles o cualquier otro objetivo que dejamos sin realizar quedará pendiente para el año que comienza, si es que aún queremos concretarlo.
Si bien es solo una fecha en el calendario, resulta difícil en diciembre escaparle al balance. Rosenstein manifiesta que debe ser una instancia motivadora y un desafío, en el que se intente ser objetivos: “Nunca está de más tomarnos un tiempo para conectarnos con lo que pensamos y sentimos, preguntarnos si nuestras acciones concuerdan con nuestra visión de la vida, si estamos siguiendo el camino de nuestros valores y de aquellas cosas que son importantes para nosotros. Tenemos que tomar estrategias que nos ayuden a poder ver la imagen completa, a ampliar nuestra perspectiva para poder hacerlo adecuadamente y que resulte efectivo”.
De este modo, evitando la autocrítica severa, con la energía puesta en nuevos proyectos y también en aquello que hay que revisar, el nuevo año toma otro color. Sin embargo, Herrera diferencia entre lo que ocurre a nivel empresarial y la posibilidad que tienen las personas de reflexionar en cualquier momento en que lo deseen. Por eso, propone fijarse metas a corto, mediano y largo plazo, que no necesariamente coincidan con fin de año, y que puedan llegar a cumplirse de modo sistemático, progresivo y con un planeamiento realista. “Este automonitoreo, la capacidad de observarse a uno mismo sin distorsiones ni juicios, puede seguir tiempos idiosincráticos, es decir, de cada uno”, detalla.
¿POR DÓNDE EMPEZAR?
Para proyectar el futuro de manera sincera, con objetivos alcanzables y prudentes, los especialistas recomiendan diferentes técnicas. “Mi consejo ‒resume Rosenstein‒ es, primero, felicitarnos por todas las cosas que sí hicimos. Siempre podemos encontrar cosas positivas que hemos hecho, por más pequeño que parezca, y tomar aquello que nos faltó, no como fracaso, sino como nueva meta y camino para recorrer”.
Evaluar qué parte depende de nosotros y para qué se necesitará la ayuda de otros es otra cuestión a tener en cuenta. Por eso, Herrera sugiere ser flexibles y considerar todas las variables: “Esta flexibilidad ‒refiere‒ nos permitirá no ser rígidos con nosotros mismos y llegar a conclusiones productivas. También es conveniente compartirlas con alguien, ya que la percepción de otro muchas veces ayuda o señala desajustes en estos razonamientos”.
El balance será productivo siempre que se haga para sentirse mejor y transitar el 2018 más plenamente. Concluida la reflexión y el automonitoreo, llegará el momento de reunirse con las personas que les dan valor y sentido a nuestras vidas, para despedir sin frustraciones el año que se va y compartir con entusiasmo la llegada del que viene.