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Hay quienes suelen sentir que nadie puede hacer su trabajo correctamente y no se animan a compartir tareas.

Aprender a trabajar en equipo

Hay quienes suelen sentir que nadie puede hacer su trabajo correctamente y no se animan a compartir tareas.

Si bien es cierto que hay personas que se desenvuelven mejor de manera grupal, otras rehúyen al contacto y prefieren mantenerse aisladas, haciendo lo que les corresponde, sin inmiscuirse en las obligaciones de sus compañeros y, sobre todo, sin que nadie se interponga en las suyas. Pero en la actualidad, las empresas suelen generar instancias para fortalecer el trabajo en equipo, por considerar que contribuye a un desempeño más positivo, rápido y con un mayor compromiso. “Los grupos capaces de establecer una comunicación efectiva entre sus miembros y comprender rápidamente de qué viene la cosa cuentan con una ventaja competitiva. No se trata de buscar a alguien perfecto, sino de generar una dinámica que aproveche las habilidades y conocimientos de cada uno de la forma más efectiva posible”, explica Sabina Peskin, coach ontológico y responsable del equipo de experiencia del cliente para Google Latinoamérica hispanohablante. La especialista indica que, salvo contadas excepciones, todos interactuamos en algún momento con alguien más para realizar nuestro trabajo: “El fundamento de la calidad de esos vínculos está en legitimar la perspectiva de la otra persona. También se suma el tomar el riesgo de proponer, que siempre es más sencillo en un ambiente donde hay confianza”.

“Las metas personales deben ser compatibles y favorecer los objetivos comunes”.

Aprender a delegar

Para alguien que está acostumbrado a trabajar solo, hacerlo en equipo es todo un desafío. Confiar en que el otro puede hacer las tareas que son propias tan bien como uno es un proceso que puede llevar algo de tiempo, pero que una vez concretado aporta una libertad antes desconocida y −quizás lo más interesante− al compartir, el trabajo se enriquece. Además de fomentar el respeto y la aceptación; la unión entre los trabajadores potencia las capacidades individuales en pos de un objetivo colectivo. De este modo, si hay una buena integración y sentimiento de pertenencia, los resultados se obtienen de manera más rápida y eficaz, y todos los miembros son responsables por ellos. Por eso es que hoy las empresas valoran ciertas capacidades personales que permitan desenvolverse en contextos grupales.

Si bien se considera que el trabajo en grupo no surge de manera espontánea y es su líder (el gerente o el director) el responsable de promoverlo al incentivar los diversos aportes, Peskin señala que “cada miembro modifica su entorno con su hacer y su no hacer. Es decir, podemos hablar de un liderazgo formalizado pero también cada miembro tiene la responsabilidad de decidir cómo va a contribuir con su presencia a conciencia”. Las metas personales deben ser compatibles y favorecer los objetivos comunes.

Respecto del rol de los líderes formales, la coach entiende que deben actuar dando el ejemplo y mostrándole, de manera tangible, al grupo qué valora de su conducta, en una dinámica colaborativa en la que todos consigan aportar algo desde su experiencia y compartir sus habilidades. “Algunas de las acciones –enumera− son asegurar que la voz de cada miembro sea tenida en cuenta, ser claro en qué mecanismos de toma de decisión se utilizarán y por qué, traer los temas ‘de los que da miedo hablar’ a la mesa, considerar los errores como oportunidad de aprendizaje y no como disparadores de culpa”.

También será fundamental establecer las herramientas de comunicación y de gestión adecuadas. “Si no existe entendimiento, si la información no está disponible para todos los miembros y en todo momento, podrán sentirse fuera del círculo, excluidos o diferentes”, indica la consultora de marketing Laura Tuero. Y contrapone que “si cada miembro sabe cómo está estructurada la empresa y qué tipo de decisiones toma cada uno, la comunicación será mucho más fluida”.

Para asegurarse de que la iniciativa de delegar tenga éxito y no sea una acción aislada, la coach entiende que es fundamental preguntarse para qué se lleva a cabo. “De esa forma −explica Peskin−, es evidente el propósito y qué aporta al equipo”. Asimismo, es necesario ser específico respecto de qué debe hacer el otro y para cuándo, y asegurarse de que tenga las habilidades necesarias. Por eso es conveniente, en la primera etapa, si la tarea es muy compleja, acompañar y mostrarse disponible para destrabar situaciones hasta que la persona se vuelva autónoma .

Trabajador autónomo

Si bien es real que un emprendedor o alguien que se desenvuelve de manera independiente tiene menos posibilidades de compartir con otros, ya que suele trabajar desde su casa o en bares y de forma solitaria, existen diferentes maneras en las que puede generar intercambios. Una opción es alquilar un espacio de trabajo compartido, en los que se fomenta el encuentro entre pares. Otra posibilidad es delegar tareas que no le sean propias, como llevar la contabilidad del negocio o desarrollar la página web. “En esas instancias de vínculos menos formales −aconseja Peskin− considero importante definir un acuerdo de relacionamiento, detectar oportunidades de colaboración y prevenir malentendidos”.

 

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