En un Paseo La Plaza recién estrenado, con solo diecisiete años, Valeria Lois se subió pro primera vez al escenario de un teatro en la calle Corrientes. Es el mismo donde hoy, casi treinta años después, una sala llena la aplaude en cada función de La Verdad, obra que desde el año pasado interpreta junto a Jorgelina Aruzzi, Juan Minujin y Héctor Díaz. Una comedia francesa que parece local gracias a una adaptación en la que colaboraron sus protagonistas.
Su recorrido en la actuación es aún más largo, y hay tres escenas inevitables a la hora de reconstruir el origen de la vocación: las reuniones familiares numerosas, con guitarras, canciones e histrionismo; el musical Annie, que la deslumbró a sus once años; y la recomendación de una amiga del club GEBA, a la misma edad. Todo eso confluyó para que comenzara un camino que sigue desandando en la actualidad.
Nunca hice musicales, ni tampoco tuve la formación más clásica de esas primeras clases que me recomendaron, pero todo eso sirvió para comenzar. Apenas vi el musical y apenas me dijeron lo de estudiar teatro, dije «Quiero hacer esto», sin saber mucho qué era. Y se lo transmití a mis viejos con mucha vehemencia. Ahí empecé y nunca más me dediqué a otra cosa. Tuve otros trabajos, pero nunca pensé en estudiar algo más, mi vocación fue esa, de ahí en adelante.
¿Tus viejos tenían alguna relación con lo artístico?
Cero. Nada. Mi mamá se jubiló de bancaria y mi papá trabajo en una empresa metalúrgica. Eran empleados. Si nos llevaban un montón al teatro a ver cosas. Mi familia, por parte de mi madre, tiene una casa… Son italianos, y son todos muy histriónicos. Siempre se armaban reuniones, y ahora también, todos cantando juntos en la mesa familiar, alguien tocando la guitarra y otros cantando. El humor con el que ahora trabajo siento que viene de mi familia. De esa cosa de estar todo el tiempo de joda. Siento que algo de lo que permanece en mí, en la actuación y en la exposición que significa actuar, viene de mi familia; a pesar de no ser una familia de artistas.
Enero comenzó fuerte para Valeria, que continúa con las funciones de La verdad y también lleva adelante la reposición de La vida extraordinaria. En los próximos meses se estrenará Las siamensas, film dirigido por Paula Hernández que protagoniza junto a Rita Cortese. El año pasado formó parte de una de las ficciones más exitosas de la televisión; en Pequeña Victoria encarnó a Amparo Rey, artista y pareja de Ernesto (Daniel Hendler).
Me costaba decirle que no a algo de la tele, me parecía que tenía que hacer todo lo que viniera de ahí.
Hace unos años, a mí me costaba decirle que no a algo de la tele, me parecía que tenía que hacer todo lo que viniera de ahí. Ahora prevalece más algo donde sienta que hay un grupo humano como el que encontré en Pequeña Victoria: era actuar con Daniel Hendler, con Juli Díaz, y a eso se sumó después conocer a todas las actrices. Conocí a Mariana Genesio, a Romina Escobar, a Payuca, a Julia Amore. A todas las actrices trans que no tenían espacio antes y que tienen una onda bárbara para trabajar. A eso se sumó que la tira empezó a salir cuando ya habíamos casi terminado de grabar, entonces el rating tampoco importaba durante las grabaciones. No había esa tensión. Si vos me preguntás cómo me gustaría trabajar, sería así.
Dentro del teatro y también en la tele, siempre se dijo que traés como un aire del off ¿qué sería eso?
Esta cosa de estar muy dispuesto a desmenuzar un material, incluso a fracasar con un material. No digo que el off tenga que ver con el fracaso, sino que, a veces, en el teatro comercial o en el teatro oficial o público, uno tiene un tiempo: un tiempo de ensayo, un tiempo de funciones. Todo está más dicho desde afuera, regido desde afuera. El teatro off tiene eso de «Empecemos a probar, ensayemos un tiempo y veamos qué se arma». En función de eso, podés parar, escribir un poco, ver el material, volver a arrancar. Me parece que hay una amplitud de tiempo y posibilidades que te da el teatro independiente. Esa amplitud mental que traigo del teatro off, o esa capacidad de adaptación, me parece que en el teatro comercial o en el oficial está buenísimo tener.
No tenés que forzar algo para llevarte bien con alguien.
Hay una base del off, pero también estás cómoda en el teatro comercial…
En los dos lugares soy feliz. Volver ahora a Paseo La Plaza me generó mucha emoción. Y haciendo esta obra, que me parece que fue y es una fiesta para nosotros. Cuando algo de la complicidad y de la buena onda se da espontáneamente, como esto que hablaba de la familia, pasa. No tenés que forzar algo para llevarte bien con alguien. Compartimos el humor, compartimos los hijos, la época de la vida. Y compartimos, creo, las ganas de armar una comedia más allá del texto y de un guión precioso, de un libro hermoso. Las ganas de poner el cuerpo para armar una comedia que funcione en calle Corrientes, donde la gente se sienta identificada y vea ahí algo de su propia historia o algo que circula en su vida en general. Se armó un grupo muy dispuesto a trabajar unido y divertirse y, encima, nos va bien. Es una combinación genial.
El tuyo es un trabajo donde no solo interviene lo económico, sino también el placer y algo más difuso, como el prestigio, ¿cómo manejás esas variables a la hora de aceptar una propuesta?
Evaluando esto: placer, plata, prestigio. Dónde están en cada lugar. Quizá porque también trabajé de otras cosas que no tienen que ver con la actuación, me pasa que siempre hay algo que está bueno: plata, desafío, prestigio o placer. Para mí siempre es ganancia, porque no soy de las personas que de chica ya tuvieron trabajo y que tienen una continuidad. En la medida en que esas cosas se entrecrucen un mínimo posible, yo ya estoy contenta. Hay cosas que no las haría ni por toda la plata del mundo, y otras que las haría gratis.
¿Cómo juega el prestigio en todo esto? Porque no es algo tangible ni medible, sino algo que imaginás que el otro puede pensar sobre tu trabajo…
Creo que antes había una gran cuota de prejuicio. Hubo una época en que la gente que se dedicaba al teatro serio no hacía cosas en la calle Corrientes, o no hacía tele, y los de la tele pensaban que los del teatro eran unos intensos. Y me parece que eso está súper diluido afuera y dentro de uno. Siento que hay algo de la mirada, eso de decir «Este se vendió», que me jode de los otros. Siento que es una observación un poco al pedo, un poco innecesaria.
¿Es algo que te importa?
Yo trato de ser feliz haciendo lo que hago, de estar lo más cómoda y contenta posible. Parece una frase un poco tonta, pero es muy real y muy concreta, porque me parece que la búsqueda es por ahí. Después, obviamente que me importa tener plata para vivir. Ahí se arma el diálogo, en tener para estar tranquilo y ser feliz yendo todos los días a un mismo lugar. Donde hay tiranteces o competencias, o una sensación más de exigencia por algo, hay que tratar de irse.
Yo trato de ser feliz haciendo lo que hago, de estar lo más cómoda y contenta posible.
En una nota dijiste que sos feminista, y que siempre estás pensando en lo que eso significa…
Si, me considero feminista con mucho respeto a las que vienen pensándose desde hace mucho. Siento que, como parte de una sociedad patriarcal, funcioné muchísimo tiempo de una manera, a pesar de pensar siempre que hombres y mujeres tenemos los mismos derechos. Estoy muy impactada y muy feliz del momento que estamos viviendo, y entiendo que no es solo un momento de alegría y liberación, sino que es un momento complejísimo. Es una época de eso, de pensar mucho, de escuchar mucho.
Muchas veces se pone el foco respeto de abrirles los ojos a las mujeres en ciertos temas, pero es el hombre el que impone muchas de las condiciones. Vos, criando a un varón, tenés un desafío grande.
Enorme. Un desafío que empieza por casa. Yo les digo a mi marido, mi hijo y mi hijastro: «Chicos, no esperen que yo haga todo, porque no lo voy a hacer». No por un acto de rebeldía, o de estar esperando algo de ellos, sino porque no me sale. Va a tener que ser entre todos o nada esta cuestión doméstica. Esos chips están siendo puestos y recibidos de una manera no forzada. Ciro, mi hijo, tiene once, y veo que entre los chicos hay algo: están mucho más familiarizados con lo que está pasando ahora que nosotros. Siento que entre ellos hay uan escuela de cómo es. Siento que es transversal ahora la enseñanza, que no viene de nosotros bajando línea, sino entre ellos. Y a veces de ellos a nosotros. Con la mirada y la observación de uno, pero es uan generación que ya ha salido a luchar y a pedir cosas que a nosotros no se nos podría ocurrir pedir.
¿En qué sos experta?
Soy muy buena haciendo guacamole, tengo una receta propia. Y soy muy buena conductora, no manejo a alta velocidad pero tengo reflejos, soy responsable. Soy buena, no experta, dando consejos.
En el súper…
Sí. Compro lo necesario para ese día y el siguiente. Compro muy variado. A veces me doy gustos, y más veces les doy gustos a los chicos, sobre todo a mi hijo.