Melina Masnatta, Sofía Contreras, Carolina Hadad y Mariana Varela no se conocían hace cinco años. Pero estaban unidas por dos cuestiones: la primera es que se vinculaban a la educación y la tecnología desde distintas áreas. La segunda es que descubrieron que no podían crecer por la discriminación de género que existía en el sector, a pesar de que hace varias décadas la llegada de las computadoras a la Argentina tuvo como protagonistas a varias mujeres. Se conocieron en una reunión promovida desde una plataforma y redes sociales y siete meses después le dieron forma a una asociación a la que bautizaron Chicas en Tecnología. Y desde entonces buscan reducir la brecha con programas e iniciativas orientadas a adolescentes en el nivel secundario. En esos espacios buscan estimular a las jóvenes para que se motiven, capaciten y, por medio de tutorías, estén acompañadas al momento de ingresar al nivel superior para integrar la próxima generación de mujeres líderes en desarrollo y programación, aplicaciones y sistemas.
Un desafío posible
Para lograr su objetivo primero debieron vencer prejuicios, echar luz a ciertos misterios y derribar estereotipos, además de darle un tinte formal, más allá de que los encuentros se realizaban fuera del ámbito escolar. “Lo que buscábamos –cuenta Melisa Masnatta, directora ejecutiva– era que las propuestas que hiciéramos para las chicas no fueran solo extracurriculares, sino que potencie lo que hacen todos los días –desde matemática, historia– para que empiecen a entender la tecnología como esa caja negra que nunca abrimos y descubrir quiénes son esas personas que diseñan el código. Que se interesaran por la tecnología y se vieran como creadoras de tecnología, no como usuarias”.
Según estudios de organizaciones como UNICEF, el consumo de dispositivos y pantallas es muy diferente según el sexo: mientras ellos juegan videojuegos y aprenden a morir, intentar, experimentar y aprender del error, ellas solo se sacan selfies con los teléfonos. “Eso –explica Masnatta– hace que sientas la presión cultural y seas más consumidora y te entiendas menos con el universo de la creación de la tecnología”. Las cifras de matrícula que recabaron entre las 81 universidades nacionales y algunos datos de las empresas confirmaron la presunción. Por ejemplo, hay solo 16% de inscriptas durante cinco años en Argentina en carreras vinculadas a programación; el 6% de las apps que usamos fueron desarrolladas por mujeres y solo el 10% de las emprendedoras realizan proyectos tecnológicos o vinculados al desarrollo de software.
Los estereotipos
En los programas que desplegaron en escuelas, tanto públicas como privadas, se encontraron con dos realidades distintas. “En la pública vimos que las chicas descubrían rápido que esto era un espacio deseable porque da un montón de beneficios y proyecciones a nivel de crecimiento económico y estatus social. Pero en una privada, ellas no elegían las orientaciones que tenían que ver con tecnología-informática sino audiovisuales o comunicación; porque las familias les trazan a las chicas un camino determinado”.
Esa diferencia se origina en estereotipos de género muy inculcados y generalizados a nivel social. “Uno es la cuestión de cuidado en el que las familias dicen ‘pero te vas a dedicar a esto que está lleno de varones, te va a ser muy difícil, te conviene que no’. Y otro es que hay una concepción de que las mujeres no somos muy buenas en matemáticas y en ciencias duras; pero de hecho, el desempeño escolar en esas áreas es mejor que el de los hombres. Incluso las mujeres a partir de los diez años se autoperciben en estas carreras y creen que no son buenas en eso. Eso tiene que ver con un montón de estereotipos que se inculcan y son culturales y sociales. No es algo vinculado a la capacidad cognitiva”.
En los talleres y experiencias que despliegan, las chicas llevan su propia tecnología, para familiarizarse con ella; repasan la historia argentina con nombres femeninos como la computadora Clementina o Cecilia Berdichevsky, y conocen mujeres que trabajan hoy en el área de tecnología o empresas del sector. Incluso las propias compañías alientan estos intercambios, porque están obligadas a emplear con igualdad de género.
Los programas de Chicas en Tecnología motivan, inspiran y dan herramientas. Porque la tecnología y los proyectos propios son un desafío pero, como todo desafío, hay que animarse a asumirlo con ganas y sin miedo.
INFO:
Los programas y las acciones de Chicas en Tecnología pueden consultarse en la página web www.chicasentecnologia.org/. Allí figuran los donantes que acompañan esta iniciativa inédita en el mundo.