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Incorporar hábitos saludables ayuda más que las dietas que proponen soluciones mágicas.

Adiós a los kilos que dejó el frío

Incorporar hábitos saludables ayuda más que las dietas que proponen soluciones mágicas.

Hace frío, amanece tarde y oscurece temprano, la cama nos abraza tan fuerte que levantarse y animársele al día se hace muy cuesta arriba. Los fines de semana, el sillón y una buena película se convierten en el mejor plan. Sentimos la necesidad de comer platos calientes y contundentes, abrigarnos mucho y quedar debajo de capas de ropa. Ir al gimnasio requiere de dosis extra de voluntad y ni qué hablar de hacer alguna actividad física al aire libre. La conclusión es que, sin darnos cuenta, vamos sumando semanas de guisos, risottos, chocolates, dulces, sopas cremosas, tortas, camperones, sweaters y bufandas… mientras el termómetro baja, la balanza sube. Y cuando llega la primavera y volvemos a probarnos la ropa liviana, nos miramos al espejo y vemos las consecuencias.

“Dejar de cuidarnos no debe ser una cuestión de frío o calor, de verano o invierno. Llevar una vida saludable es una cuestión de todos los días porque subir de peso es un riesgo para la salud y puede acompañarse de otras complicaciones muchas veces silenciosas”, explica Virginia Busnelli (MN 110351), médica especialista en nutrición y directora del Centro de Endocrinología y Nutrición CRENYF. Entonces ahora, ¿quién podrá ayudarnos?

En acción

 Según la última encuesta de factores de riesgo del año 2018, las cifras de sobrepeso y obesidad en Argentina aumentan potencialmente. “Las tendencias actuales para bajar de peso no están funcionando y el motivo principal es considerar que ʿla comida es un problemaʾ y que ʿla solución es no comerʾ. El primer desafío a la hora de vernos y sentirnos cada día mejor es comprender que la clave está en incorporar hábitos que nos acompañen día a día y que nos permitan mantener un peso corporal saludable”, afirma Busnelli.

Por lo tanto, olvidate de las dietas súper restrictivas porque, como apunta la especialista, prohibirte determinadas comidas solo aumenta el deseo por ellas. Cuando no puedas sostener el esfuerzo de abstenerte, vas a terminar comiendo una porción mucho más grande. Entonces, no te prives, solo controlá la frecuencia y la porción. El mismo efecto bumerang tienen los ayunos prolongados: lo más probable es que si aguantás durante todo el día con una manzana y un yogur, llegues a tu casa y vacíes la heladera. Esa conducta no es sana ni inteligente. “Hay que añadir variedad de alimentos, sumar lo que nos gusta en su medida justa y hacer ejercicio físico moderado de acuerdo a nuestras posibilidades”, dice Busnelli.

Balancear

Viviana Desanzo (MN: 1275), Nutricionista del Área de Nutrición del Centro Terapéutico Dr. Máximo Ravenna, explica que una buena estrategia es compensar. Si comés más en el almuerzo, cená liviano; si te excediste con las galletitas en el desayuno, optá por una fruta en la merienda. “Es lógico que en invierno nos dé ganas de hacer alguna comida más sustanciosa, con más grasa y nutrientes; podés comer un guiso de lentejas al mediodía pero después equilibrá con una cena más liviana. No hay que saber de calorías sino tener sentido común: si te sentís más pesada, comé menos y movete más”, afirma Desanzo.

Si autocontrolarse es importante, todavía más hay que entrenarse en el autorregistro, el estar conectadas con el acto mismo de comer, con el hambre y con las señales que nos da el cuerpo. Desanzo aconseja: “Antes de abrir la heladera o la alacena, hay que pensar. Lo ideal es hacer cuatro comidas al día a la hora que a cada uno le dé ganas, no comer por rutina ni haciendo otra cosa. Y si te das cuenta de que no tenés hambre sino un ataque de ansiedad oral, tomá agua”.

Actividad física, la indispensable

 Viviana Desanzo compara el funcionamiento de nuestro cuerpo con el de un automóvil: Si cargamos nafta y dejamos el vehículo estacionado, el tanque seguirá lleno. Es igual con el cuerpo. Si comés y no hacés actividad física, todos los alimentos, sean hidratos de carbono o proteínas, se transforman en grasas. “El cuerpo está programado para ahorrar el excedente, es una energía potencial por si en algún momento lo necesita. El metabolismo basal transforma en grasa las calorías que no se usan”, explica Desanzo. Por eso, si estás por encima de tu peso, aunque vayas al gimnasio durante todo el año o tengas una vida muy activa, debés agregarle más actividad física a tu rutina. Sumá dos o tres horas semanales –calculá una media hora de aeróbicos y otra media de trabajo localizado.

Incorporar buenos hábitos no es una carrera de cien metros sino un maratón. El desafío vale la pena porque, si aprendés a alimentarte correctamente, seguro que el próximo invierno no te vas a cargar la mochila con ningún kilo extra.

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