La mayoría de las personas se han sentido frustradas en algún momento de sus vidas y, aunque este sentimiento no se puede eliminar por completo, sí es posible aprender a manejarlo. Muchas veces no es tan sencillo salir de ese laberinto negativo, sobre todo para las personas con baja tolerancia a la frustración, que tienen una sensibilidad excesiva: no toleran la incomodidad, los contratiempos, las trabas o los problemas. No soportan la demora en la satisfacción de sus deseos, ni ningún sentimiento o circunstancia que pueda resultarles desagradable, y llegan a presentar incluso cuadros de estrés, enfado, ansiedad, tristeza y resentimiento. ¿Suena conocido?
Valeria es madre de dos niños y estudiante de Derecho. Su nivel de ansiedad la mantenía siempre en guardia ¡negativa! Cada cosa que hacía la padecía y si algo no resultaba como estaba esperado, se frustraba hasta el enojo y tiraba la toalla. “No tenía punto medio, cuando algo se salía del plan, directamente lo abandonaba, y eso aplicaba a todo, desde el trabajo hasta los vínculos. Dejé incluso de verme con varias personas porque al primer entredicho dejaba de hablarles. Canalicé todo ese enojo que tenía en la vida y me anoté en la universidad. Tomarme un rato para mí, sentarme a estudiar, verme ocupada en algo más que cuidar chicos, cambió mi humor y la forma de relacionarme”, cuenta.
La ventana de tolerancia
En función de las experiencias y el recorrido de cada uno, nos vamos configurando para sentir la vida de una forma u otra. Ante situaciones de peligro o traumáticas, el organismo actúa para sobrevivir y pone en marcha mecanismos que en ocasiones no consiguen volver a su “estado normal”, y nos quedamos fuera de nuestra ventana de tolerancia. Pero ¿qué es exactamente esta ventana? Representa el rango de intensidad emocional que somos capaces de experimentar. “Cuando estamos dentro de la ventana de la tolerancia, estamos en equilibrio emocional, pudiendo disfrutar de las diferentes situaciones de la vida cotidiana. Estar fuera de la ventana significa que existe un desequilibrio o descontrol emocional; es decir, o bien el sujeto no se puede conectar con sus emociones, o el otro extremo, debido a la sensibilidad del sistema autónomo simpático, las emociones están a flor de piel, y las diferentes situaciones se viven con una sensibilidad emocional extrema”, explica Santiago Gómez, psicólogo y director de Decidir Vivir Mejor y del Centro de Psicología Cognitiva.
La baja tolerancia es un importante trastorno emocional capaz de romper familias, amistades, relaciones laborales y sentimentales. Incluso puede derivar en numerosas enfermedades compulsivas como la tricotilomanía (tocarse y arrancarse el cabello), compras compulsivas, cleptomanía, automutilación, piromanía o desorden explosivo intermitente (ataques de ira sin causa aparente). Pero en contraposición, se pueden aprovechar aspectos de sí mismos, como son la insistencia, la agresividad no verbal y la excesiva capacidad de persuasión para desarrollar estas aptitudes de manera positiva. Vale la pena el intento. El especialista da algunos consejos para manejar la situación: “Principalmente, estar atentos a nuestros pensamientos; cuando nos damos cuenta de que son negativos, tratar de interrumpirlos y de realizar una evaluación más objetiva o racional. Además, es importante mantener la atención plena en lo que estamos haciendo, porque esto nos mantiene en contacto con nuestras emociones”.
Un cambio de filosofía de vida puede ayudar a que el sistema nervioso logre una mayor tolerancia. “Aprender a no preocuparse por todas las situaciones de la misma manera; mantener un orden de prioridades, ya que las cosas realmente importantes son pocas; realizar técnicas de relajación y respiración; salir a caminar; mantener la atención plena en lo que estamos realizando y, sobre todo, descansar”, recomienda Gómez.
Cambiar el foco
¿Qué pasa si un día decidimos salir de ese laberinto negativo en el que nos encontramos girando en falso? “Si bien cada caso y recorrido personal es particular, existen algunas técnicas que ayudan a detectar lo que sentimos y a entrar en una dinámica en la que podemos analizar nuestras reacciones”, sugiere la licenciada Claudia de Soza. La psicóloga recomienda algunos trucos para desandar este camino: “Buscar en la propia experiencia aquellas frases que hayan ayudado a positivizar situaciones negativas, copiarlas en un papel y recordarlas en los momentos de crisis. Por otro lado, es importante darse tiempo y evitar el análisis o reflexión hasta que se haya producido un enfriamiento emocional. ¿Cómo podemos hacerlo? Realizando actividades agradables y practicarlas cuando nos sintamos mal. No es una huida, es una parada a tiempo, una pausa para más tarde, para responder a las exigencias del momento de una forma más adaptativa sin que la frustración nos limite”. Vale la pena intentarlo.