El cansancio tras las fiestas de fin de año, sumado al calor agobiante y el fin del ciclo escolar, dan inicio a los meses en que la mayoría de la gente aprovecha para tomarse las tan ansiadas vacaciones. Sin embargo, hay quienes se ven imposibilitados de hacer un viaje, por compromisos laborales, por cuidar a un familiar, o simplemente porque las vacaciones de los cónyuges no coinciden. Asumida esta realidad, se trata, entonces, de encontrar la manera de disfrutarlas igual, ya sea puertas adentro u organizando planes y salidas alternativas.
Según la psicóloga Rosario Fernández, mucha de la frustración que se vive al no poder irse de vacaciones surge de la comparación luego de conectar con las redes sociales. “Cuando la gente viaja suele subir fotos a las redes y quizás ni siquiera está disfrutando −eso no lo sabemos−, pero la persona que está en su casa lo está mirando y por ahí se frustra. Siente que trabajó y no está teniendo una recompensa”. Sin dudas, ver lo que otros publican puede afectar las emociones. Según el estudio “Envidia en Facebook: Una amenaza escondida para los usuarios”, una de cada tres personas se siente peor y más insatisfecha con su vida tras visitar las redes sociales, y las fotos de las vacaciones constituyen la principal causa de envidia. Por eso, pasarse el día acostado en la cama y contemplando los destinos elegidos, las tardes de playa, los atardeceres en las montañas o cualquier otra postal idílica que suban nuestros contactos, desde ya que no es una opción.
Hacer un corte
“El cerebro y el cuerpo necesitan que no sea todo el año igual. Es indispensable marcar etapas, ciclos”, indica Fernández. Pero desconectarse de las obligaciones diarias y laborales no siempre es sencillo. Para lograr este objetivo sugiere empezar por poner un mensaje automático en el correo electrónico o en Whatsapp diciendo que se está de vacaciones, y así elegir para quién estar disponible y cuándo. A su vez, es conveniente no dejar trabajo pendiente y poner en alerta a los compañeros con el fin de que estén atentos a los mensajes y pedidos que puedan llegar a surgir durante el tiempo de ausencia.
Otro tema son los grupos (del trabajo, de estudio, de la escuela de los hijos), a través de los que se recibe gran cantidad de información que, muchas veces, impide el descanso mental. Así, a las preocupaciones de lo que quedó pendiente, se suman nuevos conflictos e, incluso, los debates o rivalidades entre los miembros del espacio. Por eso, ahora WhatsApp ofrece la función de silenciarlos por un tiempo determinado. A su vez, la especialista aconseja limitar el uso del celular, apagándolo a partir de cierto horario. “El mundo –dice− sigue sin uno, por suerte. Hay que desenchufarse y a la vuelta ver cómo se resuelve todo”. También observa que hay quienes trabajan en atención al público y se estresan al relacionarse con otras personas; a ellos les recomienda hacer actividades y tener contactos desestructurados, que no los estén evaluando.
Tiempo de planificar
Luego de ponerse en “modo vacaciones”, hay que tratar de armarse una lista de actividades placenteras, porque quedarse en casa no es sinónimo de aburrimiento. ¿Las opciones? Puede ser desde recorrer un museo, leer un libro, ir al cine, visitar a un pariente, encontrarse con un amigo, empezar el gimnasio, anotarse en un club, salir a correr, hacer un picnic en un parque, aprender a cocinar algo rico, ver una serie o, para los más arriesgados, tirarse en paracaídas. Hay también, cerca de las ciudades, pueblos rurales, estancias y reservas naturales que, sin implicar largos viajes ni gastos desmesurados, son perfectos para una escapada express de un día, en que se puede disfrutar de espacios abiertos, silencio y aire puro. Según Fernández, la elección de la actividad dependerá de la personalidad de cada uno: “Hay gente –sostiene− que disfruta de ordenar su casa y se estresa cuando no lo está”.
Con los chicos, el consejo es simple: pasar tiempo con ellos y disfrutar de la cotidianeidad que ofrece el compartir el día a día. Los planes pueden ir desde cocinar juntos, juntarse con amigos, ir al cine o pasar un rato en la pileta. “Para los niños ese tiempo es muy valioso. Ellos van cambiando todo el tiempo y es bueno saber qué les está gustando ahora, qué preocupaciones tienen. A veces no es necesario ir tan lejos para encontrar cosas para hacer”, explica la psicóloga, y sugiere ofrecerles el espacio para inventar y crear con ellos, ya que al darles todo resuelto, de algún modo, se trunca esa capacidad de imaginación y de desarrollar habilidades.
A su vez, estar en casa es un buen momento para descansar y dormir sin despertador, sobre todo para los niños, quienes están en etapa de crecimiento, aunque es conveniente regular el descanso para no tener luego la sensación de no haber disfrutado. Si bien a unos y a otros les gusta viajar y conocer lugares, sin dudas, esos momentos compartidos se tornarán imborrables, independientemente del lugar donde se transiten. “Tiene que ver con la carga emocional −resume la especialista, y puntualiza−: por ahí ir a Disney no les importa tanto como un cumpleaños donde su papá se ofreció a hacerles el asado”.