Pocas cosas resultan tan incómodas como solicitar un incremento salarial; quienes hemos pasado este momento más de una vez, lo sabemos. En función de eso, es que hemos relevado varias cuestiones a las que se debe atender para tener más posibilidades de lograrlo, que tal vez no estén bien difundidas o tenidas en cuenta.
¿Cómo lo planteo?, ¿en qué momento o cuánto pido?, son algunos de los interrogantes que nos surgen al momento de enfocarnos en el tema, por lo que es necesario preparar todo de antemano para argumentar apropiadamente.
A modo de guía, te mostramos lo que te conviene hacer a la hora de aspirar a una mejora en tus haberes y lo que nunca, jamás, debiera cruzarse por tu cabeza.
La previa
Ante todo, debemos tener una visión realista de lo que podemos pedir, y para ello es preciso averiguar cuál es el valor de nuestro puesto en el mercado.
Sondear cuánto ganan nuestros colegas no es tarea sencilla, ya que por lo general a la gente no le gusta hablar de ese tema, así que mejor será descartar esto y recabar información directamente de Internet, podemos mirar las ofertas de empleo o participar de grupos en las redes sociales.
Patricia Funes, licenciada en Relaciones Laborales, explica que “siempre hay que demostrar con datos el porqué de un aumento (pueden ser datos comparativos con otras personas que realizan la misma actividad en otros lados) porque es fundamental defender y justificar lo que uno está pidiendo, y hacer hincapié −cuando prestamos un servicio− en lo que ofrecemos”.
Planificar al detalle
Con los datos que hemos recabado, lo próximo será armar nuestra argumentación. La Lic. Funes destaca que es primordial llevar a cabo una conversación efectiva trabajando desde el valor que tenemos para el otro, lo importantes que somos para su negocio y lo que gana con lo que hacemos.
¿Cómo empezamos? Su propuesta es sencilla: “Hay que prepararse en positivo, pensando que lo vamos a lograr porque somos buenos en lo que hacemos; pararnos en el espejo y preguntarnos qué es lo que queremos decir; pensarlo, escribirlo, repensarlo, tachar y volverlo a escribir hasta que salga un texto con el que nos sintamos cómodos, sabiendo que representa correctamente nuestro pedido”.
Asimismo, es esencial conocer qué es lo que evalúa una empresa para cada puesto. Al respecto, Marcela Mendoza, jefa de RR.HH. de una empresa de limpieza y consultora del área, asegura que “Lo primero que se mide es la parte económica, es decir, si tu puesto genera algún beneficio adicional −porque siempre se miden los resultados−, los objetivos logrados, algún éxito que hayas tenido al participar de algún proyecto importante y, si no podés identificar algo dentro de esa variable porque tu puesto es operativo, no de gestión, se contempla el tema de la responsabilidad, el compromiso, la puntualidad, el respeto; o sea, otras cosas que también hacen a la cotidianidad”.
En este último caso, aconseja analizar qué aportes hicimos al área en la que nos desempeñamos como un valor intrínseco, un plus que nuestro trabajo le suma a las obligaciones implícitas.
Elegir el momento
Tan importante como prepararnos es determinar cuándo es conveniente solicitar una entrevista, debido a que hay diversos aspectos a sopesar, como las posibilidades que tiene la empresa de poder efectivizar el aumento, o cuál es su modalidad respecto al período en el que realiza la evaluación de puestos. “No conviene plantear un aumento en mayo si sabés que los puestos se evalúan, por ejemplo, en marzo y octubre, porque lo más factible es que debas volver a hablar más adelante”, sugiere Mendoza, a la vez que recomienda “tratar en lo posible de manejarse con cierto conocimiento en general del puesto, del mercado, de la empresa y con una postura abierta al momento de pensar cómo se lo planteo a mi jefe; esa es la clave, porque tiene mucho que ver con quién trabajás, cómo está de humor y cómo viene el día. Si la jornada viene complicada y tu jefe no está del mejor humor, es evidente que vas a ir a un NO seguro” .
Lo que sí lo que no
- Antes de hablar con Recursos Humanos hay que hablar con el jefe. Siempre. Por una cuestión de respeto y porque, como superior inmediato, es el que conoce nuestro día a día.
- Enojarnos porque un compañero gana más, compararnos, plantear problemas personales o tratar de hacer valer nuestra antigüedad son razones que definitivamente hay que evitar, pues nos conducirán a un fracaso seguro.
- Tener un plan A, un plan B y un plan C; buscar alternativas respecto de “¿qué pasa si…?” y estar abiertos a otras opciones: “Hoy por hoy hay otras cuestiones que mucha gente considera y que van más allá de la parte económica, como negociar una jornada flexible, un día para trabajar desde casa o salir antes un viernes”, afirma Mendoza.
- No dar ultimátums si en lo inmediato nuestro pedido no puede materializarse. Si se trata de un No negociable, “lo mejor es volver a insistir a las dos semanas y luego a los tres meses, que es como una pauta definida en las negociaciones salariales”, asevera Funes.