Comprar los útiles, preparar los cuadernos y muchas otras tareas vinculadas al nuevo ciclo escolar ocupan el tiempo de las familias durante los primeros meses del año. Es una época en la que los adultos también suelen preguntarse cuál es la mejor manera de organizar la agenda de los hijos e, incluso, cómo realizar las elecciones y definir la cantidad adecuada de obligaciones.
“Sofía disfruta de cantar y bailar, pero el año pasado la notaba cansada y no estaba rindiendo en clase. Tuvimos que ayudarla a entender que, si bien es importante que haga actividades que la nutran, a sus diez años, la prioridad es la escuela, y tuvo que elegir uno de sus dos hobbies. Ya tendrá tiempo para seguir formándose”, cuenta Andrea, cuyo testimonio refleja una realidad por la que atraviesan muchos padres. Lo cierto es que actualmente la agenda de los niños está tan cargada antes como después de que suene el timbre que indica el horario de salida de la escuela.
¿PARA QUÉ SIRVEN LAS ACTIVIDADES EXTRAESCOLARES?
Fuera de los objetivos que se deben alcanzar en un nivel educativo, existen múltiples espacios, que funcionan como un complemento de los programas curriculares e incluso pueden ser programados por la propia institución educativa. Las actividades extraescolares, que contribuyen a fomentar el desarrollo de los chicos en un lugar divertido y sin presiones, una vez incorporadas, pasan a formar parte de su vida diaria.
“Creo que lo más importante de estas actividades es el beneficio personal del niño”, analiza la psicopedagoga Jimena Vallejo Martorell. La especialista explica que, a los chicos, el hecho de poder integrarse en estos espacios les permite aumentar su autoestima, al desarrollar sus potencialidades y ayudarlos a descubrir por sí solos sus logros personales. Además, refiere que “tienen la posibilidad de relacionarse con otros que necesitan o que buscan lo mismo, de tal manera que pueden mejorar sus habilidades sociales y su motivación”; a la vez que aprenden a gestionar el tiempo, ya que los días que están más ocupados tendrán que priorizar qué cosas hacer para poder llegar con todo.
EL MOMENTO DE LA ELECCIÓN
La oferta de actividades extraescolares es mucha y variada: los chicos pueden recibir clases de apoyo, realizar actividades artísticas o aprender a practicar algún deporte, entre otras opciones. Las alternativas van desde enfocarse en sus destrezas, promover una asignatura, fomentar un talento o mejorar sus habilidades físicas, emocionales y sociales. No hay una actividad correcta y otra que no lo sea. Al momento de elegir, hay que tener en cuenta la necesidad, los gustos y la voluntad del niño.
Otro punto importante es contar con su aprobación y que no sea una manera de mantenerlo ocupado, ya que si concurre obligado, en vez de ser una solución, se convertirá en un problema. En este sentido, Vallejo Martorell aconseja que tanto los padres como los docentes identifiquen la dificultad particular o el interés propio del niño por ocupar su tiempo libre. Una vez realizado esto, recomienda que los adultos les expliquen a sus hijos que la actividad elegida, el deporte o el apoyo que vaya a recibir serán para su bienestar. “Debemos escuchar su opinión, sus dudas, sus preguntas, y buscar la manera de darle tranquilidad y hacerle saber que su opinión es lo más importante en esta decisión”, manifiesta la psicopedagoga.
Mientras que las dificultades de aprendizaje y de atención podrían hacer mella en su autoestima, las actividades fuera de la escuela ayudan a los chicos a enfocarse en sus intereses en lugar de hacerlo en sus dificultades. Es fundamental que el niño o la niña puedan disfrutar de estas opciones, ya que son una forma de dispersión fuera del aula, en un ambiente seguro y agradable. “Muchas veces −dice Vallejo Martorell− esperamos que empiecen a salir a la luz los beneficios y se deja de lado la importancia del juego”.
CONOCER EL LÍMITE
¿Cómo saber cuándo se está sobrecargando al niño de ocupaciones? ¿Existen signos claros antes los cuales los padres deben estar al tanto? ¿Los chicos sabrán transmitir cuando se sientan sobreexigidos? Si bien la cantidad de ocupaciones que puedan sobrellevar dependerá de cada chico y de cada familia, no es aconsejable que tengan que cumplir con actividades extraescolares más de dos o tres días por semana.
“Así como estuvimos atentos a identificar la necesidad de una actividad extraescolar del niño, tenemos que prestar mucha atención a los cambios que se generan en ellos”, refi ere Vallejo Martorell. Cansancio, enojo y desinterés son síntomas de que el juego está quedando en un segundo plano y de que la actividad elegida no sería tan benefi ciosa como se había planifi cado.
Al observar los signos de alerta, se debe acudir al diálogo. La psicopedagoga aconseja brindarles a los hijos un lugar de escucha donde no serán juzgados, donde se sientan en confi anza y puedan expresar y lo que esperan poder solucionar al revelar su angustia o sus miedos. “Hay que buscar –resume− una salida alternativa donde puedan sentirse cómodos y satisfechos”. Es necesario identifi car el límite entre perseverar y desistir si no vale la pena. Incluso pueden comenzar probando algunas clases y luego decidir si la actividad les gusta.
Tampoco hay que olvidar que, así como los benefi cios de las actividades extracurriculares son muchos, lo son también las horas de juego libres y la posibilidad de compartir entre los niños sin la supervisión permanente de los adultos. Por eso, los especialistas recomiendan dejarles tiempo para compartir con sus amigos, hacer los deberes, charlar con los padres e incluso aburrirse.
La lista de actividades es interminable, pero el tiempo es limitado. Muchas veces, los padres desean ofrecer a sus hijos la formación más completa o disfrutan tanto de hacer alguna actividad que no ven el momento de compartirla con sus hijos, pero lo cierto es que todas las personas son distintas y quizás el chico no comparta esa pasión. Incluso, al crecer, los intereses varían y, a lo mejor, lo que tanto le gustaba al niño el adolescente ya no lo disfrute.
ARMAR EL CALENDARIO FAMILIAR
Cuando son varios los miembros de la familia y muchas las actividades de cada uno, puede resultar difícil organizarse y tener todo en mente. Ante la imposibilidad de gestionar exitosamente las actividades del día a día, surgen las discusiones conyugales, los reproches y los olvidos, e incluso la sensación de que la distribución de responsabilidades no resulta muy equitativa. Para evitar esos inconvenientes, se puede recurrir a la creación de un calendario familiar que facilite la gestión del tiempo, asigne tareas y permita planificar eventos.
Además de los tradicionales organizadores en papel, existen actualmente diferentes aplicaciones, que se descargan gratuitamente. Más allá de ser una herramienta útil, este método de organización sirve para enseñarles a los hijos el valor del orden y la planifi cación, y esto genera un impacto positivo en las familias.