Jean Maggi creó la fundación que lleva su nombre y la fábrica Superadaptados, donde emplea a personas con discapacidad motriz en la elaboración de bicicletas adaptadas que luego dona. Su propio proceso para dejar de victimizarse, ponerse en acción, abandonar la omnipotencia y trabajar por los otros.
Hay una imagen recurrente en la infancia de Jean Maggi: las señoras que lo cruzaban en la calle de su Córdoba natal le acariciaban la cabeza y le decían “pobrecito”. La poliomielitis hizo que creciera entre muletas, operaciones, yesos y sillas de ruedas. Tantas veces escuchó de su mala suerte que se lo terminó creyendo. Pudo estudiar, formar una familia y convertirse en un empresario exitoso pero seguía resonándole la autocompasión. Hasta que a los 37 años sufrió un doble infarto y, contra todo pronóstico, reacomodó su estructura de vida: dejó el tabaco, empezó a prestarle más y mejor atención a su salud, a alimentarse bien y a hacer deportes. Pasó del sedentarismo a ser un deportista de alta competencia y, gracias a una bicicleta adaptada que le permite “pedalear” con las manos, se hizo habitué de maratones internacionales, fue al Ironman, esquió en los Juegos Paralímpicos de Invierno de Vancouver y, en 2015, subió al Himalaya. A los 53 años, se convirtió en la primera persona con discapacidad que logró ponerse de pie con ayuda de sus muletas a 5.460 m de altura. Después cruzó los Andes a caballo. Él dice que el Himalaya le bajó la omnipotencia y le permitió entender que si estaba allí era gracias a mucha gente que lo había ayudado y sostenido en el recorrido de su vida. “Yo subí al Himalaya en 2015 por todo lo que había experimentado a lo largo de cincuenta y pico de años. Entonces, aprovechando el minuto de fama que me dio esa situación, con mi mujer, María Victoria Milano, y con mi amigo Germán Epper, que también anda en silla, decidimos usar la repercusión para ayudar a otros y armamos la fundación”.
La verdadera cima. Eso de que “también anda en silla” dice mucho de cómo piensa la discapacidad. Él sostiene que no tiene que ser lo que defina (ni limite) a nadie y que el concepto de “inclusión” debería dejarle paso al de “convivencia”. “Incluir quiere decir que algo más poderoso le permite entrar a algo más débil. Es un término que quedó obsoleto. Así como evolucionó la tecnología de las sillas de ruedas o de las prótesis, también deben evolucionar el lenguaje y los conceptos. Trabajo para que se termine con los paradigmas que ponían a la persona con discapacidad en una condición de inferioridad y exclusión. El Himalaya surgió un poco de pelear por eso, porque yo corría un maratón y la gente cambiaba la mirada, mi persona se iba empoderando y mi discapacidad iba desapareciendo. Cuando en 2018 crucé los Andes a caballo y llegué a Chile, los periodistas me preguntaron cuál era mi próximo desafío y yo dije que creía haber logrado lo máximo, no por cruzar los Andes o subir al Himalaya, sino porque ellos me estaban preguntando por el siguiente reto y no qué me había pasado para estar en una silla”.
Qué hacen
• Entregan bicicletas adaptadas a niños, niñas y adolescentes de 4 a 18 años.
• Consideran que el movimiento funciona como una poderosa herramienta para que una persona con discapacidad motriz pueda desarrollarse deportiva, personal y socialmente.
• Todas las bicicletas fabricadas en Superadaptados se venden: o a particulares o a las empresas que apoyan a la fundación y que luego esta entrega como donaciones.
• Le prestan mucha dedicación a la comunicación para así poder transformar la mirada social sobre la discapacidad. Por eso dan charlas en distintas instituciones y Jean Maggi protagonizó el documental de Netflix El límite infinito, producido por Juan José Campanella. Ahora están editando la segunda parte, El límite infinito II, donde contarán las historias de vida de quienes trabajan en Superadaptados.
La fundación entrega bicicletas adaptadas a quien las necesita. Posibilitar el movimiento mejora mucho la calidad de vida de las personas. Por eso, en 2019 abrió la fábrica Superadaptados, la primera en el país en hacer bicis adaptadas en serie y donde la totalidad de los empleados son personas con discapacidad. “La fábrica resume la perfección del proyecto: las personas hacen deporte, tienen su bicicleta, se capacitan, trabajan sin excusas, producen con rentabilidad. Apuntamos a que este modelo les abra los ojos a otras empresas y que el Poder Legislativo genere leyes que acompañen y terminen de sacarles temores a los empresarios para que se animen a contratar a personas con discapacidad. Hasta hace unos años, nadie imaginaba que una persona con discapacidad podía llegar al Himalaya ni que una fábrica podía funcionar con el 100 por ciento del personal con discapacidad, y hoy lo estamos haciendo. Cambiar la mirada sobre la discapacidad es la mejor forma que tenemos de avanzar”.
Cómo ayudar
Se puede colaborar con dinero pero también con una buena idea. “La mejor forma es hacerlo como cada uno lo sienta. Compartir un video de nuestra labor ya hace mucho y solo es un clic”.
Más información: www.fundacionjeanmaggi.org