El contexto del inolvidable 2020 nos obligó a reinventarnos de muchos modos. María Laura Benito, Emilce Delgado, Carolina Pena y Florencia Álvarez cuentan cómo lo hicieron y lograron salir adelante con sus proyectos.
María Laura es consultora psicológica y hace diez años formó el “Taller de Oficios Las Rufinas” (@tallerdeoficioslasrufinasok) donde enseña crochet. “Allí pude mezclar mi profesión con mi oficio. Mientras se teje, las alumnas se relajan e intercambian vivencias. Se forma un lugar de pertenencia y de terapia”, cuenta. En su espacio hay otros profesores, que enseñan distintos oficios. La intención de Laura siempre fue valorar lo artesanal y que los asistentes adquirieran herramientas de trabajo.
Su proyecto fue creciendo y en 2011 comenzó a organizar ferias con productos del taller y de diseñadores independientes. El cierre determinado por la cuarentena la obligó a cambiar. Estaba paralizada y sin ingresos. “Al principio estaba desorientada porque no soy muy ducha con la tecnología y dar clases de crochet por videollamada es muy difícil. Tampoco sabía usar Instagram, así que comencé a tomar clases por YouTube”, cuenta.
Entonces comenzó a vender patrones de crochet, prendas tejidas y una nueva línea de productos sustentables online. También subió a su Instagram recetas caseras de jabón y desodorante, e hizo vivos enseñando puntos de crochet. Cuando se redujo la venta de ropa tejida, se le ocurrió vender pantuflas y le fue muy bien. “Lleva mucho tiempo lo virtual, pero es una herramienta fundamental para que te conozcan y para vender”, sostiene.
Emilce Delgado es diseñadora de indumentaria e ilustradora y trabaja en una escuela de arte. Su proyecto “Retratos Peluditos” (@retratospeluditos) nació en cuarentena. “El principio de la pandemia fue raro. Tenía miedo de todo. La mayor dificultad para mí fue el tema de las redes. Me costaba acostumbrarme a subir, vender y publicar”, cuenta. Con el encierro, comenzó a manejar los tiempos y se ordenó. También tuvo que pensar modos de generar ingresos, y lo hizo combinando la necesidad y el placer de dibujar. “Como me gustan los retratos y los animales pensé en hacer a las mascotas con ropa”, dice.
«Es importante conectarse con trabajos y oficios que nos brindan placer»
Las prendas con las que viste a sus “modelos” son diseñadas por Emilce de acuerdo con la personalidad de cada uno: si un gato es dormilón, lo dibuja en pijama; si es canchero, lleva camisa y un aro en la oreja. “Me divierte elegir la ropa, el estilo. También me encanta el momento en que la gente lo ve”, comenta. Su técnica preferida es la témpera, y los colores de la paleta varían según la mascota.
ADAPTARSE PARA CRECER
Carolina es psicóloga, doula y jefa de residentes en una sala del conurbano bonaerense. Su formación en psicología perinatal y crianza se puso a prueba con la llegada de su hija. Diez meses después, creó la cuenta de Instagram Psicomammi (@psicomammi). “Empecé a escribir a modo de catarsis y luego me di cuenta de que necesitaba un espacio para poder brindar información y ayudar a otras mujeres. Existen muchas cosas de la maternidad que se desconocen”, explica.
La pandemia la obligó a manejar un consultorio virtual. Esto la llevó a volverse más activa en sus redes. “Comencé a hacer talleres online y en vivo. Fui buscando los momentos en los que no estaba mi hija para poder grabar los videos, aprendí a editarlos y los subí”, cuenta orgullosa. De este modo armó un taller llamado “Acompañando hijes, repensándonos mapadres”, con videos grabados y artículos para ser consultados en todo momento. “Con la cuarentena aprendí que la crianza con ayuda externa es clave. Yo quería estar activa y acompañar a las mujeres desde otro lugar. La pandemia me dio ese puntapié”, concluye satisfecha.
“Es muy hermoso ver que cada vez más personas eligen lo autogestivo y se vuelcan a un consumo más responsable y sustentable”, dice Florencia Álvarez Brunel, artista y emprendedora. Su emprendimiento se llama “Acuarelas Brunel” (@acuarelasbrunel) y se trata de pinturas sustentables, hechas a mano, libres de plástico, de crueldad y con el agregado de ser súper pigmentadas por no utilizar ningún aditivo.
Florencia también da clases de dibujo y pintura. Tuvo que cerrar el taller y volcarse al mundo virtual para poder sostener su economía. Además se suspendieron las ferias donde vendía sus acuarelas, y al principio tampoco conseguía las materias primas para fabricar sus pastillas, que son importadas. Pero con el correr de los meses la virtualidad se tornó algo positivo: sus acuarelas tuvieron mayor alcance y pudo venderlas en ferias virtuales. Ella, que se considera muy analógica, aclara: “Me vi obligada a reinventarme”.
ALGUNAS CLAVES
Mantenerse activo: es importante conectarse con trabajos y oficios que nos brindan placer.
Administrar el tiempo: encontrar los momentos para desarrollar nuestra actividad.
Prestar atención: registrar qué producto o servicio tenemos para ofrecer y dar el paso.
Aprovechar lo virtual: exprimir las redes y aprender a usar herramientas para vender nuestros productos o servicios online. La virtualidad no tiene fronteras y esa es una gran ventaja.