Porque se pasan horas jugando con el gato de un amigo o de un familiar. Porque caminan por la calle y se detienen a acariciar a los perros. Porque se lo imaginan y les encanta la idea. Porque simplemente lo quieren. Los motivos para que los hijos les pidan una mascota a sus padres sobran y, una vez que la idea se les mete en la cabeza, es seguro que no dejarán de insistir hasta conseguirlo. Sin embargo, el veterinario Walter Pérez, con treinta años de profesión, entiende que, si la familia no tiene la capacidad logística para ocuparse de la rutina de salida de un perro, es mejor que no lo adopte. En tanto que el gato, al hacer sus necesidades en las piedritas y no requerir de paseos, supone una dedicación menor. Sea cual fuera el caso, tener una mascota no implica solamente ponerle un plato de comida y darle las vacunas. Se trata de colocar en una balanza los tiempos, las ganas y las necesidades, sabiendo que ellos responderán con su entrega y un amor incondicional.
Cómo y cuál elegir
El momento ideal para que una familia adopte una mascota es cuando hay un tránsito de gente permanente por la casa, un ir y venir en el que el animal acompaña y está acompañado. A su vez, cuando los hijos son chicos, aprenden sobre la atención y el respeto hacia otro ser vivo. “El animal va a interactuar con los niños, y esto les enseñará la responsabilidad de cuidar a alguien en los primeros momentos de la vida”, analiza Pérez.
En el caso de optar por un perro, hay que tener en cuenta principalmente tres cuestiones: cómo se compone la familia, el tamaño del animal y el espacio del que se dispone. “Los cachorros de razas gigantes (de más de 35 kilos) no son conscientes –explica el especialista– de su tamaño y son muy brutos. Si tenés un nene que está empezando a caminar, por ahí cuando tocan el timbre sale corriendo y lo tira, o al abuelo se le para en dos patas en la espalda”.
En cuanto a las razas, Pérez indica que “es una cuestión de chapa y pintura, porque adentro son todos iguales”. De todos modos, reconoce que los defensores del perro de raza tienen algunos argumentos, como poder saber con anterioridad las cualidades y los defectos del animal. Hay garantizada cierta genética que se hereda, y enfermedades conocidas (como el “ojo de cereza” en el bulldog inglés, que implica que se le salga la glándula lagrimal). “Después, hay razas que son más activas que otras. Por ejemplo, el batata no va a lastimar a nadie. Un golden, un labrador y un bóxer son súper indicados para gente mayor y niños, pero aprenden a tener una delicadeza después de los diez meses. Además, puede ser que muerdan o rasguñen, como juegan entre ellos, a lo bruto”, revela Pérez. Los mestizos, en tanto, son menos predecibles en cuanto a su carácter y en el aspecto físico. Pueden, por caso, aparentar ser de tamaño pequeño y llegar con esa estructura por no hacer recibido suficiente alimentación, o resultar hiperactivos cuando lo que se buscaba era un animal tranquilo. El pro de ellos, y no menor, es que son más sanos, ya que tienen menos problemas congénitos al tener cruzas de sangre.
Con un animal en casa, los chicos aprenden sobre atención y respeto
Período de adaptación
“Los perros se adoptan entre los 60 y 90 días de vida”, dice el veterinario, y cuenta que un error que suele darse en las grandes ciudades es manejar mal la etapa de desapego, en el que la perra mamá educa a sus cachorros tirándoles tarascones o alejándolos para que aprendan a desenvolverse por sí mismos. “Cuando comprás un perrito de 45 días y lo tenés todo el tiempo a upa, generás un hiperapego. Son esos perros que, después, te rompen todo porque no saben estar solos”, señala, y recomienda: “Hay que dejarlos valerse por sí mismos. La adaptación también tiene que ser con dureza. El perro tiene que conocer las reglas de la casa”. Al adoptarlo de más grande, y si estuvo con otros perros, lo trae ya aprendido.
En este sentido, según el especialista, el gato es totalmente distinto: “No tiene etapas de socialización y, generalmente, si la situación se pone densa con un nene al que percibe como peligroso, se escapa (sube arriba de un sillón o de un mueble, se pone debajo de una cama). Es más de alejarse cuando ve que el contexto no es bueno. Socializan con los chicos a partir de los tres años, al ver que tienen una noción de cómo apretar o tocar un animal”. Es, sin dudas, una especie más tranquila, que disfruta dormir acompañada o recostarse un rato junto a otros en el sillón, por lo que entabla una muy buena relación con quienes pasan más tiempo en el hogar.