Tenía cinco años cuando comenzó a jugar, con un grabador, a hacer entrevistas. En su casa, la radio y la tele eran integrantes de la familia e influyeron en ella rápidamente, ya que le mostraron un juego al que podría jugar toda su vida. Roxy Vázquez aceptó la invitación; con el paso de los años estudió locución y periodismo, y desarrolló una carrera en los medios que ya lleva más de veinte años.
Viví muchos momentos de tener un laburo muy bueno y también de caerme, volver a empezar, volver a ir a pedir laburo, que es algo que nunca me costó ni me dio vergüenza. He esperado en puertas de canales y radios a Víctor Hugo, a Badía, al Cholo Gómez Castañón, entregando mis cassettes con demos que me editaba. Siempre tuve un fuego sagrado interno, una perseverancia a prueba de todo. Cuando los pibes me preguntan, los estudiantes, les digo que una de las bases del periodista es eso. Si llegás a la casa del papá del asesino no te podés quedar en la puerta, tenés que tocar el timbre, esperar, chamuyar, hablar, intentar, porque si te quedaste en la puerta la nota se pasó y ya está. Eso es parte de la personalidad y del deseo, de los sueños que te empujan hacia delante.
En Lomas de Zamora hizo algunos programas de radio cuando era todavía adolescente. En 1999 entró a su primer medio grande: Radio Continental. Pasó por La Red, Fox Sports, América, Canal 9, Canal 13 y TN, haciendo móviles y notas de todo tipo en la calle. Cubrió los acontecimientos de Plaza de Mayo en 2001, robos, saqueos, entrega de los Oscar, temporadas de verano, entrevistas a figuras internacionales, casi siempre siendo una voz sin rostro visible para los espectadores. En los últimos años, su figura creció delante de la pantalla, llegó a la conducción de un noticiero en horario central en la señal TN y este año se sumó a la conducción coral del ciclo Mujeres, emitido por El 13 hasta mediados de octubre.
El jueves 13 de agosto, Roxy sintió un dolor de cabeza muy intenso mientras conducía TN de 6 a 10. Primero pensó que era estrés, ya que no era la primera vez que le pasaba. Al terminar el programa, un médico la atendió en el canal y le dijo que se trataba de una contractura cervical. Al día siguiente, el dolor persistía a pesar de los corticoides, así que ella decidió consultar nuevamente y ese sábado le dieron un diagnóstico más certero: tenía COVID-19.
Fue un balde de agua fría. No me imaginé el resultado, me venía cuidando como todo el mundo. Los primeros días fueron muy difíciles, con dolores de cuerpo, con dolor de cabeza, fiebre, tos, se me fueron el gusto y el olfato al toque; estaba aislada de mi hijo, que tiene diez años y que estaba casualmente con su papá ese día y se tuvo que quedar con él. La soledad física es fea, pero de todas maneras yo no sentí soledad en esos días, porque me llamaba y me escribía todo el mundo. Sentí lo contrario de lo que dice la mayoría, que es esa soledad profunda. Yo sentí y recibí muestras de cariño de personas que no me imaginaba. Fueron cinco días de terror, con falta de aire, sintiéndome muy mal y de a poquito me fui mejorando. Aún hoy tengo mucho cansancio corporal y me falta el aire, son resabios lógicos, me dijeron los médicos, y van a pasar.
“Siempre tuve un fuego sagrado interno, una perseverancia a prueba de todo”.
Aclarás que te venías cuidando, ¿sentís que se culpabilizó mucho a las personas que se contagiaron?
Claro. Y la pregunta que te hacen es dónde te contagiaste, y quién te lo contagió. Son preguntas insólitas, ridículas. La primera que no quiere contagiarse soy yo, ¿cómo me voy a descuidar? En esta ruta de dónde anduviste y con quién hablaste es incómodo, porque te ponen en un lugar extraño. En el noticiero yo venía contando historias feas, de discriminación, de bronca hacia los contagiados, que por suerte no me tocó atravesar.
Un día encaró al productor del noticiero: “Poneme frente a cámara y yo te hago un monólogo con las tres noticias más importantes de espectáculos del día”. Tuvo que repetir el pedido varias veces, hasta que ganó por cansancio. Cuando le dijeron que sí –más por sacársela de encima que por convicción, según ella misma reconoce–, fue a buscar una pluma a vestuario y, sentada en una banqueta, comenzó un segmento diferente en medio de la jornada informativa.
Es una pastillita de color, una tontería, pero es lindo. Lo que trato ahí es de contar las noticias de espectáculos sin herir a nadie, sin lastimar, sin ser mala, siempre con la mejor, con buena onda, riéndome del personaje y con el personaje, no burlándome de nadie. Me parece que airea. Me airea a mí y al televidente de casi cuatro horas de malas noticias. Sobre todo en esta época, porque contamos historias difíciles, damos números de muertos, de contagiados, asesinos… La noticia es eso, algo fuera de lo ordinario, es cierto, pero estamos en una etapa en que todo está muy para abajo y me parece que está bueno meterle un poquito de alegría. A mí la actualidad me encanta, pero me duele contarla. Soy una persona muy alegre, histriónica, me gusta generar que el otro se ría, que el otro se divierta si yo digo algo. Lo tomo como un servicio.
¿En qué sos experta?
En el manejo de la intuición. Soy altamente intuitiva y rara vez me equivoque. En situaciones y conductas de las personas, intuyo por dónde vienen y siempre que me guío por la intuición o siento algo, no me equivoco.
¿Cómo evaluarías la cobertura de la pandemia por parte de los medios?
Me parece que los medios, y no es por salir en su defensa, hacen, hacemos, lo que podemos, en medio de estas circunstancias nuevas para todos. Es muy difícil adaptarse a algo que es tan insólito, porque no se puede comparar con ninguna otra cosa. Al principio es cierto que los medios fueron un poco extremistas con la información, alarmistas, pero no se podía ser de otra manera. Me parece que fuimos cambiando y adaptándonos, que es súper difícil. De algunas personas escuchaba el pedido de que habláramos de otras cosas y no solo del coronavirus; pero, por otro lado, otros nos exigían que informemos más del coronavirus. Siempre falta algo, es muy difícil conformar a todo el mundo.
“Me parece que los medios hacen, hacemos lo que podemos, en medio de estas circunstancias nuevas para todos”.
¿Cómo es el ejercicio de la maternidad en estos meses?
Muy difícil. Encima sumando un programa nuevo, que son más horas de trabajo y menos horas en casa… Hago lo que puedo, teniendo como prioridad que el tiempo con mi hijo sea de calidad. Con ayuda de las madres del colegio, compartiendo vivencias entre todas, generando un espacio por Zoom para que se vea con sus amigos, tratando de salir un ratito a la plaza, aunque sea a dar una vuelta. Tratando de generar algún movimiento para que no esté todo el día frente a una pantalla. De todas maneras, todo lo que yo venía haciendo para combatir la vida con las pantallas se me fue, porque con esta pandemia no hay otras opciones tampoco. Voy buscándole elementos o actividades, pero es muy difícil. Es un momento muy sensible para los chicos, porque no tienen las herramientas que tienen los adultos mayores. Ellos también la están pasando mal, pero, por ejemplo, mis viejos entienden que se tienen que quedar en su casa. Los chicos lo entienden, pero en su cabecita quieren irse, salir, ver a sus amigos. Mi hijo juega al fútbol y al básquet, y extraña a sus compañeros de equipo y a sus entrenadores. Su vida ya no está, ya no la tiene. Por otro lado, sabe qué es lo que hay que hacer, que es cuidarse.
Los días de Roxy comienzan a las cuatro de la mañana y la jornada laboral termina recién doce horas más tarde. Entre las cinco de la tarde y las ocho o nueve de la noche, aglutina actividades, turnos, compromisos extra y tiempo compartido con su hijo. Una rutina agotadora que, sin embargo, lleva adelante con la felicidad de seguir jugando todos los días a lo que desea desde los cinco años.
En el súper
Soy de hacer una compra mensual grande. Compro siempre las mismas marcas, estoy medio casada en primeras nupcias y fielmente con varias. Sé lo que quiero y para qué lo quiero comprar, y voy directo.