Biografía
Se llama Matías Loiseau, nació en Buenos Aires hace 46 años. Heredó el oficio de humorista gráfico de su padre, Caloi. Hace más de veinte años publica tiras y viñetas en el diario La Nación y en su revista dominical. Publicó más de diez libros de humor gráfico (en breve saldrá uno nuevo, Superyó). También publicó dos libros de poemas, escribió tangos, condujo un ciclo de entrevistas y se vinculó con el cine y la producción audiovisual. Tiene dos hijas, Dorotea y Olivia.
¿En qué te considerás experto?
En perder el tiempo. Aunque hay algo de eso que es necesario en el arte para que se genere un vacío o algo por el estilo, que te predispone de otra forma para lo que viene.
¿Qué es lo que más disfrutás de hacer en tu tiempo libre?
Hago de todo, soy bastante inquieto, me he metido en otros terrenos, como la poesía, el cine, la música. Siempre que no estoy dibujando estoy empujando algún proyecto o algún berretín.
¿Cómo te imaginás dentro de veinte años?
Ojalá que vivo. No hago mucho el ejercicio de imaginarme hacia delante, me gusta lo que suelo hacer, que es abrir puertas novedosas todo el tiempo. Me imagino abriendo más puertas, sin saber cuáles son y adónde me conducen.
¿Sos de ir al supermercado?
Sí. Tendría que buscar ofertas y comparar precios, pero no lo hago mucho, soy bastante hedonista en ese sentido: busco lo que quiero y me gusta, siempre que pueda.
¿El mejor recuerdo de tu infancia?
Los partidos de fútbol en los potreritos: me ponía la ropa de fútbol, agarraba la pelota, salía a buscar uno por uno para armar el quórum necesario para jugar, y jugábamos hasta que cayera el sol. Volvía con las piernas temblorosas de tanto fútbol.
¿A qué le tenés miedo?
A mí, para empezar. Después, al deterioro, a la muerte, al dolor propio y ajeno.
¿Tu recuerdo más viejo?
Es intrauterino: hace no mucho tiempo, duchándome, tuve como el recuerdo de cuando estaba dentro del vientre de mi madre. No sé si es posible, pero me pareció tenerlo. Mi madre había muerto hacía muy poco, así que creo que tiene relación con eso. Fue lindo, pero cuando terminé de tener esa sensación sobrevino la angustia. Fue muy fuerte.
¿Tus tres objetos favoritos?
El sillón en el que dibujo, que era de mi papá; los materiales que necesito para trabajar, sobre todo mi mesa, que la armé a medida; y la computadora, donde termino de dibujar los originales que comienzo a dibujar en el papel.