A los cinco años, María Fernanda Callejón ya conocía cuáles serían los pilares de su vida: sabía que quería ser actriz y mamá. Lo primero le resultó fácil y fluido. Lo segundo fue un gran anhelo concretado con la llegada de su pequeña Giovanna (3). Hay dos mujeres que aparecen en su relato: Gio, y su madre, Grazia, quien también había sido actriz pero solo hasta antes de casarse. En aquella época, ser artista no era del todo compatible con ser ama de casa. Grazia eligió tener una familia y se reconvirtió en modista de alta costura. María Fernanda también fue testigo de cómo los problemas de cervicales obligaron a su madre a dejar el diseño y transformarse en una exitosa vendedora. Ese poder para reinventarse está en sus venas.
¿Cuántas vidas has vivido?
Muchas (mira fijo); muchas vidas en una. Me vas a hacer llorar de entrada.
Te casaste a los 15 años en tu ciudad, Carlos Paz. Se podría haber pensado que tu destino estaba marcado. Pero te separaste tres años después y te radicaste en Buenos Aires.
Sí, vine a cumplir un sueño. En retrospectiva, me doy cuenta de que tengo tanto de mi madre… porque de alguna manera, lo que hacemos nosotros es vender, y mi madre era una gran vendedora.
¿Te referís a los artistas?
Sí, nosotros vendemos ilusiones, vendemos mentiras lindas y feas, somos lo que no somos. Evidentemente, heredé todo eso de ella, porque es muy difícil venirse desde muy chiquita, más en aquella época. Mi primer trabajo lo encontré de casualidad, cuando me vio el coreógrafo de Moria (Casán) y me dijo: “Te quiero mañana audicionando”. Audicioné, me eligió Moria y no paré, fui media vedette de Moria, sin saber qué era ser media vedette. Hacía 15 días que estaba en Capital y ya se me estaba por terminar la plata.
Decías antes que venías a concretar un sueño…
Sí, venía a estudiar Actuación con (Agustín) Alezzo. Lo que no se me va del cuerpo y del recuerdo son esas ganas de pertenecer, de hacer lo que te gusta, de la vocación. Como te digo, me proclamaron vedette, pero yo quería ser actriz, entonces “hice” de vedette.
Venías al “teatro serio” y…
Sí, el prejuicio, ¡hablame a mí del prejuicio!
¿Se te jugó la contradicción?
No, en ese momento no. Mi papá me había dicho que me iba a morir de hambre e iba a volver con el caballo cansado: todas las frases hechas de esa época. Imaginate, firmé contrato con
Guillermo Bredeston y Carlos Rottemberg.
¿Qué recordás de esa primera vez en la que escoltaste a Moria Casán?
Salí corriendo a decirle a mi papá: “¡¿Sabés qué, papá…!?” (se ríe). Obvio que no era lo que yo más quería, después me di cuenta de que tenía que desnudarme, pero también me divertía. Siempre fui muy desprejuiciada con eso.
“La maternidad es muy linda pero te angustia. Siempre está la duda de si estarás haciendo bien”.
¿Qué sentiste en el escenario por primera vez?
Quedé muerta de amor.
¿Habías dimensionado el logro?
No, yo creo que uno valora las cosas con el tiempo. Lo que te puedo decir es que en ese momento yo disfrutaba.
¡Qué bueno que no te hayas muerto de miedo!
No, miedo no. Yo era una caradura. Vengo de padres europeos, porque mi padre llegó de Andalucía en la panza de mi abuela. Mirá mis venas lo que son (muestra sus brazos), acá no le errás. Esa es mi fuerza vital, la de la sangre.
¿Cómo es eso de que a los cinco años ya sabías que querías ser actriz y mamá?
Sí, pero recuerdo haber luchado más por mi maternidad que por mi profesión. Creo fervientemente que vengo trayendo un caudal, que lo debe haber reflejado mi madre, esta fuerza de saber lo que uno quiere. Yo le hice caso mucho a esa fuerza interior, a esa percepción, la tengo sumamente desarrollada.
Y tuviste la cintura de reinventarte profesionalmente y zafar de la sex symbol.
Si me reinventé en la vida, cómo no me voy a reinventar en lo profesional. Yo colgué las plumas, como quien cuelga los botines. En el medio del prejuicio, me llamó (Adrián) Suar para hacer El hombre, con un personaje dramático. No sé cómo fue.
¿Ya te estaban ofreciendo otras cosas o “colgaste las plumas” de una?
Lo hice de una. Porque yo era muy consciente de mi cuerpo y sabía que algún día se iba a terminar, entonces lo terminé yo. Fueron 15 años de vedette y trabajé con todos, me faltó Olmedo.
¿Sentiste el vértigo del “¿Y ahora qué?”?
Sí, y me busqué un representante, Arturo Villanueva.
¿Antes no tenías?
No, porque… (se señala) Yo era una bomba, triunfaba en la calle Corrientes como nadie… ¡Para qué iba a tener un representante! (se ríe). Uno tiene que reflejar lo que quiere vender. Ser coherente.
En una nota de hace diez años, decías que te estabas peleando con los mandatos y que habías abandonado la idea de ser madre.
Pensaba que si hay un destino marcado y vos empezás a ejercer resistencia, no está bueno. Soy una mujer de fe básicamente, y no tiene que ver con la religión, entonces pensaba transformar ese título. Pensaba en eso con mucha desazón, resignándome a la parte biológica de la maternidad, porque la maternidad es mucho más amplia y te atraviesa física y psíquicamente. Siempre creí que algo iba a llegar; aunque en ese momento ya no había un plan B, no había apagado todos los motores pero sí los había aminorado. No me considero obstinada, pero cuando hay un deseo genuino y profundo, para mí las piedras en el camino son un desafío. Soy una mujer que nació de la panza de una mujer vivió entre las bombas de la Segunda Guerra, o sea que mi vida es un desafío. Vengo de eso.
¿Te identificás como madre con la tuya?
Sí, con la fuerza de la leona. La maternidad es un aprendizaje, jamás me voy a arrepentir de este trabajo duro que elegí genuinamente, es lo más maravilloso que me pasó en la vida.
“Si me reinventé en la vida, cómo no en lo profesional. Colgué las plumas, como quien cuelga los botines”.
¿Cuándo lo limpiaste de todo mandato?
Cuando los rompí, hace unos diez años, porque también la maternidad a veces la postergué por mi carrera. A veces yo quería ser mamá y cómo lo iba a ser si no paraba de laburar, o buscaba al amor, al hombre. Siendo una sex symbol, me costaban las parejas. Entones la maternidad se postergaba por varios motivos, no solo porque yo perdía a mis bebés (a raíz de la trombofilia que le detectaron luego).
La sex symbol se interponía.
No sé si se interponía sino que, en un país prejuicioso como el que vivíamos y en los 90, era muy fuerte que una mujer mostrara su cuerpo, tan fuerte que todavía sigo siendo un poco una sex symbol devenida en mamma, me encanta.
A partir de tu rol de madre, es como si te hubiera cambiado hasta el tono de voz.
Sí, yo antes tenía muchas corazas, ahora no.
¿Sos más vos que antes?
Total. Pero es un aprendizaje, finalmente estoy construida de todo eso, por eso no reniego. Tal vez antes he llegado a tener voz de comehombres, tal vez vendía algo que por ahí… Pero siempre fui muy yo, creo que esa es la clave, no olvidarse de ser uno, de sus raíces. Yo amo mi época de vedette, veo fotos y me divierte. Y no me importa que el día de mañana mi hija googlee, es la mamá que le tocó, es lo que yo elegí y nadie me obligó.
Acabás de cumplir 52, ¿cancelaste el tema de volver a ser madre?
Sí, porque la fertilización asistida es por ley hasta los 52.
“Antes tenía muchas corazas. Pero es un aprendizaje, finalmente estoy construida de todo eso, no reniego”.
¿Cómo lo tomaste?
Bien… Después de tener a Giovanna… mi milagro, el milagro no es abstracto, existe, creo que Dios se lo da a quien sabe hacer una búsqueda interior de herramientas.
Y vos sos una buscadora.
¡Sí, soy una Google Woman! (se ríe a carcajadas).
¿Qué quisieras lograr?
Quiero ser la mamá que le hace falta a Gio, porque si digo que quiero ser una gran mamá, qué sabés lo que es para mi hija una gran mamá. Pero es un desafío difícil y angustiante.
Está bueno reconocer que por momentos es angustiante.
Sí, la maternidad es muy linda pero te angustia. Porque siempre está la duda de si estarás haciendo bien, por más que todo el mundo o los profesionales te digan cómo educar a tu hija, no hay libro. Gracias a Dios que me completé como mujer mucho antes de tenerla, siento que estoy en un momento muy pleno de mi vida. Un hijo no te completa, al contrario, te llena el tujes de preguntas… Gio siempre me la hizo muy fácil pero está mostrando su personalidad y antes de ayer no quería ir al cole y yo no sabía cómo reaccionar… y recurrí a la maestra, a profesionales, tuve días de mucha angustia, la llegué a retar fuerte, caí en lugares comunes que no hubiera querido, una situación de desborde en la que dije: “¡Dios mío!”.
“Lo peor de mí está acá”…
Ella saca la mejor versión de mí.
Pero también todo lo otro.
Es que estamos entrando en una etapa en la que me doy cuenta de que el desafío de ser madre es mucho más grande que lo que yo pensaba. Pero sigo siendo una mujer de fe.