El avance del coronavirus en el mundo trastocó nuestra rutina diaria y nos obligó a reorganizarnos en muy poco tiempo. Los chicos dejaron de ir a la escuela, los maestros tuvieron que comenzar a preparar clases virtuales, y los padres, a acompañar a sus hijos sin descuidar su trabajo a distancia.
“El aislamiento, el cierre de escuelas y lugares de trabajo son desafíos que nos afectan y es natural sentir estrés, ansiedad, miedo y soledad en estos momentos”, manifestaba Hans Kluge, titular de la Organización Mundial de la Salud (OMS) cuando se desató la pandemia.
Claramente, la situación que estamos viviendo produce un efecto sobre la relaciones en la convivencia, sobre nuestro estado de ánimo y sobre nuestro cuerpo. Y si esto es difícil para los adultos, imagínense para los más pequeños de la casa. “El aislamiento social ha generado que las rutinas que realizaban los chicos, como despertarse a una determinada hora para desayunar e ir a la escuela, realizar diferentes deportes o jugar con sus amigos, se vean transformadas. Todo esto ha despertado en ellos mucha angustia dado que, de manera abrupta, dejaron de ver a sus maestros y compañeros y las actividades de la escuela pasaron a ser realizadas completamente en sus hogares, por lo que es natural que veamos cambios en sus conductas y estados de ánimo”, explica María Laura Lezaeta, psicóloga infanto-juvenil.
Mientras asegura que todo cambio genera “incertidumbre y desconcierto”, la licenciada advierte sobre la necesidad de mantener ciertas rutinas diarias para generar seguridad y tranquilidad en los más chicos, y así reducir el estrés que seguramente sienten ante esta situación desconocida.
¿Cómo acompañarlos en este proceso?
Llantos sin razón, demandas más de lo habitual, berrinches a la hora de comer o dificultad para conciliar el sueño son algunas de las formas que tienen los más pequeños para transmitir su angustia y malestar frente al nuevo contexto que estamos viviendo. Ahora bien, ¿qué hacer para contenerlos?
Según la profesional, es fundamental transmitirles tranquilidad y explicarles los motivos por los cuales no pueden ir al colegio ni ver a sus abuelos o amiguitos en estos momentos. “Es normal que haya días en que se sientan más desmotivados y desganados. Es importante respetar sus tiempos, no exigirles. No todos los días realizarán las actividades escolares con el mismo entusiasmo ni se sentirán motivados por aprender cosas nuevas. En esos casos, se aconseja preguntarles cómo se sienten y expresarles que estamos para ayudarlos en todo lo que necesiten”, señala la cofundadora de JUEGOlogía mientras comparte algunos consejos útiles para llevar esto a cabo:
✓ Armar junto a ellos un cronograma de sus rutinas, tanto escolares como de la vida diaria.
✓ Ser flexibles y dialogar con ellos si vemos que están desmotivados, siempre desde la escucha y no desde la exigencia.
✓ Reforzar las conductas y acciones positivas que realizan en su día a día con una palabra de aliento.
✓ Establecer recreos entre cada actividad escolar para reducir la tensión y el estrés que puede ocasionar la realización de tareas.
✓ En momentos de frustración, calmarlos y explicarles que todos estamos aprendiendo ante esta nueva situación. Es clave remarcar que el error forma parte del aprendizaje.
✓ Preguntarles si necesitan ayuda, no darlo por hecho y si no lo desean, respetar sus tiempos de privacidad.
✓ Brindarles seguridad y confianza. Que vean cómo enfrentamos una situación de crisis en familia son valores que los acompañarán toda su vida.
✓ Protegerlos del exceso de información que brindan los medios de comunicación sobre la pandemia.
Educación digital: pros y contras
¿Se aprende lo mismo de manera virtual? Ante todo, es importante entender que estamos frente a una escuela en contexto de “emergencia sanitaria” y nadie estaba preparado para esto, ni los docentes ni los alumnos, y mucho menos los padres. Claramente, se van a presentar mayores dificultades a la hora de transmitir ciertos saberes y conocimientos, sin contar que el acceso a las herramientas digitales tampoco es el mismo para todos.
“Aun logrando el mayor grado de compromiso familiar, es imposible reproducir las mismas condiciones de la educación presencial en el hogar, por lo que el aprendizaje se desarrollará de manera diferente. Hoy no podemos medir si será mayor o menor el nivel de adquisición de conocimientos, pero sí sabemos que será distinto”, aclara la especialista.
Entre las ventajas de esta continuidad educativa digital, Lezaeta enumera:
✓ Mayor flexibilidad y comodidad para realizar las actividades desde casa,
✓ El acceso a una diversidad de contenidos en línea (provistos por el docente o el Estado mediante canales de televisión o radios),
✓ El contacto diario con lo virtual en un mundo que está cada vez más digitalizado.
Sin embargo, asegura que muchas de estas “ventajas” tienen doble filo, ya que el hecho de tener mayor flexibilidad hace que los chicos se distraigan mucho más al convivir con más estímulos en su casa que en la escuela. “Al no interactuar de manera presencial y permanente con el docente, es imposible identificar a la distancia las emociones y sentimientos del alumno para ayudarlo y contenerlo en el proceso de enseñanza. El hecho de tampoco tener contacto con sus compañeros dificulta el desarrollo de habilidades sociales, competencias que son muy importantes para la vida”, agrega la licenciada.
En cuanto al uso o abuso de tecnología, si bien es verdad que hace tiempo venimos hablando de sus efectos nocivos, hoy se ha vuelto nuestra aliada. Lo mejor es conversar con nuestros hijos y “regular” ese tiempo frente a las pantallas, y establecer momentos del día para utilizarla, que aseguren calidad antes que cantidad. ¡Es tiempo de ser flexibles, aunque no por ello 100 por ciento permisivos!.
¿Qué pasa con los adolescentes?
Los adolescentes parecen ser los que están en mejores condiciones “tecnológicas” para transitar la cuarentena. Disponen de un “saber hacer” con esas herramientas, aplicaciones, juegos en red y contenidos multimedia que ofician como una ventana al exterior en estos momentos de aislamiento. Sin embargo, al mismo tiempo, son los que más necesitan esa distancia con sus padres, mantener su intimidad y refugiarse en las relaciones con sus pares.
Frente a esta imposibilidad, aparecen los momentos de apatía, aburrimiento o falta de ganas, como así también los conflictos, los roces y las peleas que cuestionan la autoridad de los mayores. El juego y el humor son los aliados perfectos para descomprimir estos momentos de turbulencia y tensión familiar.