Poco a poco, sin proponérselo, Nani Salgado le dio forma a uno de los refugios para perros más grandes e importantes del país. Se convirtió en referente del proteccionismo como consecuencia de un compromiso que se apoderó de ella con una fuerza arrasadora. Sin antecedentes en la militancia animalista, pero amante de los perros, ya tenía seis en su casa cuando encontró en la ruta a una perra con sus cachorros. Llevársela a su casa fue inevitable y así ocurrió el primero de muchos rescates: poco tiempo después, tendría en el amplísimo jardín de su casa sesenta perros.
Era 2008 cuando Nani entró a Internet para dar en adopción a los cachorros que había encontrado. Se contactó con proteccionistas y conoció la realidad de muchos perros: “Nunca en mi vida había visto las condiciones en las que estaban. Ahí, me agarró la desesperación: me enteré de que había perros presos hacía años en centros de zoonosis, en jaulas de un metro por un metro. Cuando tuve sesenta perros en mi casa, mi marido me dijo ‘Nani, esto no puede seguir así’”, recuerda. En un aniversario de matrimonio, recibió como regalo el predio que hoy es El campito, en la localidad bonaerense de Esteban Echeverría.
En los primeros seis meses, sacó 300 perros de centros de zoonosis de todo Buenos Aires. Hoy El campito alberga a 400 perros, y brinda recursos para alrededor de 100 más que se encuentran en hogares de tránsito. Llegó a tener 750. Con una década ya cumplida, el refugio es un ejemplo de estabilidad y trabajo. Nani, que delegó responsabilidades y lleva tres años sin un cargo en la ONG (“le dediqué mucho tiempo y energía, y tenía una hija de trece años que criar, por eso me alejé un poco”), pensó desde el principio en la difusión a través de redes sociales y en el contacto directo con la gente como pilares.
“La gente empezó a venir todos los sábados. Nos dimos cuenta de que quienes se dedicaban a los perros se sentían muy comprendidos, y que El campito funcionaba como un club: iba la gente que amaba a los perros, se conocían entre ellos y seguían en contacto más allá del refugio”, relata Nani con orgullo. Muchos de los visitantes frecuentes se convirtieron en voluntarios, incluyendo a Sergio Moragues, quien hoy reemplaza a Nani como director de Relaciones Institucionales en el refugio. Fue la manera de convocar a la masa que se reunía en las redes (su fanpage en Facebook tiene casi tres millones de “Me gusta”) para que entrara en acción por fuera del ámbito virtual.
Este despertar personal en cuanto a la realidad que vivían (y siguen viviendo) muchos animales fue el impulso para abrir más ojos y reunir toda la energía dispersa que había dando vueltas. Porque existía mucha gente con intenciones de ayudar, pero sin saber cómo hacerlo. “Me sorprendió ver cuánta gente estaba en la misma situación que yo, cuánta gente tenía el mismo dolor que yo, cuánta gente caminaba por la calle, veía un animal y clavaba los frenos para levantarlo. Éramos muchísimos y no estábamos conectados. Mi idea era que El campito fuera algo entre todos, un grupo de gente trabajando mancomunadamente para lograr visibilizar la problemática de los perros de la calle”, sostiene.
El trabajo por rescatar animales, por darles mejores condiciones de vida, muchas veces es criticado por algunas personas, que desde afuera suponen que quienes dedican tanto tiempo a los animales no sienten el mismo cariño por las personas. Nani, sin embargo, descree de esta sentencia, y opina todo lo contrario: “Hay extremismo en todos los ámbitos de la vida, pero alguien que de base es buena persona, es buena persona con todo el mundo. Teníamos voluntarios que trabajaban en el refugio y, a la vez, trabajaban para otras ONG. Para mí, si uno es piadoso, lo es con animales y personas. A mí alguien que vino a El campito me dijo ‘Desde que vengo acá y ayudo a cuidar a los discas (como les decimos cariñosamente a los perros discapacitados), me animé a sacar a mi mamá del geriátrico’”.
Nani se siente identificada con los perros, fundamentalmente por dos virtudes que parecen contradictorias, pero que en realidad son una combinación que hace tan especiales a estos seres: el espíritu libre y la lealtad a prueba de todo. Sobre la importancia de estos animales en la sociedad, no duda: “Son el primer eslabón de piedad en la sociedad: un niño aprende la piedad con un perro, se enamora de los perros primero, aprende a tener ternura con ellos. Cuando cuida a un perro viejito, tiene la capacidad después de poder ver a la vejez como algo lleno de cosas lindas, pero que también necesita mucha ayuda”.
Colectas solidarias
En abril y en septiembre se realizan las colectas en
las que el refugio recibe donaciones. Se puede colaborar por única vez o adherirse a un débito automático mensual.
Más info sobre cómo colaborar, en www.elcampitorefugio.org/donar.php