Los motivos para tomar la decisión de iniciar un tratamiento psicológico son innumerables. Lo cierto es que, si bien hace tiempo se desterró el preconcepto de que era condición tener un trauma o un carácter débil e inestable para recurrir a ese valioso espacio, aún son muchos los que desconocen que no hay un único abordaje posible.
“En el campo de la psicología se ha estudiado e investigado mucho, con lo cual es una ciencia que ha ampliado sus horizontes. Por eso, hay distintas corrientes y líneas de investigación que han devenido en especialidades”, explica Diana Schweitzer, especialista en terapia gestáltica y secretaria científica de la Asociación Gestáltica de Buenos Aires. El momento en que aparece el deseo o la necesidad de hacer psicoterapia es, según dice, muy valioso porque significa que estamos decididos a hacer un proceso para crecer y evolucionar. “Entonces, cada persona –profundiza− va a buscar a su futuro terapeuta y la orientación con la que trabaje, de acuerdo con el modo en que quiere ser acompañada en ese viaje hacia el interior de sí misma”.
Aunque en un primer momento la terapia pueda percibirse como un entorno intimidante y desconocido, simplemente se trata de construir un espacio de confianza en pos de un objetivo común, definido conjuntamente por el paciente y el analista. Pero antes hay que saber dos cosas importantes: primero, que el tratamiento (enfoque, modalidad, duración) dependerá de la opción elegida; y segundo, que hay patologías para las que se recomiendan determinados abordajes. Por eso, la psicóloga Rita Giardino, directora de la Biblioteca de Psicología, recomienda leer un poco acerca de cada uno y seleccionar el que parezca más adecuado a la personalidad propia y al problema que se quiere tratar. “Siendo que todos ellos son muy distintos entre sí, la tarea no es tan difícil”, asegura.
¿Cuál es el más adecuado?
Si bien las alternativas que ofrece esta disciplina son varias, hay opciones que cuentan con años de estudio y una eficacia comprobada. La terapia psicoanalítica quizás sea la más divulgada y utilizada en Argentina. “Fue un acto fallido” o “No lo reprimas” son frases que se utilizan cotidianamente y tienen su origen en la teoría que desarrolló Sigmund Freud, cuya propuesta es identificar los aspectos inconscientes que afectan tanto las relaciones como los patrones de pensamiento, emoción y comportamiento. Al traerlos a la conciencia, se busca que puedan volver a ser valorados y asimilados adecuadamente. Es una modalidad que suele extenderse en el tiempo, al indagar en hechos puntuales de la infancia que hayan impactado en la personalidad y en la historia del paciente.
“Cada corriente terapéutica tiene especificidades, así como cada terapeuta. Por ejemplo, la terapia cognitiva está mucho más centrada en los problemas presentes, es participativa y tiene muchas pautas de acción”, refiere Melisa Rosenstein, psicóloga especialista en esta propuesta. Dado que busca modificar creencias, pensamientos y hábitos que resulten disfuncionales para el paciente, suele recomendarse para tratar alteraciones de ansiedad y trastornos obsesivo-compulsivos. La profesional, sin embargo, subraya que un gran porcentaje del éxito del tratamiento depende de la alianza terapéutica: “Es muy importante que el paciente y el terapeuta sientan que son un equipo de trabajo aspirando a lo mismo”.
Desde una corriente humanista, el enfoque gestáltico tiene en cuenta el momento presente como situación existencial desde donde empezar a trabajar de modo autoconsciente en pos de la autorrealización. “Solucionar lo que no tenemos resuelto y seguimos cargando, acompañar al paciente a darse cuenta de sí como situación de crecimiento y de ampliación de la mirada sobre quién es, el contacto consigo mismo y con los vínculos, el cuerpo que cada uno habita y la conciencia de sí mismo, son algunos de los ejes psicológicos y filosóficos que están presentes en la terapia”, enumera Schweitzer. Además, señala que aquí también “el vínculo terapéutico que se arma entre terapeuta y paciente es un gran apoyo para llegar a buenos resultados”.
Lo cierto es que el campo de la psicología crece y se desarrolla, y surgen así otras variantes que comienzan a ser elegidas cuando lo que se busca es efectividad en menor tiempo, como la terapia “Desensibilización y reprocesamiento por medio de movimientos oculares (EMDR, por sus siglas en inglés). “Si bien se puede usar en todos los tratamientos, es más efectivo en casos de estrés postraumático grave, o sea, para situaciones de traumas antiguos o recientes”, explica Giardino, quien se especializa en este abordaje. Para trabajar problemas de pareja o familiares, una buena alternativa es la terapia sistémica, ya que pone especial atención en la comunicación y en la relación dentro de un grupo determinado, para identificar los modos de actuar que puedan estar causando inconvenientes. Se trata de una solución práctica que propone una terapia breve.
Si bien hay enfoques que pueden combinarse, hacer dos terapias en paralelo está desaconsejado, porque se corre el riesgo de marearse con discursos e indicaciones diferentes. Aunque sí puede suceder que una persona elija una orientación, y tiempo después opte por otra. Sin embargo, las psicólogas entrevistadas recomiendan tener cuidado con el “probar y dejar”. Por eso, Rosenstein sugiere “tener un objetivo claro acerca de qué voy a buscar en el espacio terapéutico pudiendo medir si lo encuentro o no”. Otra opción es acudir a un centro o a un especialista que pueda evaluar la necesidad y derivar a la persona al lugar adecuado.