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Paula Pareto

Paula Pareto es la mejor judoca del mundo. Con el esfuerzo y las ganas por encima de todo.

Paula Pareto

Dar lo mejor todos los días

Paula Pareto es la mejor judoca del mundo. Con el esfuerzo y las ganas por encima de todo.

En toda la historia de los Juegos Olímpicos, hasta ahora, una sola mujer argentina se subió a lo más alto del podio en un deporte individual. Paula Pareto, elogio del esfuerzo, a pura insistencia abrió espacios en ámbitos usualmente masculinos y llegó a lo más alto.

Campeona mundial y olímpica, su sed de gloria no se sació y, aun en este año complicadísimo, siguió entrenando para unos Juegos Olímpicos que se pasaron para 2021 y sobre cuya realización se conserva un grado de incertidumbre. “Si no se hacen, no se harán. Habrá sido que se tenía que dar de esa forma. No me deja sin dormir, yo entreno como para dar lo mejor en caso de que se hagan; después, si no se dan, veremos cómo seguimos”, dice, imperturbable.

El judo le llegó de rebote: a su hermano mayor le habían pegado en el colegio, y el padre de ambos –que practicó este deporte de chico– decidió llevarlo para que aprendiera a defenderse, con una consigna clara: “No pegues, pero que tampoco te peguen a vos”. Paula seguía a su hermano a todos lados, también al tatami, y terminó enganchándose para siempre.

Tenía 19 años cuando viajó a Puerto Rico para su primer torneo internacional: ganó la medalla de plata y dio una primera muestra de lo que conseguiría. Tres años después, en Pekín, ganó el bronce en los Juegos Olímpicos. A pesar de que lleva quince años en la elite mundial, suele aclarar que no se siente buena técnicamente: “Muchas veces no se trata del talento, sino de las ganas, la constancia, la perseverancia. Es ir por eso. Es tener ganas de dar lo mejor todos los días. Como dice un entrenador mío, lo que hace falta es tener más ganas de ganar y menos miedo a perder que el rival”.

“Muchas veces no se trata del talento, sino de las ganas, la constancia, la perseverancia”.

En paralelo a una carrera deportiva rutilante, Paula se dedicó a la medicina. Se recibió de traumatóloga (“siempre me gustó ayudar y entender cómo funciona cada uno por dentro para, a partir de eso, intentar solucionar cosas”) y trabaja en el Hospital Central de San Isidro.

Aprovechando la notoriedad que ganó gracias al judo, también se sumó a proyectos que le permitieran colaborar con la sociedad desde otro lugar. Es parte del grupo de deportistas convocados por el programa Huella Saint-Gobain, que consiste en apoyar una organización solidaria elegida por el atleta. Actualmente, Paula impulsa dos proyectos, el que originalmente tenía a su cargo (la Sociedad de Fomento del barrio La Rotonda, en Florencio Varela) y el que heredó por la muerte del lanzador de jabalina Braian Toledo (el merendero Los Pepitos, en Merlo, provincia de Buenos Aires).

Está bueno ser parte de esta gran familia de ayuda, porque hace que la imagen pública que tiene uno sirva para un fin útil. Un día te conocen y al otro día ya no, por eso la idea es dejar esta huella para el futuro, porque todo lo que sea infraestructura se va a mantener. Hoy comen algunos nenes y el día de mañana van a comer otros que ahora son bebés, y así”, cuenta.

Esa capacidad de ver un poco más allá de su propia realidad, en parte, viene por la actividad que desarrolla. El judo es, más que un deporte, un arte marcial, una filosofía de vida, que ella resume así: “Como todo arte marcial, el judo es oriental, y esa cultura lo hace diferente a otros deportes. El saludo inicial y el saludo final son una cuestión de respeto hacia el oponente. No hay que odiarlo, al contrario: si no hay alguien enfrente, uno no podría ganar, así que hay que agradecerle. Eso se traslada a nivel social: todos están por algo, y tanto las personas que querés como las que no querés te van a servir para algo”.

Todo ese conocimiento incorporado, hecho carne, es lo que la mantiene, en el tatami como en la vida, con los pies firmes en el suelo, reorientando las fuerzas que intentan desestabilizarla y volcándolas a su favor. Se fija objetivos, pero no se anticipa a ellos: “Siempre fui de hacer lo mejor que pudiera cada día sin pensar tanto en el futuro. Sí, obviamente, fui de planear, porque en la planificación está el orden que uno establece para llegar a determinadas metas. Pero en esa planificación, que es a futuro, si no cumplís el día a día, es imposible pasar al siguiente nivel. Así fui siempre, en el estudio o en el entrenamiento. Hoy hago el entrenamiento y, si me queda resto para hacer un poquito más, también lo hago. Si mañana estoy cansada porque hice de más hoy, no haré ese extra, pero hoy doy lo mejor. Mañana veré”.

Entrenar en pandemia

En estos meses, Paula se acomodó a todo. Al principio, se amoldó a lo que tenía a disposición en su casa e inventó nuevas rutinas, con ejercicios colgada de una mesa o apoyándose en sillas. En su cuenta de Instagram (@paupareto), los videos son hipnóticos. Luego estuvo en una burbuja sanitaria junto al resto de judocas nacionales en la costa atlántica. De nuevo en Buenos Aires, y con la autorización correspondiente, continúa su preparación en el Cenard.

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