Tu progreso

Muchas personas no trabajan en lo que quieren sino en lo que pueden.

Me gusta trabajar pero no mi trabajo

Muchas personas no trabajan en lo que quieren sino en lo que pueden.

Deben ser pocas las actividades a las que se dedique tanto tiempo y de las que no es posible prescindir como las laborales. Pasar las horas a disgusto en una oficina y sentir que no hay otra alternativa puede ser fuente de angustia. “Hoy, cuando la gente no puede plantearse un cambio, le digo que intente pensar que es un momento. Los argentinos estamos preparados para estas situaciones. Es como que diga ´me quiero mudar pero no tengo plata´. Con el trabajo es igual: antes de ponerle una expectativa y presión enormes, me tengo que quedar donde estoy, y en paralelo empezar a trabajar un plan B. Lo que no quiere decir que no pueda salir a buscar otra cosa, porque también está el conformista”, explica la fundadora de la consultora DOSrh Carolina Brinusio, quien, a su vez, se desempeña como activadora en pequeñas empresas y facilitadora de cambios laborales.




Del sueño a la realidad

El psicólogo estadounidense Edwin Locke definió la satisfacción laboral como “un estado emocional positivo o agradable, resultado de la valoración que el individuo hace de su trabajo o de sus experiencias con él”. En la realidad, eso no siempre ocurre, y los motivos pueden ser varios: un salario que se considera bajo, la falta de reconocimiento, no sentirse productivo en las tareas asignadas, las pocas oportunidades de crecimiento, la falta de comunicación y empatía por parte del superior, un ambiente negativo. En resumen, a la gente no solo le importa el qué, sino también el porqué y el para qué hace lo que hace. Y cuando el combo no cierra, aparecen las ganas de irse, pero hoy chocan con un mercado laboral que no ofrece muchas oportunidades.

Sin embargo, para Brinusio, aunque el contexto sea condicionante, la insatisfacción es propia. “Las crisis –analiza– siempre tienen que ver con uno. Se trabaja por motivos particulares. Hay gente a la que no le interesa lo que hace pero disfruta de la plata que gana. Otros quieren pasarla bien. Cuando no estás satisfecho es porque lo que hacés no es acorde con lo que querés. Sos vos con eso, no es el otro con vos”. A su vez, reconoce que hoy la gente se repregunta mucho más por las creencias y los mandatos, si se dedica a lo que quiere o a lo que le dijeron que tenía que hacer. “Se ve –cuenta– en todas las edades. Asesoré a una mujer de 50, que durante 15 años trabajó de manera independiente porque tenía un hijo y le servía, y creía que no podía entrar a una corporación. Ahora es directora regional en una multinacional. Son etapas. Lo que disfrutás hoy por ahí no te hace feliz mañana. Hay que amigarse con la duda y con el dinamismo, pero a nadie le gusta atravesar crisis”.

¿Qué se puede hacer, entonces, cuando no existe la posibilidad de cambiar de trabajo? Lo primero es modificar la actitud y los pensamientos: comprender que es uno más de los tantos espacios donde transcurre el día y tratar de hacer más llevadero el tiempo. Para eso, habrá que evitar la queja y la victimización –que, por otra parte, son actitudes que alejan a los colegas–. También ayuda crear un espacio cómodo con objetos propios (pueden ser fotos familiares, un dibujo de un hijo). Aunque lo más interesante es que habilita a cuestionarse por la verdadera vocación, y quizá ayude recurrir a un especialista para desentrañarla. Como una joven que trabajaba en una industria que no era acorde con sus creencias, a quien Brinusio asesoró. A los meses pudo empezar, en paralelo, un proyecto de manera independiente, para otra organización, y luego consiguió trabajo donde quería. “Lo que valoro de su proceso –puntualiza la especialista– es que pudo mantener sus deseos, sosteniendo estructuras agotadas pero sabiendo que en algún momento eso cambiaría”.

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