Hace falta pasar solo un rato con Diego Ramos para decir que este exgalancito de TV –devenido actor y director de teatro– es pura energía. Llega, saluda amable, atiende y devuelve las sugerencias de la producción para la tapa de esta nota. Diego habla rápido y ríe fuerte. “¡Es que soy tan flaco!”, se queja con ademanes payasescos ante la sorpresa de los presentes, cuando entra al probador con una prenda grande para él. Vuelve. Al frente del lente de la cámara, le suena su teléfono con un mensaje de voz. “¿Con qué seguimos?”, pregunta luego de escucharlo, pero sin responder. Simpatía y respeto ante todo, y con una dosis de naturalidad que encanta a quien esté en frente. Diego Ramos conserva esa seducción que tenía a los 21 años, la que todos recordamos de aquel debut en Montaña rusa y que hoy conserva en un estadío superador, como si fuera un vino: ahora, a los 46, la seducción es “más añeja”, con la dosis justa de humor e inteligencia que le da la madurez.
Por estos días, Ramos alterna su tiempo entre la conducción de TV y Sex, la última obra de José María Muscari, donde se combinan varios escenarios y el público puede vivir la experiencia de seguir a un actor en distintas situaciones. “Nunca había hecho algo así, me gusta mucho lo que se genera con la gente. Están tímidos y luego terminan siendo muy partícipes”, cuenta.
¿Te gusta esa interacción?
¡Me encanta! Igual los límites están muy claros. Es muy divertido, el público empieza a correr por todo el lugar para no perderse nada. En el medio se arma un boliche y somos como un grupo en el que estamos todos en la misma. La temática es el sexo, pero no tiene nada que ver con lo porno o lo explícito.
Conducís, actuás y dirigís en teatro. Con 25 años de carrera, ¿fue esta versatilidad una herramienta que te llevó adonde estás ahora?
Siempre me interesó estudiar y explorar mucho desde el teatro, desde la actuación y la comunicación. Creo mucho en el estudio, en formarme en distintas áreas, en observar y curiosear. Ver cine, ver tele, ver obras… eso también es indispensable. Formar mi propio carácter, mi propio criterio, mi impronta. Y en cuanto al rol de conductor, me paro desde la ignorancia. A mí me gusta que pregunten lo que yo preguntaría desde lo que no sé. No me gusta la gente que se las sabe todas.
“Ser padre no es algo que yo necesite para realizarme en la vida. Dejo abierta la posibilidad, claro”.
¡Queremos saber cómo haces para estar tan bien a los 46 años!
Entreno de lunes a sábados, me gusta mucho. Y no lo tomo como un sacrificio. Además, hace más de 20 años me atiendo con un médico nutricionista porque siempre fui muy flaco y tengo mucha tendencia a adelgazar. Entiendo que para mucha gente puede ser una ventaja, pero para mí se vuelve lo contrario, la sufrís también. Aprendí a comer muy bien. Algo que empezó como una cosa superficial y física, y terminó siendo muy bueno en cuanto a la salud.
¿Es cierto que no sos tan fanático de las cosas dulces?
Sí, y no tomo alcohol tampoco, pero porque no me gusta. No me tiento mucho con la comida en general. Para mí es ponerle nafta al cuerpo, no lo tomo como un lujo o como un placer. Como y punto. Puedo comer todos los días lo mismo.
“Soy fanático de la limpieza y el orden. ¡Marie Kondo es un poroto al lado mío! Lo único que no hago como ella es agradecerle a la ropa”.
Algún plato preferido te tiene que tentar…
Sí, me gusta mucho la papa frita y el huevo frito. Tengo mis permitidos.
Vayamos un poco al Diego Ramos niño… ¿Un primer recuerdo de querer ser actor?
Muchos… Me llevaban al teatro, de chico, mis tías y mis hermanos. Íbamos a ver cosas en el Teatro San Martín. Lo primero que vi fue El diluvio que viene, tendría seis, siete años.
¿Y en tu casa cómo eras? ¿Te gustaba disfrazarte o llamar la atención?
Nunca fui muy desinhibido. Sí, pasaba que armaba mucho mis historias o jugaba con mi viejo en una quinta que teníamos. Él escribía obras de teatro y nosotros las representábamos como para la familia. A los 15 empecé a estudiar teatro. ¡Veía mucha tele, me acordaba los jingles! Mi mamá decía, “¿Ves?, para eso sí tiene memoria” (Ríe).
¿Había algún mandato familiar para seguir alguna carrera tradicional?
Sí, pero era más bien unas ganas, diría yo. Creo que es lógico, lo veo ahora de grande. Un título supone que un poco de tranquilidad te va a dar por llevar. Elegir una profesión como esta, tan dispar, con idas y vueltas, generaba cierto miedo. Pero yo seguí actuación tranquilo, nunca nadie me prohibió nada. Estudié publicidad seis meses, pero era medio absurdo, porque me iba atrás a leer las obras de teatro en las clases. A ver, todo esto se acabó el día que aparecí en la televisión, y ahí, a recorrer los almacenes de los barrios porque “mi hijo apareció en la tele” (ríe).
¿Y ahora qué te dicen tus padres?
¡Mi mamá se queja cuando no le aviso que voy a lo de Mirtha (Legrand)! Siempre voy a ser chico para ellos (risas). Tienen como esa cosa de que cuando termino algo y “ahora qué vas hacer…”.
¿Y a vos? ¿Sos cholulo de vos mismo? ¿Te gusta verte?
¡Cero!, nada. No veo ni leo nada. Esta nota que hago que me encanta hacerla, pero seguramente no la lea. Me da vergüenza, me pasa con todo. No soy de ver nada de mí mismo ni de lo que hago.
¿Muy crítico con vos mismo?
No sé si crítico, tampoco me doy con un palo. No me gusta verme. Estoy viendo la tele y dicen “Diego Ra…” y ¡pum! cambio de canal. Aun que yo sepa que van a hablar una genialidad de mí. Prefiero no existir, todo me da vergüenza.
¿Sos tan tranquilo como se dice –y decís– que sos en tu vida?
(Risas) No hago mucho… voy al cine, al teatro, a cenar. Soy recasero, me gusta estar echado con mi perro mirando series. Digo, también estoy de un lado para otro con el laburo, entonces trato de estar en casa. Hay gente que termina de trabajar y dice: “¡Vamos a tal lado o al otro!”. Yo me guardo.
¿No sos de ir mucho a eventos y demás no?
Cero. Me da vergüenza. No sé, no me gusta, no me llevo, no sé manejarme, me inhibe la gente que se maneja tan bien con las cámaras.
¿Y en las redes?, se ve que tenés cierta actividad ahí.
No me molesta. Tengo ahora Instagram porque me dijeron que tenía que tenerlo. No le doy mucha bola, no se me ocurre qué… te dicen ¡subí con gato!, ¡con sobrino! que garpa eso… (risas) Pero no me interesa. No tengo una vida “guauuuu, mirá lo que hace…”. Soy malísmo para los canjes, no sé bien cómo seguirlos. Tampoco entiendo a quién le puede interesar que yo esté en mi casa. Tal vez suene medio cursi, pero estoy más interesado en vivir lo que estoy viviendo que en mostrarlo.
¿Y tus relaciones de pareja? No sos mucho de hablar tu vida privada.
No, primero que no soy mucho de tenerlas. Soy muy tranquilo. Y segundo, cuando yo empecé a estudiar teatro, quería ser actor, no quería ser famoso. O sea, me encantan un montón de cosas que vienen con la fama, pero hay puertas que es muy difícil que yo abra porque después es muy difícil cerrarlas. Además, de verdad, no tengo mucho para mostrar. Hay cosas que me las guardo muy para mí. No me interesa. Fue una elección muy clara no abrir esas puertas.
“El segundo cuando se apagan las luces y algo maravilloso va a pasar, algo entre el público y el actor. Es realmente maravilloso porque todo está por suceder y algo genial es lo que nos espera”.
¿Y de ser padre tendrías ganas alguna vez?
No es algo que yo necesite hacerlo para realizarme en la vida. Dejo abierta la posibilidad, claro. Hasta cierto tiempo, porque me gustaría levantar al bebé sin romperme la cintura. Para mí, la mejor forma sería la adopción y no tendría problemas en que sea un nena o nene un poco más grande.
¿Es cierto que sos un obsesivo de la limpieza?
Obsesivo no, pero tengo todo limpio. Lo mismo con el orden.
¿Estilo Marie Kondo?
¡Marie Kondo es un poroto al lado mío! Olvidate. Lo único que no hago como ella es agradecerle a la ropa (estalla de la risa) Y no doblo en vertical las remeras.
Si tuvieras que hablar de lo que más te gusta de tu vocación de actor, ¿qué sería?
(Piensa) Hay algo que hoy en día me pasa, que no me sucede con nada, que es el segundo ese cuando se apagan las luces y algo maravilloso va a pasar, algo entre el público y el actor, eso no me lo da nada más que el teatro. Me pasaba cuando iba a ver obras y me sigue pasando ahora siendo actor, desde el otro lado. Ese segundo es realmente maravilloso porque todo está por suceder y algo genial es lo que nos espera.