Vamos a adelantarles la información que después leerán en una de las respuestas de nuestra entrevistada. Sepan que si nos permitimos el atrevimiento es porque resulta una perfecta descripción de la mujer que tenemos enfrente. Señoras y señores, Carla Conte se siente toda una experta en hacer fuego. ¡No podía ser de otra manera! Porque ella es fuego, habla y hace desde una pasión encendida, por momentos desbordada, que mezcla con mates con jengibre y risas. “Yo nunca tuve un personaje para la tele, lo mío es ‘así en la tele como en la vida’. Y eso tuvo costos elevadísimos”.
¿Cuál fue el peor?
Mucho lo hice sola. Tiraba una bomba y no sabía qué hacer con eso, me metía debajo de la cama y todas las críticas me pegaban muy mal.
Tampoco podías reprimirte, ponerte un “bozal legal” a vos misma.
¡Nooo, imposible! Era empezar tranquila con una nota y de repente blablablá… Todo el tiempo.
Cuando nació Mora, tu primera hija, te convertiste en referente del parto respetado.
Embarazada, descubrí el parto respetado, la violencia obstétrica, mis derechos, decidí tener el parto en casa. Eso estuvo buenísimo. Después vino “lo que está bien y lo que está mal” en la maternidad. En mi círculo íntimo, se recuerda como “la locura de Carla Conte”. Mis amigas y familia dicen: “Sobrevivimos a todo eso”. Me pegué una radicalizada con la maternidad… cómo se puede ser así (se ríe). Te juro que ahora me muero de risa con mis amigas.
“Siento que es importante estar en Confrontados, es una responsabilidad y lo disfruto”.
¿Cuáles son las cosas que hoy te parecen absurdas?
Por ejemplo, estudié lo que estaba bien comer y lo que estaba mal y bueno… mi mamá le quería dar una vainilla a Mora y yo casi llego con un hacha al grito de: “Vainilla, nooooo” o “Yogur, nooooo” (risas). Una furia manejaba…
Tiene que ver con una mujer entregada, que va de cuerpo y alma.
Sí, total. ¡Yo lo creía así! Odio algunos libros sobre maternidad y les pedí perdón a todas mis amigas a las que se los había regalado, a mí me arruinaron la vida… me generaron una culpa… Mora lloraba y yo me preguntaba qué me pasaba a mí para que eso sucediera. Como todo era por mí, entonces en mi cabeza era mi culpa. Aparte de que el bebé solo necesita tu cuerpo y el nivel de entrega te vuelve loca. Me olvidé de vivir y de la pareja, nos separamos cuando Mora tenía tres años.
Te tomaste tan a pecho la cuestión maternal que te borraste como mujer.
Total. Volví a laburar, porque lo necesitaba, pero volví con una culpa de estar alejada de mi hija, de no acompañarla en el jardín, una culpa tremenda.
¿Cuándo sentiste que aflojabas con todo eso?
Facundo, mi segundo hijo, me ayudó un montón, y el padre de mis hijos. Porque tuve un segundo hijo con el mismo padre (Guillermo Brutto), que se había fumado todo lo anterior, ¡no sé cómo hizo! (se ríe). ¡Yo se lo digo al día de hoy! Volvimos a estar juntos y Facundo apareció en la reconciliación. Entonces hubo un replanteo de: “¿Y ahora cómo? Porque a Mora te la guardaste para vos”. Con Mora había sido: “Ella necesita mi cuerpo y es todo lo que importa”. Vivió en la teta 24 × 7, dos años y tres meses, todo se lo curaba la teta, bueno, eso con Facundo… Yo hacía tele y radio. Reformamos la casa porque no entrábamos y fue todo el embarazo en obra. En ese momento participo del “kiosquito de Carla” (Czudnowsky) en Duro de Domar, tiré una bomba detrás de la otra, diciéndolo de la peor forma (se quejó de Mariano Iúdica y del corte de pollera de Marcelo Tinelli) y, en el medio, una ecografía de Facundo sale muy mal. Ahí se detuvo el mundo, todo terminó, dejé la tele y la radio. Me autodejé sin trabajo porque no sabía qué iba a necesitar Facundo cuando naciera y quería estar ahí. Sin ninguna licencia por maternidad, con una casa destruida y endeudada hasta el ocote, ella decidió que estaba bien dejar de trabajar (se ríe). Y cuando nació Facundo arrancó otro período complicado.
“ Yo nunca tuve un personaje, lo mío es así en la tele como en la vida”.
¿Vos querías tener otra relación con la maternidad y no te salía?
Me salió, lo compartí mucho más con el papá y estuvo buenísimo, pero el contexto era difícil, yo estaba sin laburo, muchos problemas económicos.
¿Qué hacías con las deudas y sin trabajo?
Nos matábamos en la discusión, Guille también estuvo sin laburo en un momento. Y la situación de Facu me pegó con una oscuridad complicada. Mi hijo nació y yo no sabía si él iba a poder hablar, caminar, correr, saltar, hacer pis en el inodoro… no sabía.
¿Cuál era el cuadro?
Le encontraron algo en el cerebro… nunca me gusta decir el nombre porque no puedo soportar leerlo después… en la ecografía, a los seis meses, sale algo en la cabeza. Fuimos al Garrahan y nos dijeron que no se sabía qué, si eso no estaba relacionado con ningún otro problema, podía estar todo rebién y tener una vida normal, pero que no se sabía. Yo había googleado para buscar información y me volví loca, me volví loca. Era un miedo latente, obviamente es algo que yo laburo un montón y que me acompaña.
¿Conviven con esa latencia?
Sí, no como en aquella época, porque no sabíamos cómo iba a ser… ahora que Facundo corre, vuela, se trepa a los árboles y hasta te putea… porque después hay que laburar lo otro: si yo creí que mi hijo no iba a hablar y se da vuelta y me dice: “Pelotuda”, lo celebro y está mal, pero en un momento pensé que no iba a hablar… entonces esa parte fue un proceso complicado.
“ Hoy disfruto de mi tiempo de soledad. Es nuevo vincularme con el mundo de otra forma”.
¡Una prueba enorme para vos, que antes te adjudicabas ser la causa de todo lo que le pasaba a tu hija!
La verdad que sí. Pero desde antes de eso, ya no creía que yo fuera el centro del mundo de su vida. Le puse mucho el cuerpo y le pongo mucho el cuerpo a la maternidad, pero también lo pude compartir, entender que no me necesitaba a mí sola, que tenía un papá, dos hermanas (además de Mora, Cassandra, la hija de Guillermo), y también me ayudó el laburo. Volví a laburar porque lo necesitaba realmente. En algún momento vi la luz, y en eso también tuvo que ver el padre de mis hijos, y dije: “Antes yo conducía programas de televisión, hacía teatro, dinamité todo, quiero volver”. La primera vez en la vida que elegí, que tomé la decisión de recuperar mi trabajo, porque cuando arranqué en la tele, apareció, no lo elegí. Y tuve una charla con mis hijos, los senté y les dije: “A mí trabajar me gusta, me encanta, entonces puede pasar que yo no esté en el acto del jardín o no pueda llevarlos al colegio”.
Vas por la tercera temporada de Confrontados. Encontraste un lugar muy cómodo, ¿no?
Sí, absolutamente, un lugar hermoso, un espacio de libertad, una productora que nunca me dijo qué podía y qué no decir, un canal que me habilitó siempre. Después fue el aprendizaje de cómo decir lo que pienso sin enojarme.
Algo así como domarte a vos misma.
Ay, sí, sí, es un laburo que está buenísimo, de hablar y hablar con el productor y con Rodri (Lussich). Las primeras veces era fuego y largaba alguna barbaridad, fuego y otra barbaridad. Y venía el productor y me decía que, si no medía las formas, el mensaje que transmitía era el enojo y nada más. Me puse a laburar sobre eso. Si yo decía tranquila lo que pensaba, el mensaje iba a llegar mejor. Hoy siento que es importante que yo esté en ese programa, para mí es una responsabilidad, yo no puedo perder ese espacio, hoy lo disfruto un montón.
Mencionaste mucho al padre de tus hijos y siempre elogiándolo. ¿Cómo es estar separada?
¡Ay, es hermoso, es muy lindo, es un gran momento! (se ríe).
Ustedes tuvieron varias idas y vueltas. Esta vez, sentiste que era definitivo.
Con Guillermo nos separamos cincuenta veces, siempre volvíamos, y en un momento dijimos: “La estamos pasando mal, ¿esperamos diez años o nos separamos ahora que somos jóvenes y espléndidos y salimos a vivir la vida bien?”. Fue una charla concreta, porque habíamos hablado tantas veces… Y la primera sensación es de libertad maravillosa, hasta que empecé a pasar por diferentes estadios, primero como una furia asesina y después una angustia tremenda, era despedir un montón de cosas. Hoy disfruto de mi tiempo de soledad. Y lo nuevo es vincularme con el mundo de otra forma, yo busqué al padre de mis hijos en todos los seres vivos con los que me crucé en los últimos veinte años, y ahora no. ¡Es hermoso eso! Pero algunos me encaran de forma que a los 30 no me molestaba y hoy me irrita, que me digan “princesa”, ¡no!
¿Tenés tus propios prejuicios?
Claro, hay cuestiones en las que no siento una libertad absoluta de ser y de hacer, y trabajo en eso. Ser conocida no me ayuda mucho, pero no me quejo. Mi aprendizaje es vivir los vínculos más suelta de estructuras, ser libre en el poder relacionarme y disfrutar de la vida.