Cada vez que se acerca fin de año las personas –consciente o inconscientemente– realizamos balances. La realidad es que muy pocas veces los balances cierran de manera perfecta: casi siempre quedan cosas pendientes, y el peligro de ello es caer en la frustración.
El 2020 ha sido un año atípico y también plantea un gran desafío a este balance. “En el contexto de pandemia y cuarentena nos hemos visto expuestos a experiencias muy impactantes para nuestro psiquismo: incertidumbre económica, duelos por diferentes tipos de pérdidas (seres queridos, trabajos, proyectos). Transitamos un momento difícil que nos llevó a tener que procesar muchos estímulos complejos”, sostiene la psicóloga Lucila Goyenechea. Esto hace que nuestro aparato psíquico procese estímulos inquietantes –externos e internos– de modo constante. “Por esta razón nos lleva más trabajo psíquico restablecer un ambiente interno de tranquilidad”, agrega.
“Una pandemia es una catástrofe. Se trata de una alteración psicológica que excede en gran medida la capacidad de afrontamiento con la que cuenta una comunidad. La COVID-19 genera estrés, y si bien el aislamiento puede ser necesario, ocasiona consecuencias negativas”, explica Josefina Esnal, psicóloga e instructora de mindfulness. El estrés va de la mano de los miedos, las preocupaciones, las alteraciones del ánimo, del sueño, del apetito y de la memoria, dificultades en los vínculos familiares y para concentrarse.
“Para muchos, esta es una situación traumática por su incontrolabilidad, la vulnerabilidad en la que nos sitúa y el desconocimiento”, subraya Esnal. Después de semejante cimbronazo, ¿cómo hacemos para encontrar la luz?
EL BUEN BALANCE
Un balance debe ser hecho con amor y respeto hacia uno mismo, y sin la exigencia de buscar la perfección. Esnal señala la importancia de ser cuidadosos a la hora de hacerlo. “La sensación es que nos forzamos a terminar todo antes del 31, como si después no continuara la vida. Esto genera ansiedad, y ella nos lleva a tener una visión recortada de las cosas, con un sesgo negativo centrado en lo que no se logró o no funcionó como se esperaba”, resalta. Para cambiar el enfoque y no sentir que fracasamos en los objetivos, debemos tomar todo aquello que quedó pendiente y utilizarlo como motivación para el cambio.
La profesional sostiene que un buen balance debe comenzar con los logros alcanzados, con una valoración del presente y luego plantear modificaciones y nuevos objetivos para el año entrante. La dimensión de los objetivos que nos planteamos de cara al 2021 también es importante. Es preferible pensar en metas alcanzables, que nos den satisfacción, para ir de menos a más. Por eso, si queremos aprender guitarra, nuestra meta no debe ser grabar un disco a fin de año. Por el contrario, pensar en aprender a tocar una canción puede sorprendernos gratamente, e incluso es probable que superemos nuestra meta, lo que nos brindará una mayor satisfacción.
“Los objetivos deben ser a escala humana, y no grandes metas que quizás se transformen en grandes exigencias. También hay que recordar que, para lograrlas, es necesario un plan de trabajo, esfuerzo, paciencia y voluntad de comenzar nuevamente cada vez que sea necesario”, agrega la psicóloga.
Enfoque positivo
Entonces, es importante que tratemos de valorar las cosas positivas de este año. Para eso debemos observar qué cosas buenas nos regaló la pandemia. El tiempo puertas adentro nos ha hecho valorar más a la familia, la libertad y el propio hogar. Una tabla de salvación para muchos ha sido enfocarse en el mantenimiento de lazos de disfrute y placer. Algunos han encontrado tiempo para desarrollar sus hobbies, cocinar, dibujar y aprender oficios impensados. “En muchas personas se vio favorecida la introspección y la revinculación con su propia intimidad, y revalorizar así los lazos amorosos”, destaca Goyenechea.
El aislamiento también ha tenido su costado benéfico, ya que ha posibilitado el crecimiento y la transformación personal. “Nos puso frente a un viaje interior de mente, corazón y espíritu. Y tuvimos la posibilidad de ir de la desesperación a la esperanza, de la locura a la sabiduría. La ansiedad, la angustia, eran y siguen siendo visitantes cotidianos de nuestra mente y cuerpo. Si paramos y observamos con detenimiento, tenemos la posibilidad de descubrir talentos ocultos, talentos dormidos, y sumergirnos en la búsqueda de nuevos hábitos, nuevos recursos, nuevas posibilidades”, detalla Esnal.
El 2020 nos obligó a repensar nuestras vidas. Así, se hizo inevitable reflexionar sobre el empleo, la rutina y el valor de la familia. Hubo nuevos roles y cambios en las prioridades. Para Esnal, desarrollamos nuevos recursos de afrontamiento que nos permitieron reducir los efectos negativos de la pandemia. En definitiva, nos llevó a valorar la vida y a cultivar la espiritualidad, entendida como la renovación del sentido que la vida tiene para cada uno.
El 2021 se perfila similar –al menos en sus comienzos– al 2020, pero con la esperanza de una vacuna que pueda conducirnos a una nueva normalidad. Pensar qué aprendimos del año que se va y establecer las prioridades para el nuevo es de gran utilidad. “Una buena manera de pararnos frente al 2021 es anotar dos o tres intenciones que nos propongamos y poder establecer desde qué lugar llevaremos adelante nuestros propósitos”, señala Esnal. Así, aunque nuestra meta sea el trabajo, la crianza de los hijos, un deporte o cualquier otra cosa, estar cerca de la intención nos transmitirá confianza, coherencia y bienestar.
Espiritualidad y aprendizaje
Ser agradecido. Dar las gracias por los afectos y aquello que tenemos nos ayuda a fortalecernos.
Vaso medio lleno. Aun en medio de situaciones complejas, es importante encontrar los aspectos positivos que nos quedan. El aprendizaje frente a los desafíos es una herramienta poderosa que podemos capitalizar.